Capítulo 1: Turbulencias

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Viajaba con la compañía más cara y fumaba los mejores habanos de todo Manhattan, era un hombre adinerado de familia rica, y no era el primer viaje que hacía a Inglaterra.

Mi madre y mi padre, ambos mestizos nunca me dijeron el porqué de mi riqueza, parecía no importarles demasiado.Volviendo al avión, la azafata esquivaba el humo de los cigarrillos, su cara delataba que no la gustaba su trabajo. Aquella zona del Atlántico Norte era una zona fría, de modo que decidí tomarme una café con leche para mantener el calor. ¡Uno con leche templado y mucho azúcar!, exclamé. La azafata no tardó ni veinte segundos en servirmelo, pude notar el aroma amargo que este esparcía a lo largo del avión. La extendí un billete de un dólar americano a la azafata, lo cogió y se marchó. Tomé un sorbo mientras leía mi diario favorito y me enteraba de lo que ocurría.

De pronto, el avión tembló, las luces se encendían y apagaban muy rápido, no sabía lo que ocurría, pero fuera lo que fuera no era nada bueno. El pánico se apoderó del avión y, finalmente, se precipitó contra las gélidas aguas del Atlántico Norte.

El fuselaje flotó por unos instantes, tiempo justo como para que pudiera escapar de aquel infierno helado por una puerta de emergencia. La escena que presencié era horrible: los cadáveres de la tripulación y los viajeros flotaban en el agua, igual que su equipaje.

No muy lejos pude divisar un faro, no tenía sentido un faro en medio de la nada, pero en ese momento prefería morir bajo un techo, luego nadé hasta el faro y entré.




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