Amor Imposible

CAPITULO 5

La semana transcurrió demasiado rápido y ya era sábado. No fue nada fácil ir de compras en busca de un vestido elegante, pues todos me encantaban y lamentablemente solo podía elegir uno. Pensé comprarlo online pero me dio ansiedad pensar si llegaba a tiempo o no. Créanme, estoy realmente nerviosa, Jonathan vendrá por mi para la cena en su casa y tan solo quedan diez minutos para que él llegue

— Mamá, dime ¿Estoy hermosa? — pregunte mirándome frente al espejo. Había optado por un vestido color negro en corte sirena y ajustado desde mis pechos hasta mis caderas, mi calzado eran color plateados al igual que las prendas.

— Claro mi niña, siempre lo estás — exclamó guardando una ropa en el armario.

— Pero no me estas mirando, ¡Mírame! John llega en diez minutos y debo estar lista

— Verónica — dijo y ahora si me miraba — Llevo viéndote desde que te estas arreglando, créeme, estas hermosa.

En ese instante, me escuche una notificación y supe que sería Jonathan. 

Tomé mi bolso y bajé las escaleras hacia el primer piso y justamente en la puerta estaba él. Tan hermoso se veía con su traje color negro, cualquiera diría que nos llamamos para ponernos de acuerdo en el color de vestimenta. Me despedí de mi madre y me monte en su auto, íbamos platicando sobre lo hermoso que nos veíamos. Uno al otro peleábamos por decir quién estaba más hermoso.

—Oye mi amor, creo que hay algo que no te he comentado — Dijo agarrando mi mano y la otra la mantuvo en el volante.

—Si, dime.

—La cena de hoy es por el cumpleaños de mi mamá. Cumple sus cuarenta y cinco años.

—Cariño pero, ¿Porqué no me dijiste nada? — hable sobresaltada — Que vergüenza, no le compre ningún regalo a tu mamá.

— Tranquila Verónica, yo le compre un regalo en tu nombre — me guiño el ojo, yo simplemente rodé mis ojos a la ves que sonreía.

Al llegar a su hogar Jonathan me presentó con los señores Dantes, son unas personas muy simpáticas y a pesar de ser de clase social más alta que la mía, me aceptaron como su novia. Mi suegra me dijo que ya soy como su hija. La cena continuó de maravilla, habían más personas, familiares de John y los amigos más allegados y aunque yo era una total desconocida me hicieron sentir a gusto. Al terminar el día ya todos los invitados se habían marchado. Estábamos en el patio trasero platicando y conociéndonos más a gusto.

—Pero hija llámeme David, no me diga señor, me hace sentir viejo — me dijo el papá de John con una copa de vino en sus manos.

—Bueno David, como iba diciendo, le agradezco a usted por criar tan bien a su hijo.