4: Como odio el instituto

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Y vino el lunes. Qué decir del lunes! Jimmy no vino a clase porque le dolía la cabeza, a saber de qué (no se lo digáis pero aún sigo guardando aquella piedrecita, se llama Petra). La Sra. Fergusson; una mujer cuarentona con el pelo negro y gafas, sin ganas de vivir la vida aparentemente, pasó lista. La primera hora de la mañana era la típica tutoría en la que se debía hablar de nuestro comportamiento y rendimiento, pero para bien o para mal a nuestra tutora le daba igual todo aquello. Recuerdo aquella tutoría de enero en la cual nos dijo:

-Yo no os gusto a vosotros ni vosotros a mí. Así que haced lo que queráis.

Y desde entonces no hacemos absolutamente nada en esta clase de primera hora de la mañana los lunes. Que por otra parte se agradece.

Normalmente esta clase era conocida por mí como la clase en la que escucharía a Jimmy quejarse de mil maneras diferentes de los lunes, pero por la gracia del universo hoy no era uno de esos días (Te  amo Petra). 

Y ahí estaba yo, empanado, con unas bolsas enormes, un sueño insostenible, y unas ganas tremendas de que llegase la siguiente clase. (Para los que no se hayan dado cuenta, era ironía). ¿Podía ser cierto?¿Tan pronto?¿tenía que haber empezado a flotar mi bolígarfo? al parecer nadie se había dado cuenta lo cogí al vuelo. estaba empezando a levantarme de la silla dispuesto a volar arrastrado por mi boli cuando de repente entra el director. Y se cae el boli y yo detrás (a pesar de haberme caído me sentí aliviado).

 El Sr. Richards, un hombre respetable ya tenía unas cuantas canas marcadas pero nadie sabía ciertamente decir su edad. Su barba de tres días  indicaba que era un tipo majo, sin embargo su mirada penetrante estaba alerta al más mínimo error de cualquiera de los estudiantes. Conclusión: si os lo encontráis por la calle...Portaos bien.

-Disculpe la interrupción Sra. Fergusson.

Dijo con un tono tranquilo. Al parecer no estaba enfadado con la clase como de costumbre.

-Adelante, no es molestia.

Dijo la Sra. Fergusson casi sin prestarle atención. Seguramente había algún caso más interesante que una visita del director en su revista del corazón.

-Disculpen alumnos por la interrupción, pero yo había venido por...

De repente sonó un móvil. No el de ningún alumno, sino el del director. Éste lo dejó sonando un rato corto, para mí que su expresión era de sorpresa, al parecer era raro que alguien lo llamase. Se lo sacó del bolsillo. Sí que parecía un móvil, pero no uno de los que yo hubiese visto, desde luego no lo anunciaban por la tele, y no lo exponían en ninguna tienda. Podría ser de esos antiguos que tienen algunos mayores renegados a aprender sobre las nuevas tecnologías, de todas formas tenía un aire moderno.

Lo miró, pulsó una tecla y el móvil dejó de sonar. Dijo después de esta interrupción:

-Sra. Fergusson, quiero una copia de la lista de su clase. Dentro de tres días tendré por separado una breve tutoría con todos y cada uno de los jóvenes de esta clase. Gracias.

Seguido, se fue.

-Oiga profe, ¿ha oído lo que ha dicho el director?

Dijo Gregory Standfield, un alumno que siempre estaba en primera fila, aunque no lo parecía porque a pesar de parecer un alumno de diez, no se veía reflejado en sus notas.

-Por supuesto que sí, ¿acaso dudabas de mi de que no me he apuntado...?

-¿Que el director le ha pedido una copia de la lista de la clase?

Dijo este, no se si para fastidiar o para salvarle el culo a la profesora.

-Ya lo sabía.

Dijo La Sra. Fergusson a pesar de que no lo sabía.

Y llegó la hora de, espera un momento, redoble de tambor por favor... ¡Sí! ¡VIVA! ¡Castellano! ¿Es esto posible? ¡Por fin castellano! ¡Ha llegado la diversión! 

(Para los que no lo han pillado. Otra vez, era ironía)

Pasado el día, llegué a mi casa aburrido. Quería llegar a casa y tumbarme en la cama a jugar a algun videojuego. Tiré la mochila y se quedó flotando (me dio igual). Estaba encendiendo ya la consola, cuando de repente...

Un zumbido de mi móvil. Una notificación:

-¿Oye Super-Nick me pasas los deberes y los apuntes?

Había escrito Jimmy. Esto me confirmó que él no había perdido la memoria.






Mi mundo patas arriba (literalmente)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora