Capitulo 2

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Mi respiración estaba entrecortada, no de cansancio era el miedo lo que no me dejaba respirar con un nudo en la garganta aguantando mis ganas de llorar y la impotencia del coraje. Pasaría a ser una víctima más de feminicidio sin que mi caso se resolviera.

¿Quién se iba a dar cuenta de mi ausencia?

Había corrido más de dos cuadras con todo lo que mis piernas daban, la lluvia seguía cayendo, la caja ya no era caja, solo un simple cartón mojado que se deshacía en mis brazos. Mi gata estaba desesperada por el agua.

Y yo por más que buscará ayuda no encontraba, los locales ya cerrados, autos no había.

Estaba sola.

Y algo desorientada.

Miré atrás de mí aún no se aparecía, baje la intensidad de mis piernas para poder concentrarme y ver bien por dónde iba.

¿Lo había perdido?

Me di cuenta que estaba llegando a un callejón donde varios edificios de condominios estaban pegados sin embargo estaba en el lado trasero de éstos, tenía que regresar de nuevo a la calle principal.

Una señora salió de su departamento con su paraguas caminando rápido del otro lado de la calle.

—¡Ayuda!— grité, corriendo hasta llegar a ella.— ¡Alguien quiere secuestrarme!

Ella me miró y apresuró más su paso.

—¡Jodida drogadicta no te me acerques!.—grito

Me quedé parada por un momento tratando de asimilar mi situación.

Yo muy buena pinta no traía, estaba empapada con un gato en mis manos. Mis medias blancas eran color chocolate por el agua de las calles, mi sudadera estaba llena de pelos pegados al igual que mi falda.

El nudo de mi garganta se soltó y comencé a llorar, seguí caminando a prisa por el callejón, hasta que me di cuenta que éste no tenía salida.

Contenedores de basura bloqueaban casi todo, poca luz de la farola llegaba a la pared de un edificio.

Detrás de mí escuché un motor de un vehículo que se iba acercando, me giré lentamente y ví sus luces, fuí retrocediendo hacia la oscuridad sabía que no me había visto, abrí una de las tapas de un contenedor y metí a la gata primero y salté dentro de él también.

Me acurruque rodeada de basura, respirando en silencio, con jadeos desesperados, mi gato se echó a un lado de mí y comenzó a ronronear. La lluvia que chocaba contra la tapa servía para que no la escucharan.

"En buen momento se te ocurre ronronear."— pensé y la abracé a mí.

El motor se detuvo, había más luz ahora.

Pesadas botas resonaron cerca.  Me congelé.

En mi mente suplicaba que se fuera y no se detuviera a revisar los contenedores de basura.

¿Porque se me ocurrió ir a casa y no a la universidad?

Si hubiese tomado el tren que me dejaba a dos cuadras de la universidad ahorita estuviera en mi clase del  profesor Shimano.

Ahora extrañaré sus exámenes sorpresa.

¡Joder!

Mordí mi labio para no hacer ningún tipo de sonido.

¡Mi mochila se quedó en su maldita camioneta!

¿podría ser tan estúpida?

Los pasos se detuvieron. La lluvia de pronto cesó.

MAFIA HERNÁNDEZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora