cinco.

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—Anna.—Su voz áspera me despertó de mi sueño.

Cuando levanté la cabeza de la almohada, le mire. ¿Que diablos quiere?

—Anna. ¿Estás bien?—Él me miró preocupado. Pero, ¿tenía que despertarme para eso? Tenía que despertarme de mi dichoso sueño.

—Estoy bien, Jake.

—Estas tan flaca.

Mi corazón dio un salto cuando dijo eso. ¿Estaba realmente flaca? —Entonces, ¿qué necesitas?

—¿Por qué no vienes a comer un plato de cereal conmigo?

—Es medianoche.

Se fue después de eso. Se fue diciendo que me va a preparar una tortilla vegetariana para el desayuno. Yo no le dije, que con solo de pensarlo; ya la idea me disgustaba.

Oh, cuantas ganas me dieron de suicidarme.

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