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La imagen del espejo le devolvía la mirada sorprendida. Se encontraba bastante cambiada tan arreglada y maquillada. No salía mucho debido a los estudios y tampoco se hacían fiestas pero, aquel sábado, se celebraba la jubilación de uno de los más antiguos profesores y, entre lo muchos alumnos que tenía, habían decidido conmemorarlo con un poco de diversión.

A las nueve en punto bajó hasta la puerta de la residencia y allí vio a Javier que la esperaba impaciente. Iba muy bien arreglado, aunque ella ni se dio cuenta.
La fiesta se celebraba en una especie de salón de baile. Era muy grande, sobre todo la pista. Las mesas estaban colocadas de manera que unas quedaban más altas que otras gracias a unos pocos escalones que hacían las veces de pasillos.
Cuando entraron ya estaba lleno de gente. Habían personas desconocidas para ella de diferentes edades. Supuso que todos habían pasado por la facultad en algún momento.
Javier la cogió del brazo posesivamente y la obligó a bajar los escalones hacia la pista de baile. Se dirigieron hacia la barra donde servían toda clase de bebidas pero, cuando Enie abrió la boca para pedirle al camarero un whisky con coca cola, Javier se le adelantó y pidió un par de limonadas.
Enie lo miró inquisitivamente pero él no pareció darse cuenta. La chica movió la cabeza dejando el tema por el momento y se giró para observar la pista. Pronto se encontró con la mirada de Miles. Estaba frente a Sara, una chica preciosa con una larga melena rubia. La madre de Enie siempre le decía que no tenía nada que envidiar a las demás con su pelo negro como el azabache y rizos tan grandes. Decía que le enmarcaba la cara lo justo para no parecer cabezona y contrastaba con su piel blanca... pero ¿quién podía confiar en las madres que lo ven todo perfecto en sus hijos?
Miles le sonrió y ella le devolvió la sonrisa. Llevaba un traje elegante de color negro que lo hacía parecer más alto de lo que ya era. Se había peinado muy cuidadosamente, cosa rara en él que normalmente no se llegaba a saber donde se había puesto la raya. Estaba muy atractivo y, cuando notó los rápidos latidos de su corazón, intentó desviar la atención hacia su
compañero. Éste la observaba analizando los cambios de su expresión y, al ver que se giraba hacia él , le ofreció la limonada con expresión desconfiada. Ella le sonrió y se la bebió en dos tragos.
- Ahora, por favor, pídeme un whisky.
Javier asintió intentado disimular su disgusto. Enie no pudo evitar un suspiro de agobio. Era la tercera frase que pronunciaba uno de los dos en el rato que llevaban juntos. " Este tío es un plomo", pensó.
- ¿Me permite este baile, bella dama?
Enie se quedó sorprendida al oír la voz de Miles a su lado. Se giró y lo vio con la mano extendida hacia ella.
- Perdona pero la bella dama está conmigo.
Enie se giró y miró a Javier tan directamente a los ojos que lo intimidó.
- Creo que no hace falta que responda yo a eso, ¿verdad?- le dijo severamente.
Entonces se giró hacia su amigo que la miraba divertido y le cogió de la mano.
Sus cuerpos se fundieron en un cariñoso abrazo y sincronizaron al ritmo de la música. Sus mejillas se tocaban ligeramente.
- ¿Qué tal te va con tu Romeo?
- Ni lo nombres- contestó enfadada.
- Vaya, parece que tienes problemas con el caballero.
- Si, los tengo y tú sabes muy bien por qué.
Miles no contestó durante largo rato.
- ¿Valdría la pena dejar nuestra amistad por esos malditos chismes? - dijo al fin.
- No lo se. A mi vida solo afecta en el sentido en que acabas de ver. Loschicos no confían en mi cuando salgo con ellos pensando que tú y yo tenemos una relación basada en la... libertad contestó ella algo atolondrada.
- ¿Sólo en eso?- le susurró él.
- Bueno, los comentarios sarcásticos nunca están de más.
- Entiendo.
Enie se separó de él y lo miró sin dejar de bailar.
- ¿Lo entiendes? ¿Si? Supongo que sabrás por qué.
- Dímelo tú- la desafió.
- Por la sencilla razón de que a ti te pasa lo mismo.
- ¿Ah, si? Y, ¿cómo piensas solucionarlo?
Enie lo miró de soslayo ante la inesperada pregunta. Entonces vio el brillo de humor que contenían sus ojos y la expresión de su cara.
- Eres un cerdo- le soltó mientras lo golpeaba en el brazo- no tomas en serio nada de lo que te digo.
- Si lo hago, querubín mío- le contestó él mientras la volvía a apretar contra su cuerpo- Y, como prueba de ello te diré que no pienso cambiar nuestra relación ni ninguna otra. Soy feliz tal como estoy, así que, por mi parte, no hay problema.
Enie se limitó a suspirar. Esperó a que él le preguntara qué opinaba ella pero no hubo tal pregunta. Ella supo que era Miles el que esperaba algún comentario suyo. Al quedarse callada le había mostrado que eran de la misma opinión. Al fin y al cabo, "quien calla, otorga".
- Por cierto, esta noche estás preciosa- dijo él interrumpiendo sus pensamientos.
- Gracias por mentir.
Miles no dijo nada y ella recorrió la sala con la vista para disimular su frustración.



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