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Sebastián besaba a Ciel apasionado y demandante mientras una de sus manos se deslizaba traviesa asta el miembro deseoso y palpitante del menor masageandolo, haciendo gemir al menor - ¡Sebastián!- Ciel acaricio el rostro del mayor que lascivo lo miraba mientras continuaba con el trabajo - ¡Te quiero Sebastián! - gritaba una y otra vez mientras el lascivo demonio engullia su miembro haciéndolo tiritar de placer.

Sudoroso y ruborizado se despertó Ciel en una cama extraña, no era la de la lúgubre casa de Sebastián y tampoco la de su mansión. Era una habitación humilde, entraba olor a higuera y tierra mojada por lo que estarían cerca del campo, parecía ser de noche y no paraba de llover. En un momento una fina brisa se topó con su cuello erizando su piel. Despacio se gira para ver que acurrucado a su lado y aparente dormido y con expresión de tranquilidad se encontraba Sebastián abrazándolo de la cintura dubitativo de si hacer algo o quedarse así, pero una incomoda erección hacía imperiosa la necesidad de moverse e inútilmente intento liberarse que no consiguió más que apretar más el enlace y una sonrisa pícara en el rostro del mayor .
- Suéltame demonio, se que no duermes - Los carmesies ojos del otro se abrieron con expresión lujuriosa
- No puedo disfrutar de mi bocchan gimiendo mi nombre en sueños - Ciel se ruborizó exorbitantemente e intento deshacerse del abrazó otra vez soltando un involuntario gemido al rozar su miembro contra los brazos del otro a lo que se tapó la boca con ambas manos - Quiero escucharte Ciel, por favor dame ese capricho - Sebastián colo sus manos bajo las prendas del menor acariciando el húmedo miembro del menor que parecía muy sensible a cualquier roce - ¿Se siente bien?
- Para demonio pervertido - entre gemidos intentaba ocultar lo evidente, que lo disfrutaba. Sebastián sentándose sobre las piernas del menor y sujetando sus muñecas para inmovilizarlo comenzó a masturbarlo por el mero hecho de querer escucharlo gritar su nombre. Al principio opuso resistencia pero poco a poco dejo de oponerse dejándose llevar por el placer. Sebastián se acercó al oído del menor - Yo también te quiero Ciel Phantomhive - Ciel quedo estático mirando al otro, el rojo del más ardiente fuego choco contra el azul del más gélido hielo durante unos segundos en los que Sebastián le dio tiempo a terminar el trabajo lamiéndose la mano con el perlado fluido. -eres mi dulce tentación - Cuando por fin reaccionó el menor completamente abochornado se dio la vuelta uniendo su cara en el colchón apoyando su espalda y trasero contra el pecho del mayor que sonriendo quitaba con rapidez y sensualidad la ropa del menor, acariciando cada centímetro de piel expuesta. No era que su mayordomo no lo excitase, de hecho era su mayor deseo, pero Ciel sabia que no debía , al menos eso decía su cabeza, porque su miembro parecía querer más de esa demoníaca presencia y su corazón latía desbocado con su mera presencia.
Ciel no resistiéndose más a los demoníacos encantos de su mayordomo que lo estaban llevando a la locura comenzando a restregar su cuerpo por el del mayor sintiendo al poco como se clavaba la erección en su trasero, notando como le temblaban las piernas al mayor y ahogaba gemidos cada vez que el trasero llegaba a tocar el miembro.
- Ahora eres tu el que esta en aprietos demonio pervertido - Ciel se giró deslizando sus finas piernas sobre la humedecida erección de Sebastián que miraba con una mezcla de dolor y placer. El pantalón de tejido de rígido tejigo aprisionaba la erección y contra más se frotaba el menor más necesidad sentía el mayor de aflojar la presión en su miembro.
- Que cruel bocchan, excitarme así para ahora dejarme asi de caliente- Sebastián lamía el cuello del menor - Es un sádico - susurraba al oído del menor con fingida inocencia dejándose caer encima suyo frotando su miembro con el del menor que volvía a erguirse ante sensual toque - O quizá si - Al levantar la vista Ciel se tapaba la boca con una mano cerrando los ojos con fuerza movía sus piernas incomodo.
- Ahhhh Sebastián no me dejes así - decía Ciel casi suplicando sexo en una escena que le pareció tierna a Sebastián - Hazlo ya estúpido - En un momento se quitó los guantes ayudado de su boca dando tres dedos al menor
- Lamelos - sin replicar más Ciel había comenzado a lamerlos de manera sensual y tortuosamente lenta mientras Sebastián perdía los nervios. En un momento dado los saco de su boca y los introdujo en la entrada del menor comenzando a simular embestidas mientras con lamía con delicia y deseo el pecho del menor - Me tienes en mi límite - extasiado Ciel abrazaba a Sebastián rasgando su piel con las uñas dejando caer gotas del rojo fluido sobre él. Retirando los dedos se quitó el pantalón mostrando su miembro palpitante casi asustando a Ciel.
- Eso no va a entrar - con la voz entrecortada y tapandose la cara de vergüenza con las manos decía esas cortas palabras que se antojaban inocentes al mayor.
- No te preocupes, relájate - Con un beso profundo lleno de lasciva coloco las piernas del menor a su cintura y penetró de una estocada al niño que no pudo más que gritar y arañar con fuerza y rabia el pecho del otro. - no me moveré asta que tu no lo digas, dame una oportunidad, relájate - Sebastián mostró una sonrisa, Ciel no sabia si era por las lágrimas que comenzaban a brotar distorsionado su visión pero parecía una sonrisa sincera, la más sincera qué había podido contemplar de ese oscuro ser, casi de cariño. Comenzó a masturbarlo para hacer qué olvidase el dolor ¿como podía? Se preguntaba Sebastián ¿como podía albergar sentimientos tan humanos como el amor? Más por un niño terco caprichoso y lujurioso como ese.
- ya puedes moverte - le susurró Ciel al oído obsceno comenzando a mover las caderas seguido mordió tímidamente el cuello del mayor sin saber muy bien como actuar.
- Tengo un amo lujurioso - exhalaba comenzando con el desenfrenado ritmo que enloquecía al menor que mordiéndose un dedo intentaba evitar gemir. Cada estocada certera qué daba en el punto sensible del menor lo hacían contraerse dejado en una deliciosa estrechez al miembro del mayor - Eres deliciosamente estrecho Ciel - Sebastián apartó la mano de Ciel de su boca - Quiero oírte gritar de placer - acelerando el ritmo notando la deleitable sensación de sentir su miembro estallar.
- ¡Sebastián! - gritó mientras se arqueaba manchando el pecho de Sebastián y suyo disfrutando de la placentera sensación.
- Que injusto qué no me esperase para venirnos juntos - justo entonces su interior se llenaba de aquel exceso líquido dejando a ambos amantes extasiados sobre la cama.

- ¿Se sintio bien? - Sebastián ahora tumbado al costado del menor lo miraba pues su imagen infantil mezclado con el rubor y el sudor de después del sexo se le hacia muy tierno. Ciel se poso totalmente desnudo sobre el cuerpo de Sebastián poniendo su cabeza sobre el acelerado pecho del mayordomo.
- Tienes la habilidad de hacer qué todo se sienta bien - Ciel hacía círculos sobre la piel del mayor con su dedo, desde que lo saco de la mansión su carácter a pesar de fuerte se volvía un poco más sincero consigo mismo y quizás más sumiso cuando la situación lo requeria- Asta la muerte me parecía hermosa si era a tus manos - beso la piel del mayor comenzando a caer en los brazos de Morfeo .
- Jamás dejaré qué nadie te toque, tu eres mio Ciel - con esa frase retumbando en sus oídos y la mano de Sebastián acariciando su espalda se quedo dormido de nuevo el Conde. - Tampoco perdonaré a los que atentaron contra ti

Kuroshitsuji: Book Of HellDonde viven las historias. Descúbrelo ahora