Parte única

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-¡Rusia!

La voz del chino retumbaba entre las paredes de la casa, mientras buscaba exhaustivamente con la mirada al ruso

- ¿Dónde estás?...

Ante la inexistente respuesta suspira pesadamente, el ruso hace a penas unos segundos que se había perdido de su vista, ¡no podía estar demasiado lejos!, o al menos eso pensaba, por otro lado... al tener en cuenta que Rusia siendo un acosador por excelencia conocía cada rincón de su hogar podría haberse escapado de su vista sin dificultad.

-Aiyaaa... ¿Dónde se habrá metido...?- se preguntaba el asiático colocando una mano en su frente, mientras un sentimiento de culpa afloraba en su interior.

Con una expresión de preocupación en su rostro, se moviliza de nuevo, a penas le había buscado unos pocos minutos, de modo que ya era momento de dejar de pensar y seguir con su labor, atento ante cada sonido que pudiese facilitarle una pista de donde se encontraba el ruso.

Entonces un quejido llamó su atención... ¡El baño!, ¿cómo es que no lo había pensado antes?

A paso apresurado se colocó frente a la puerta, mirando la madera, expectante de que algo pasara... pero nada, así que se decidió a tocar.

-Rusia... ¿estás bien?-...nada- lo siento mucho, por favor, abre la puerta aru- la culpa no se hace tardar en su voz.

-...Está bien.

El chino abre bastante los ojos, sorprendido, si bien la voz del soviético siempre fue irremediablemente dulce, esta vez sonaba... apagada, triste, le recordaba tanto a sus hermanos pequeños cuando eran regañados por hacer algo indevido... que hizo que sintiera una dolorosa punzada en su pecho.

Entonces la puerta se abrió.

Yao sin pensarlo dos veces pasó, encontrándose con el ruso frente a el, con expresión preocupada y unos manchones rojos en su blanca bufanda, manchones que al parecer este había estado tratando de quitar con agua, fracasando irremediablemente, pues la mancha había terminado por extenderse más de lo debido.

Y es que todo este problema había comenzado hace unos minutos, el ruso había visitado al asiático, con la excusa de que estaba cerca de la frontera con su vecino del sur y esta sería una buena oportunidad para ir acompañado a la junta que sería en unas horas en casa de Estados Unidos, China quien simplemente no pudo decirle que no, no tuvo otra opción que ofrecerle un poco de té, el cual había estado tomando antes que este llegara, acatando su tradicional hospitalidad y buenos modales, pero algo pasó, cuando se dirigía a entregárselo un pequeño tropiezo hizo que derramara gran parte del líquido sobre el soviético (que gracias al cielo no estaba hirviendo) manchando así su preciada bufanda.

El asiático nada más al ver la expresión del ruso sintió un nudo en su garganta, sabía lo preciada que era esta prenda para el, que usaba casi a diario y cuidaba recelosamente.

-No... no está tan mal aru-mintió sonriendo nervioso.

-... ¿eso crees?-sonrió tímidamente ante la falsa esperanza.

Y aunque el chino tuviese en cuenta que mentir era un hábito desagradable, no podía negar que se había sentido un tanto aliviado al ver de nuevo la sonrisa del ruso, eran esas veces en las que Iván se veía tan adorable que solo sentía ganas de abalanzarse sobre él y llenarle la cara de besos (pero claro estaba que nunca, NUNCA, diría esto en voz alta... NUN-CA)

-¡Por supuesto!- sonrió alegre- solo deberemos lavarla y estará como nueva, si lo hacemos ahora hasta puede que haya tiempo suficiente como para llegar temprano a la reunión aru.

Huellas (Rochu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora