Capítulo 3

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Amelia no debió haber aceptado la invitación de Peggy y ahora mismo se arrepentía de ello. Después de que la descubriera en la mañana con los ojos hinchados y bastante demacrada, no pudo decir que no al casi mandato que la rubia le había ofrecido. Y es que, casi le da un paro al verla tan desaliñada y ella se avergonzó de que tuviera que presentar su desastre.

Últimamente el maquillaje la salvaba de muchas, pues su rostro natural no lucía exactamente cómo el de una modelo de Victoria's Secret.

—No me importa que hagas pero cuando llegue quiero ver a una diosa del sexo en la puerta.

Había sido su amenaza.

¿Por qué todos estaban traumados con repetirle la inexistente vida sexual que tenía?

Y no pudo decir nada, pues la dura mirada de Peggy le hacía no replicar. Aparte tenía tanto por hacer pero muy pocas ganas, que prefería ir al bar dónde esta laboraba que sacar las cosas de sus cajas y ponerlas en su respectivo lugar. Amelia odiaba mudarse, pero era lo mejor.

Estuvo pensando un poco acerca de vivir casi en completa soledad y llegó a la idea de que necesitaba un auto. No podía estar sola en el bosque sin un medio de transporte. Sabía manejar, sin embargo en Nueva York era más cómodo ir en el metro o tomar un taxi. El tráfico podía ser muy estresante. Vio su guardarropa esparcido en la cama e hizo una mueca, sabiendo que no tenía nada que Peggy podría considerar sexy. A ella le iba más lo formal, lo recatado. A Brad nunca le gustó que fuera una mujer que enseñara más de lo que debería y muchas veces habían peleado por ello. Era un hombre celoso que aunque nunca la golpeó, hubo ocasiones dónde tuvo el miedo de que lo hiciera.

El timbre sonó y sólo una maquillada pero vestida en pijama Amelia abrió para encontrarse con la mueca de desaprobación de Peggy, viéndola de arriba a abajo.

—Dime que no irás así.

—¡Claro que no! —soltó Amelia una pequeña risa al ver su cara de alivio—. Es sólo que no sé que ponerme, pero ven. Pasa. El frío está horrible.

Se abrazó a si misma alejándose de la puerta y Peggy entró con unas cuantas bolsas de tiendas de marca.

—No te preocupes, cariño. Cómo intuí que nada de lo que tuvieras podría ser de mi agrado, te he traído un presente de bienvenida al pueblo.

Amy abrió los ojos con sorpresa y una sonrisa salió de sus labios enternecida por el acto de su nueva amiga.

—No tenías porqué molestarte, Pegs...

Peggy hizo un gesto con la mano, restándole importancia y empezó a sacar lo que parecía ser un vestido rojo.

—Tonterías, quise hacerlo. Además, necesitas un cambio de look urgente.

Ella sólo observaba la ropa conforme su amiga la sacaba sin decir nada. Ese vestido era algo corto para los que solía usar.

—Todo es tan bonito, pero no podría usarlo.

¿Cómo alguien como ella podría verse bien con algo tan... Ajustado? Podía escuchar risas en su cabeza incluso ante el solo pensamiento.

Peggy arqueó una ceja.

—No te estoy dando elección, Amelia. ¡Anda! ¡Pruébate esto! Si no te lo veo puesto en cinco minutos iré a colocártelo a la fuerza, y cariño. —hizo una pausa para mirarla fijamente con una expresión seria. Le apuntó con el dedo índice y uso su voz más tenebrosa—. No quieres eso.

Kenneth [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora