– En este hotel hay cámaras en los ascensores, por seguridad – señaló levantando la vista hacia una esquina y distinguí perfectamente la figura negra y circular que sobresalía del techo.
– Entiendo – pasé saliva sintiendo como el rubor inundaba mis mejillas – pero, no iba a intentar nada extraño – agregué tontamente.
Él soltó una risita y movió la cabeza, seguramente el deseo se me notaba en los ojos, en la postura y en todo mi cuerpo. Finalmente la puerta se abrió y mi corazón latió aún más aprisa, estaba a escasos minutos de volver a tener lo que había estado esperando por dos días completos. Miré ansiosa como deslizaba la tarjeta para abrir la puerta, era la misma habitación de la otra noche. Me cedió el paso de nuevo y entró cerrando la puerta. Ni siquiera dejé que diera un paso más, me le abalancé y lo recargué en la puerta para besarlo con toda la urgencia que sentía, mi cuerpo se estremeció completamente al sentir su tibia lengua que se unía a la mía en movimientos frenéticos y desesperados mientras sus manos desabotonaban el abrigo y me lo quitaba. Me separó para mirarme y sonrió satisfecho al verme con aquel vestido.
– Wow – exclamó lamiéndose los labios – ese vestido sí que te queda bien, muy bien.
– ¿De verdad? – pregunté dándome una vuelta lentamente.
– Por supuesto, aunque a decir verdad se verá mejor en el suelo.
Se acercó y me tomó por la cintura, con la punta de su lengua lamió mi oreja izquierda y exhaló haciendo que su aliento entrara y me provocara una cálida sensación que recorrió cada centímetro de mi cuerpo hasta arquearlo. Bajó lamiendo hasta mi cuello y, una vez ahí, me dio pequeños besos mientras colocaba sus dedos en los tirantes del vestido y los bajaba, al llegar a la altura de mis senos deslizó hasta éstos sus manos y los masajeó por encima de la delgada tela del vestido, mis manos estaban sobre sus codos sujetándolos fuertemente, sentía que me desvanecería por las intensas sensaciones que sus caricias me estaban provocando.
Bajó su cabeza para lamer y besar el inicio de mis senos, hice la cabeza hacia atrás y después sujeté con mis manos su cara y la llevé hacia la mía para volver a besarlo apasionadamente, una de sus manos bajó hacia mi muslo y la metió por debajo del vestido hasta mi nalga que masajeó. Dejamos de besarnos para tomar aliento, dirigí mi boca a su cuello y lo lamí hasta llegar a su oreja.
– Quiero sentirte dentro de mí – susurré, mientras con una mano acariciaba su parte más vulnerable por encima del pantalón notando su erección.
Presurosa, desabroché el cinturón y bajé el cierre del pantalón mientras él sacaba un condón de una de las bolsas. Liberé su miembro que denotaba la misma urgencia que yo sentía mientras él sacaba el condón de la envoltura y se lo colocaba mientras yo me tumbaba en la cama y me quitaba la ropa interior. Él se quito el pantalón y se colocó encima de mí subiendo el vestido para introducirse en mí. Esta ocasión el gemido que escapó de mi boca fue más fuerte, él sonrió satisfecho mientras se movía suavemente dentro de mí mientras yo desabrochaba su camisa y se la quitaba para acariciar ese torso perfecto y marcado. Él puso su cara sobre mi hombro y jadeaba justo en mi oreja volviéndome completamente loca, yo acariciaba su espalda y bajé hasta sus nalgas que empujé para que se introdujera más profundo en mí, aceleró sus movimientos mientras me besaba y mordisqueaba mis labios, rompí el beso al sentir que llegaba al orgasmo para liberar el grito que estaba en mi garganta. Él se rió.
– Sshhh, van a pensar que te estoy matando – dijo sobre mi boca que permanecía abierta, con esa voz aterciopelada y ahora retorcida por la excitación.
– Y lo estás haciendo… de placer – dije sin ningún pudor, a estas alturas había olvidado por completo el significado de esa palabra.
Se levantó aunque todavía no terminaba, yo me hinque en la cama y me quité el vestido que estorbaba, él se sentó recargado en la cabecera y yo me senté sobre él, frotando nuestras partes más íntimas mientras lamía y mordisqueaba su oreja y con mis manos jugueteaba con sus pezones, él me sujeto por las nalgas y me levantó un poco, entonces yo tomé su miembro y lo dirigí hacia donde lo necesitaba, dentro de mi cuerpo, al sentirlo hice la cabeza para atrás y volví a gemir moviéndome acompasadamente, tomando el control de la situación, él subió sus manos a mi cabello y me quitó la liga que lo sujetaba, yo moví mi cabeza y coloqué mis manos entre mis cabellos para colocarlo a los lados de mis hombros, él tenía ahora sus manos en mi cintura y las movía hacia mis muslos, yo coloqué las mías sobre sus hombros para seguir moviéndome, nuestras miradas se cruzaron, ambos estábamos disfrutando las expresiones de placer que teníamos reflejadas en el rostro y los gemidos que se confundían. Sentí como explotaba en mi interior mientras apretaba mis nalgas y gemía, lo bese sintiendo como yo volvía a llegar al éxtasis total. Me quedé unos minutos recargada sobre su hombro, tratando de controlar mi respiración y después me senté a su lado, no pude evitar suspirar fuertemente y él me miró.
– ¿Ya te vas? – fue lo único que se me ocurrió decir.
– ¿Ya quieres que me vaya?
– No, es sólo que… bueno… la otra vez…
– Aún es temprano.
– ¿Sabes?, tengo una duda – dije mordiéndome el labio inferior.
– Dila, sólo recuerda que nada personal.
– No lo es… – estaba buscando las palabras correctas para hacer esa pregunta que me llenaba de vergüenza – bueno, como te diste cuenta, mi amiga no me explicó gran cosa y pues… yo me preguntaba si… – sentí que las mejillas me ardían por el rubor.
– ¿Si qué? – preguntó poniéndome más nerviosa porque me miraba fijamente.
– Pues… si hay… es decir… tengo que… pagarte – finalmente lo dije mirando hacia mis manos que jugaban con la colcha.
– ¿Te refieres a dinero? – dijo sonriendo divertido y yo quise que la tierra me tragara.
– Sí – respondí titubeante.
– ¿Y tú crees que la otra ocasión me hubiera ido sin mi pago?
– Supongo que no – reflexioné que me hubiera llamado para cobrarme.
– No soy un gigoló, si es lo que piensas, esto es sólo placer para ambos y créeme, no hay dinero suficiente para retribuirlo.
Me quedé muda, no me esperaba esa respuesta, en verdad tenía toda la razón, no contaba con el dinero suficiente para pagarle todas esas intensas sensaciones que me hacía sentir. Vi que se levantó y tomó su pantalón del suelo, buscó en una bolsa y sacó otro condón, eso provocó que sonriera y mordiera mi labio inferior. Sí, una vez más, con otra vez me conformaría por esta noche. Se subió a la cama y dejó el condón sobre la almohada, me jaló de las piernas para dejarme completamente acostada y con las yemas de sus dedos las fue recorriendo, desde el talón, se detuvo en las rodillas haciendo movimientos circulares y después subió a mis muslos que apretó ligeramente. Lamió mi ombligo y subió a mis pezones con los que estuvo jugueteando mientras con dos dedos frotaba mis labios vaginales, yo arqueé mi cuerpo y abrí mis piernas, él subió lamiendo hasta mi cuello y después me besó mientras colocaba su dedo en mi interior deslizándolo afuera y adentro. Como pude tomé el condón y lo saqué mientras él seguía dándome placer con su dedo, se lo di y vi como se lo colocaba, abrí más mis piernas y cerré los ojos al sentir como entraba de nuevo en mí.
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Rompiendo Reglas
RomanceNovelas de Abraham Mateo Sinopsis: Tres simples reglas a seguir: #1 No nombres. #2 No preguntas personales. #3 No lazos afectivos. Son las indicaciones que el desconocido da a ____ en su primer encuentro, pero ¿Para ambos será igual de simple seguir...