La nueva enfermera

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Marzo de 1942, Alemania nazi.

El Holocausto había sido fatal para los míos: toda mi familia había muerto a manos de los nazis, pero eso es algo de lo que prefiero no hablar ahora, y tampoco viene al caso. A mí por poco me habían enviado a un campo de trabajo situado en Auschwitz; había conseguido deshacerme de los dos soldados que me custodiaban y escabullirme para encontrarme con el que se convertiría en el dilema que definiera mi vida: cómo sobrevivir. La única opción que se me ocurrió para no levantar sospechas fue alistarme en el ejército. Daba el pego: piel clara, cabello castaño, ojos azules, alto y bien formado; de hecho, algunos soldados alemanes envidiaban mi aspecto, bastante más acorde que el suyo con los cánones arios. Fui enviado a un destacamento de mi ciudad natal: Núremberg.

Allí comprobé que los soldados vivían mejor de lo que lo llevaba haciendo mi familia últimamente y no tardé en integrarme. Me esforzaba por ocultar el asco que me provocaban los nazis e imitaba las reacciones de mis compañeros para no destacar más de la cuenta, manteniéndome siempre un tanto más inexpresivo que ellos; al fin y al cabo, tampoco tenía que malgastar más energías de las necesarias en fingir emociones muy extremas, podía pasar simplemente por una persona introvertida. Mi superior se interesó en mí al apreciar que trabajaba mucho y me quejaba poco, y a menudo me invitaba a su oficina a disfrutar de un buen vaso de whisky escocés. Exquisito. Mi único placer en aquel lugar a parte del tabaco.

Era callado y difícil de sorprender. Mis compañeros me respetaban y apreciaban, pues siempre estaba dispuesto a hacer un turno extra. Nada llamó mi atención... hasta que la vieja enfermera fue sustituida por una joven y atractiva mujer rubia. Nicole, me había parecido oír entre mis excitados compañeros, junto a algún comentario que me provocaba náuseas. No podía negar que era preciosa, porque... sí, lo era. Mucho. Solo verla a lo lejos ya me había quitado el aliento; no podía imaginar lo que sería tenerla cerca. Pero vivir en un campamento militar durante meses sin más compañía femenina que la de la vieja enfermera (si es que a eso se puede llamar femenina, porque era más masculina que la mayoría de los soldados), o que una mujer sea muy guapa no te da derecho a decir esas barbaridades... en fin, podemos decir que nunca tuve a mis compañeros en alta estima. Por muchos motivos. Pero al menos, desde la llegada de Nicole Rosenbaum mi día a día dejó de basarse en matarme a trabajar lo máximo posible para tener la mente ocupada, pues mi subconsciente siempre se empeñaba en revivir la muerte de mi familia una y otra vez, y aquel extraño incidente que me salvó de morir con ellos.






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