Capítulo 16
—Nos conocemos bastante bien... —Debbie le dedicó una sonrisa ladeada.
—Para mí mala suerte... —Dimitri bufó y se pasó las manos por el cabello— Es una larga historia, María. Te la contaré después.
—No importa, pero... —María comenzó a tener arcadas y no pudo terminar ni lo que iba a decir. Las arcadas se hacían más y más remarcadas, hasta que no pudo aguantar más y vomitó ahí mismo.
—¡Ay! ¡Mis zapatos! —Debbie chilló e hizo saltitos.
—¡María! ¿Estás bien? —Dimitri apagó el auto y salió enseguida de este para levantarle el cabello y tranquilizarla.
—Sí, yo... —Y de nuevo, más vómito. Ahí iba todo su desayuno de esa mañana.
—Vamos, échalo todo. —Dimitri bromeó y siguió dándole palmaditas en la espalda. — ¿Te sientes mejor?
—Sí... Gracias.
—¿Y yo qué? —Debbie exclamó enojada— ¡Qué asco! ¡Mis zapatos!
María fijó su vista en los zapatos lujosos de Debbie. Tenían algo de vómito salpicado.
—¡Oh, discúlpame! —articuló asustada— ¡De verdad discúlpame! ¡No fue mi intención!
—Eran nuevos... —Debbie frunció los labios y el ceño, con los brazos cruzados.
—No empieces a hacer tus berrinches, Débora. Sabes que no funciona conmigo, ni lo hará con María. —Al parecer Dimitri conocía bien a la pelirroja, pues sabía que ella solía hacer berrinches cuando algo le pasaba o no le salía.
—De verdad lo siento... Lo siento mucho. —replicó María.
—Basta, ¿qué te dije de volver a disculparte innecesariamente? —Dimitri la miró molesto— Son unos simples zapatos, y ella puede comprarse todos los zapatos costosos que quiere.
—Agh, da igual. —Debbie puso los ojos en blancos y se quitó los zapatos asqueadas, para luego sacar unos tacones que llevaba en su bolso. —Dimitri la observó— ¿Qué? Una mujer debe estar siempre prevenida. María estaba totalmente apenada, pero sabía que si volvía a disculparse Dimitri se molestaría mucho con ella. Así que sólo se quedó callada, con la vista al piso.
—¿No piensas recogerlos? —el francés le reclamó a Debbie cuando vio que los dejaba en una esquina del piso.
—En mi vida haría algo así, tienen vómito salpicado. —la pelirroja se encogió de hombros— Si alguien los toma será muy afortunado.
Dimitri exhaló con pesadez y se puso en cuclillas tomando los zapatos. Sacó una servilleta de su bolsillo y limpió las manchas de vómito para después tirar el papel en un bote de basura.
—Ten. Ya están limpios. No malgastes el dinero, Débora. —Dimitri se los entregó y Debbie los tomó asqueada.
—En fin, ¿estás bien, chica? No eres bulímica, ¿verdad? —le preguntó a María. Ésta negó con la cabeza.
—No, yo sólo...
—Está embarazada. —Dimitri respondió en su lugar.
—¿¡Embarazada!? No me digas que... ¿de ti? —Debbie abrió la boca y los ojos casi se le salían de la sorpresa.
—...No. No es mío. —replicó, suspirando. — Es de... otra persona.
—Vaya, tienes cara de que no matas ni una mosca. —la chica observó a María con detenimiento— Pero veo que te gusta la vida loca.
—No es eso, no... —María tragó saliva— Fue un error.
—¿Un error? ¿No te sabes otra excusa? Todas las mujeres dicen eso... —Debbie se carcajeó pero dejó de hacerlo cuando vio que Dimitri casi la mataba con la mirada— Vale, haré como que te creo.
—De verdad fue un error, pero no tenemos por qué explicarte Débora.
—Bah, no importa, yo pensaba que estabas pasada de peso nada más, por eso la barriga gorda.
Dimitri se acercó a su auto y abrió la puerta del copiloto .
—María, creo que hay que irnos.
—Eh... sí. Nos vemos. —María miró por última vez a Debbie y luego se subió al auto de él.
—¿En serio no piensas llevarme a mí también? —Debbie se cruzó de brazos de nuevo, en una posición de reclamo.
—No me necesitas, Débora, no te hagas. Tienes tu propio auto y tu propio chofer. —Dimitri exclamó un segundo antes de subirse al asiento del piloto y arrancar el auto.
—Estúpido francés. —Debbie puso de nuevo los ojos en blanco y llamó a su chofer para que pasara por ella.
María se sentía mal por todo el alboroto sucedido unos momentos atrás. Se tocó el vientre, jamás había tenido los síntomas comunes que las embarazadas solían tener.
—Supongo que tienes síntomas atrasados. —Dimitri bromeó como si le hubiera leído la mente.
—Gracias por cuidar de mí, Dimitri. Y... perdón por lo que le hice a tu amiga. —María volvió a disculparse, pero esta vez Dimitri no le dijo nada.
—No es mi amiga, no te preocupes. —Dimitri le dedicó una sonrisa en la que no tenía nada de alegría.
—¿Por qué la tratas tan mal? —María se atrevió a preguntar. Afortunadamente eran amigos, si no María ya estaría muerta de vergüenza por preguntar tan sólo eso.
—No es que la trate mal, o eso creo yo... —Dimitri ladeó la cabeza sin dejar la vista del camino y las manos bien puestas en el volante— Ella es la hija de uno de los amigos más cercanos de mi padre, y él siempre me ha obligado a cuidarla porque el padre de Débora y el mío son como uña y mugre. Lo detesto.
—¿Entonces la has estado cuidando desde que eran pequeños?
—Sí. Ella también vivió en Francia la mayoría de su vida. En mi mismo vecindario, para ser exactos. —Dimitri puso los ojos en blanco, imitando a Debbie.
—Pero se veía molesta porque la dejaste ahí... No debiste haber sido así. —María se sentía algo culpable, incluso cuando la pelirroja le había dicho de cosas aquel día del evento.
—Así es ella de berrinchuda. Además, Débora siempre me trató mal cuando era un niño feo y ñoño... Hasta que me volví "guapo".
—¿Cómo?
—Cuando me volví un artista famoso de repente Débora comenzó a tratarme bien y a coquetearme. Pero yo siempre la he rechazado. —Dimitri y María rieron— Nuestra relación es de gatos y perros, pero no es una chica mala por naturaleza. El dinero la volvió así, como a todos.
—¿A ti también? —María preguntó sonriendo y Dimitri la miró por varios segundos con obviedad— Vale, vale. Estaba bromeando, eres el millonario más divertido que he conocido.
—Más te vale. —Dimitri bromeó también y ambos rieron.
Llegaron frente a la casa Hutcherson y Dimitri le abrió la puerta para que se bajara.
—Gracias por traerme, Dimitri. Realmente no quería venirme en autobús.
—Si presentas otros síntomas que sean anormales a los de tu embarazo no olvides decírmelo, ¿vale? —Dimitri exclamó— Estaré vigilando tu salud.
—De acuerdo, doctor. —María sonrió y se dieron un beso en la mejilla para despedirse. Al estilo francés.
—Nos vemos, Robin.
Dimitri, con una sonrisa en el rostro, subió a su auto y se encaminó a su propia casa.
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The Ugly Cinderella
Romance¿Qué pasa cuando eres muy fea y terminas embarazada del chico más popular a los tempranos veinte años? Todos los derechos reservados.