I. El culto a los dioses

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Sugiero leer mientras escuchan el audio que dejé en multimedia.

     Salía de mi choza, a pesar de que estaba construida a base de troncos, cañas y paja, me parecía un lugar muy acogedor, hasta podría llegar a decir que era la más hermosa en todo el clan, después de la de mi hermano el Cacique, claro

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     Salía de mi choza, a pesar de que estaba construida a base de troncos, cañas y paja, me parecía un lugar muy acogedor, hasta podría llegar a decir que era la más hermosa en todo el clan, después de la de mi hermano el Cacique, claro. En cuanto llegué a la solitaria playa me senté a contemplar el olaje.

Habíamos dejado listos los preparativos para el día de hacer culto a Maleiea, el dios creador, una fiesta importante para mi pueblo, pero se cruzaba con una celebración muy especial para mí, el día de honrar al dios mar, en conmemoración a esa fecha especial en que lo vi.


La luna brillaba en todo su esplendor sobre las calmadas aguas de la playa, ya casi todos habían regresado a sus casas, listos para dormir y así terminar el día, pues desde muy temprano comenzaba la celebración y mi hermano en persona se había encargado de que así fuera.

Desde detrás de las palmeras me ordenó ir a dormir, no sólo para estar preparada para recibir el día de Maleiea, sino también porque era peligroso que anduviera sola por la playa a esas alturas de la noche.

Se preocupaba por mí y me seguía viendo como la indefensa hermana menor, aún cuando ya era toda una mujer fuerte e independiente.

Los minutos pasaban y yo seguía en la playa, no había ningún rastro de algún Wayú por la zona. El viento corría y erizaba mi piel, fue entonces cuando el agua empezó a burbujear y él salió de allí, lo recuerdo perfectamente, era alto y fuerte, tenía su pecho descubierto y era adornado por una especie de armadura, sobre su cabeza llevaba una corona y el resto de su cuerpo era una larga cola de pez azul oscuro que se confundía con el mar que era oscurecido por la noche y en su mano lleva una especie de arma extraña, al parecer tenía tres picos y era de oro. Creí que alucinaba pero todo cambió cuando escuché su gruesa y potente voz.

—Cuídate de las peligrosas aguas, bella mujer. Atlas oculta muchos secretos.

Sin decir más, se sumergió y desapareció en el olaje, fue en ese momento en el que mi forma de ver y pensar las cosas comenzó a cambiar.

¿Qué habría querido decir con Atlas? ¿Se refería al mar? ¿Existían más criaturas como él? ¿Cómo era posible que un hombre viviera bajo el agua?

Esas y muchas más preguntas divagaron por mi cabeza.

—¡Amara! — Escuché la voz de mi hermano y de inmediato abandoné mi impactado estado—. ¡Ya es tarde, te he dicho que vayas a tu choza!

—Está bien —contesté mientras me levantaba—. Estaba a punto de irme.


Así fue como lo conocí y supe que él existía y desde ese día, le celebré un culto especial. Era tarde, sería un gran día y debía dormir lo suficiente para ello, así que volví a mi hogar.

Medusa Acuática ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora