Capítulo 1

8 0 0
                                    


Estaba harta de todo. Sabía que no podía seguir así, más bien porque afectaba a mi salud. Respiré profundamente y abrí los ojos. Blanco. Era todo lo que veía. Mi techo blanco como la nieve me daba los buenos días. No tenía ganas de nada, pero tampoco quería que nadie notara que estaba baja de moral, así que me levanté de un saltito y comencé un nuevo día.

Veía como el paisaje cambiaba a medida que el coche avanzaba hasta la puerta de mi instituto. Acababa de empezar las clases y parecía que el verano les había cambiado a todo. ¿Sería sólo yo quien lo notaba? Bajé del coche y me fui a clase. Griego. Amaba los idiomas, pero los idiomas antiguos eran mi perdición. Desde pequeñita siempre había querido estudiar latín. Todo el mundo me decía que era una tontería porque era una lengua muerta, pero yo nunca perdí la ilusión.

Entré en clase y me senté al lado de mi amiga Esther. Era muy maja, pero nunca habíamos conseguido congeniar del todo.

-Buenos días, rubia. ¿Qué tal?

-¡Pelirroja! - dijo con una sonrisa.- Bastante bien, ¿y tú?

-Como siempre.

Saqué mis libros y la clase comenzó. Las horas siguientes se me hicieron interminables. Era una alumna bastante aplicada, pero últimamente no estaba en mi mejor momento. La hora del descanso se acercaba y yo me alegraba por eso.

-Ari, ¿te vienes? - dijo Lila, mi otra amiga. Era curioso, ya que ella también era rubia.- Vamos a dar una vuelta, para variar.

-¿En serio? ¿Por qué no vamos donde siempre? No me apetece mucho andar.

-Anda vamos, no seas vaga.

Eso último hirió mi orgullo. Vale, era la chica más perezosa del mundo, pero tampoco era para tanto.

Estábamos todos esperando a que el resto llegase, ¿qué demonios estaban haciendo? A este paso no podríamos ir a ningún lado. Solamente teníamos treinta minutos de libertad antes de volver a tener que regresar a clase.

-¡CHICOS! -dijo Jasper a lo lejos.- ¡Ya estoy, esperadme!

Jasper era mi mejor amigo. Desde el año pasado, habíamos estado un poco distanciados pero algo en mi interior me hacía querer estar cerca de él. Siempre me sentía bien a su lado, incluso muchas veces llegué a imaginar que me gustaba, pero siempre acababa apartando aquel pensamiento de mi cabeza, ya que era mi amigo ante todo y no lo quería perder.

-Vamos, tonto. Siempre tarde.- le dije con un tono burlesco.

-Cállate, Ari.- dijo haciéndose el ofendido.

Aquellos treinta minutos pasaron volando. Era el único momento del día en el que me sentía libre y bien conmigo misma. Hacía tonterías y la gente se reía y me seguían el juego. Pero lamentablemente, el día continuaba y las clases también. 

Llegué a casa agotada. Revisé el móvil antes de ir a comer por si había algo importante.

Rodrick:

¿Dónde estás, amor? Ya has salido de clase y no me has enviado un mensaje. [14:37]

Te amo. [14:37]

¿POR QUÉ ME IGNORAS? [14:48]

Miré el reloj, 14:56. Estaba harta de tener que explicarle que llegaba a casa siempre a esa hora y que nunca miraba el móvil. Todos los días me enfadaba con él por lo mismo, pero ya me daba igual. Le quería mucho, pero hacía todo demasiado difícil.

A Rodrick:

Te recuerdo (como siempre) que acabo de llegar a casa y que no suelo estar pendiente del móvil. ¿Qué tal estás? [14:57]

No me preocupé en esperar la respuesta a aquel mensaje, a pesar de que sabía que en pocos segundos mi móvil vibraría. Llevaba ya mucho tiempo saliendo con Rodrick y en algunos aspectos era estupendo, pero desde este verano me tiene en un sin vivir. No me deja la libertad que necesito y eso es algo que poco a poco ha ido acabando conmigo, y encima sin tener en cuenta su inmadurez que demuestra muchas veces. Sabía que no podría continuar así mucho tiempo más, pero simplemente ignoraba a mi yo interior y pasaba de todo. Era una chica bastante reservada, por lo que tampoco le contaba mis problemas a nadie. Tan sólo los ignoraba y hacía como si no existiesen.

La tarde pasó como todas las anteriores. Me centré en los estudios y nada más. Encendí mi portátil y me puse a ver una serie. Realmente sólo quería que pasara el tiempo para que el día acabase y que otro día empezara. Antes de poder hacer nada, un mensaje captó mi atencion.

Hannah:

Nena, este sábado vas a mover tu culo gordo y nos vamos a ir a dar una vuelta. Así al menos haces algo de provecho con tu vida y sales de casa. A este paso, te vas a derretir cuando vuelvas a ver la luz solar. [21:16]

A Hannah:

Este fin de semana mis padres se van y mi hermano va a traer unos amigos. No les conozco, pero podemos estar a nuestras cosas. Te podrías quedar a comer, si quieres. [21:16]

Hannah:

Este sábado me tienes en tu casa tocándote las narices ;) [21:17]

A Hannah: 

No me cabe duda de eso. Eres una experta. [21:21]

Bloqueé mi móvil y me centré en la serie. Al menos, el sábado intentaría olvidarme de todo y pasármelo bien. Es lo único que quería. 

La semana pasó más o menos rápido entre exámenes y otras muchas cosas. Por suerte, aquella semana me distraje más de lo normal y tenía ganas de quedar con Hannah. Era viernes por la tarde y no sabía qué íbamos a hacer mañana.

-James, ¿mañana seréis muchos?- pregunté a mi hermano. A pesar de que nos lleváramos cinco años de diferencia, no nos queríamos matar. Incluso, tengo que admitir que en el fondo lo quería.

-Unos cuantos. ¿Vendrá Hannah al final?

-Sí.- dije bebiendo un poco de agua. 

Mi hermano se acercó mucho a mi cara, lo que me provocó mucha risa y todo el agua que había en mi boca acabó en su cara. Comencé a reírme, tanto que acabé en el suelo con un gran dolor de tripa. Lo peor fue que mi hermano, para vengarse, me hizo cosquillas, lo que me provocaba que me riera más. Mi tripa estaba a punto de explotar. No podía más.

-PA-JAJAJAJA. PARAJAJAJAJA. ¡PARA! JAJAJA. JAMES, PA-JAJAJAJA.

Tras unos diez minutos de venganza, se cansó y me dejó en libertad. Tenía veintiún años pero no los aparentaba. James siempre había sido un chico muy callado, aunque tenía bastantes amigos.

Cuando conseguí levantarme, me fui a ponerme el pijama. Ahora tenía un tremendo dolor de tripa, aunque me alegraba de ello. Hacía mucho tiempo que no me reía de aquella manera.

Antes de ir a la cama, me puse delante del espejo que tenía en mi habitación. En estos últimos meses., había cambiado mucho, y no sólo mentalmente. Mi pelo estaba teñido, pero amaba el degradado de rojo a naranja que daba un toque distinto a mi cara. Mis ojos castaños, no tenían el brillo que solían tener tiempo atrás. Mis labios eran finos, me gustaban. El problema es que con los nervios, me acababa haciendo heridas y eso los hacía mucho más feos. Suspiré. Para muchas personas soy ''guapa'', pero yo nunca me había sentido bien con mi cuerpo. Tenía una autoestima que estaba por los suelos. 23:23. Capicúa. Puse mis manos en puños y los besé. Era una manía que me había pegado una vieja amiga, pero se tuvo que mudar a otro país y perdimos el contacto. Se llama Vi: era muy parecida a mí y siempre me entendía. En algunos momento le echaba de menos. Perdí su número y ella nunca me volvió a hablar. ¿Qué habrá sido de ella? Abrí la cama y me tumbé en ella. Al instante, sentí el frío de las sábanas y comencé a tiritar. Era muy sensible a los cambios de temperatura. Poco a poco, el calor me fue abrazando y caí dormida. Un sábado lleno de sorpresas me esperaba. 


Déjame quemarte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora