Capítulo 1: ¿Qué hice para tener amigas como estas?

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Un descanso es justo lo que necesitaba. Estas semanas hemos estado trabajando muy duro con Venecia y sí, me refiero a Emi.

Aprende rápido pero cuando tratamos de advertirle sobre las cosas con las que tiene que tener cuidado no presta atención. En realidad solo repite pero no demuestra lo aprendido con acciones. Ya empezamos a entender a los profesores.

Las lecciones empezaron junto al nuevo año y ya quiero que terminen. Cada vez estoy más agotada y no hay manera de acortarlas. Todavía tenemos que enseñarle a Emi como volar, controlar su rapidez y controlar también sus impulsos cuando huele o ve sangre. Es como un pequeño bebé al que debes enseñarle lo básico para crecer, dentro de todo, normal.

Nuestro objetivo es enseñarle a Emi a sobrevivir en el mundo de los vampiros. Tiene que aprender a convivir con las largas noches que pasará despierta y los días en los que querrá dormir hasta volver a ver la luna en el cielo. Tiene que aprender a ocultar su gusto por la sangre. Aprender a tener sus sentidos más desarrollados, a verse un poco más pálida en el espejo, a tratar de no mostrar sus nuevos colmillos, aprender a ser vampira.

Lo más duro de esto fue hacerla entrar en razón para que no se lo diga a sus padres. Si ellos se enteran probablemente entren en pánico o les pase algo peor y no queremos eso. Le dijimos que tenía que guardar el secreto por el bien de todos.

Después de haber estado recostada en mi cama un buen rato descansando mi cerebro y cuerpo decidí levantarme y hacer algo productivo. Es viernes y ya son como las cinco de la tarde y estuvimos entrenando a Emily desde que salimos del instituto.

– ¿Donde está mi blusa vieja? – hablaba en voz alta mientras desparramaba mi ropa.

Siempre la dejo en el mismo lugar pero al parecer a mi madre le gusta entrar en mi habitación a acomodar las cosas que yo dejo desordenadas,pero no entiende que yo encuentro las cosas más rápido en mi desorden.

– Hace lo mismo siempre. Pondré un cartel en la puerta que diga "prohibido pasar Margaret" o "tocar antes de entrar". Tal vez así no acomode lo que yo acomodo en mi desorden – me quejaba en voz alta – Cerraré la puerta con llave y le pondré candado si hace falta. – seguía tirando ropa al suelo.

– ¿Con quien hablas? – la voz de mi padre hizo que dejara de lanzar ropa.

– Hola papá, con nadie, es decir conmigo.– suspiré.

– Bueno dejame decirte que la idea de un cartel en tu puerta no esta nada mal.– opinó.

– Creo que cerrar la puerta con llave es mejor.– aseguré.

– Sí, esa es la solución.– concordó.

– ¡Aqui esta! – exclamé agarrando la blusa.

– ¿Saldrás con Frank?

– No, hoy tiene entrenamiento. Tengo ganas de pintar algo.– me encogi de hombros.

– Mejor así.– asintió y salió de mi cuarto.

Me puse la blusa y até un moño en mi cabeza. Saqué mis zapatillas y me quedé descalza,luego salí de la habitación. Mi padre estaba por entrar a la suya pero antes le hablé.

– No te preocupes por Frank que nos juntaremos mañana.

– Preferiría que siguieras pintando toda la semana.– dijo tranquilo.

– Richard, eres un padre muy celoso.– lo llamé por su nombre.

– Dime papá y todo arreglado.– entró en su habitación.

Me dirigí a mi estudio, si podía llamarlo así. Es mi cuarto especial, donde puedo estar sola y dejar que mi creatividad fluya. Al principio este cuarto sería de huéspedes o lo utilizarían para guardar cosas que realmente no usamos pero que probablemente en algún momento necesitemos. Al final decidieron hacer una buena obra y me dejaron este cuarto para que lo convirtiera en lo que quisiera. Decidí transformarlo en mi estudio de arte, así que trasladé todos mis dibujos aquí y los pegué en la pared, tengo unos pocos cuadros colgados y los demás son simples lienzos. Tengo mi lindo trípode para apoyarlos cuando pinto con acuarela, tempera u óleo. En otra parte de la habitación hay otro trípode pero éste tiene miles de hojas para dibujar con lápiz o cualquier otra cosa.

SobrevivirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora