Nicole

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Marzo de 1942, Alemania nazi,

campamento militar de Nuremberg.

Aquel día, uno de los mejores de mi vida, comenzó como cualquier otro en la rutina del campamento. Recuerdo cada detalle como si fuera ayer. No sabía que iba a vivir uno de esos momentos decisivos de los que se habla en el cine o la literatura. De hecho, cuando mi supervisor me mandó descargar el camión de suministros reprimí un suspiro de resignación y traté de mentalizarme para una de las tareas más tediosas que nos podían encargar. Tenía dos opciones: descargar las cajas como una persona normal, eternizarme y hacer pausas para no quedarme sin espalda entre caja y caja; o descargarlo todo lo más rápido posible, quitármelo del medio cuanto antes y poder disfrutar del resto del día libre con un maravilloso dolor muscular. Y sabía por experiencia propia que este duraría varios días.

Llevé la primera caja a la enfermería planteándome aún qué opción elegir. Se suponía que debía buscar al encargado de hacer el inventario del material médico y asegurarme de que estaba todo. Ignoré las escandalosas voces de los compañeros que me crucé por el camino; todos, como siempre, evadiéndose de sus tareas en la medida de lo posible. Entré en la enfermería y busqué con la mirada a la persona a la que debía entregar las cajas. Dentro solo estaba la enfermera: Nicole. Miraba con atención unas hojas de papel; casi parecía que quisiera taladrarlas con la mirada. Había visto esos papeles antes, eran los que usábamos en el campamento para hacer el inventario. A lo mejor no me esperaba un día tan horrible, al fin y al cabo. Podía tomarme mi tiempo descargando las cajas y pasar el día con una mujer hermosa en vez de soportar los comentarios estúpidos de cualquiera de los soldados y fingir interés en la conversación. Recorrí la distancia que nos separaba aprovechando para observarla y analizarla. Realmente no exageraban sobre su belleza. Por poco no seguí caminando y choqué contra ella una vez llegué a su altura. Sacudí la cabeza y me tomé un momento para despejarme. Carraspeé para llamar la atención de la enfermera y deposité la caja con toda la suavidad que me fue posible junto a ella.

- Es el nuevo material que acaba de llegar - anuncié permitiéndome observar su rostro durante unos segundos más para grabar en mi mente todos los detalles.

Ella me miró enarcando una ceja. ¡Vaya! Si ya me quitaba la respiración de normal verla de lejos en el campamento, no iba a tener forma de concentrarme teniéndola tan cerca; y menos aún si me seguía mirando con esos ojos. Seguí actuando con naturalidad mientras mentalmente me instaba a mantener la cabeza fría. Seguro que estaba harta de que los soldados la miraran embelesados y le dijeran guarradas, así que me obligué a desviar la mirada de aquellos ojos tan bonitos y la dirigí a la caja a modo de indicación. Ella la siguió, reparando en el paquete, y asintió, dedicándome después una sonrisa no muy creíble.

- Ya era hora. Un poco más y tengo que coseros con horquillas - comentó despreocupada al ver la caja. Igual no solo era guapa, sino que podría mantener una conversación estimulante con ella. Tal vez aquel campamento no estaba tan mal -. Déjelo por ahí, ya lo ordenaré yo, supongo... - añade con un suspiro de resignación.

Entrecerré levemente los ojos al oírlo. Supuestamente el encargado de hacer el inventario es el que debe ordenar y guardar todos los materiales, pero yo siempre ayudaba a hacerlo. Así la tarea me llevaba algo más de tiempo y podía mantener la cabeza ocupada en algo. Además, descargar todas esas cajas resultaba agotador y si el compañero que me tocara decía que le había ayudado, nuestro superior solía dejarme el resto del día libre. Si me salía bien la jugada, podía leer una y otra vez los pocos libros que había rescatado de mi casa. A veces el coronel incluso me invitaba a un delicioso vaso de whisky como recompensa por mi eficiente trabajo.

- Bueno, no me han encargado nada más que traer las cajas... de momento. Si quiere, cuando acabe puedo echarle una mano - ofrecí mientras me asomaba al interior de una de ellas torciendo el gesto, preguntándome para qué serviría todo aquello.

They can't take that away form meDonde viven las historias. Descúbrelo ahora