Un cuento para Asia

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-Cuéntame un cuento, ¡cuéntame un cuento!- dijo la pequeña niña de ojos verdes, a la vez que con sus manos se aferraba a la camisa de su padre intentando subir a su regazo.

El hombre con mucho cuidado la acuno en sus brazos, cual luna en cuarto menguante, y beso su nariz.

-¿Qué quieres que te cuente, Asia?- Le pregunto mientras la mecía.

La niña sonrió amplia mente y contestó decidida -cuando papá conoció a mamá-.

Su padre guardó silencio unos minutos, y suspiró. Asia siempre le pedía que le contara cosas sobre su madre. Cuánta pena le daba tener que estar separados.

Era nochebuena, y el vuelo se había demorado lo suficiente como para que la niña de 5 años se inquietara y extrañe estar en su casa, con sus abuelos. Aún así el viaje era importante, y debían esperar en el aeropuerto lo que fuese necesario.

Una diminuta mano en su mejilla lo sacó de sus pensamientos, y se encontró con la mirada preocupada de su hija. 《Cuánto se parece a su madre》 pensó.

Se aclaró la garganta, y con tono divertido le prohibió que se durmiera antes de que llegue el final de la historia.

Asia asintió y se volvió a acomodar.

-Hace muchos años atrás- dijo a la vez que le guiñaba el ojo -cuando aún no tenía Barba, ni tenía estas arrugas en mi frente, trabajaba como escritor para una sección de poesías en la radio local del pueblo, entre melodías y letras. Por ese entonces, todavía vivía con tus abuelos. E intentaba ayudarles en lo que podía, pero no alcanzaba.
Trabajar y estudiar no me resultaba sencillo. Algunas veces me sobre exigía, cegado por creer que mientras antes pusiera fin a la carrera, mayores serían mis triunfos. Pero un día, pasé mi límite. Poco después caí enfermo. -No fue realmente algo grave- le dije suavemente depositando un beso en el entrecejo arrugado de Asia,- pero tus abuelos se preocuparon y me pidieron que tomara un descanso de la rutina. Unos pocos días en algún lugar tranquilo.
Así fue que llegue, al lugar que vamos a ir ahora. -Dije mirándola de reojo.- Muy cerca de ahí, hay una arroyo cristalino. Allí es donde vi a tu madre por primera vez.

El cielo se veía espeso como humo, las nubes cubrían todo y la lluvia no tardaría en aparecer. Yo había salido a pasear por los alrededores, sin premeditar que no era lo más acertado. El aire estaba fresco y el olor a tierra húmeda me atraía cada vez más en dirección al arroyo.

-Pero algo me detuvo.- dijo cerrando los ojos, inmerso en el recuerdo-
Una canción.

La voz más dulce que había escuchado en mi vida, hilaba palabras que no llegaba a comprender. No era nuestro idioma. -Claro que no lo supe hasta varios días después-. Aunque busqué con la vista algún rastro de esa voz, en cuanto la lluvia se intensifico, sólo fui capaz de seguir mis pasos de nuevo a la cabaña.

Desde ese momento mi viaje de descanso se convirtió en un viaje de búsqueda. Salía a caminar tres veces por día, intentando ocultarme a mí mismo que lo hacía por encontrarla. -Aunque no estaba teniendo mucho éxito.

-Pregunté también en las otras cabañas cercanas si había alguna mujer joven en la zona. Pero resultaron ser pocas parejas de ancianos y dos escritores ermitaños que nunca veían la luz del día.

Estaba pensando olvidar el asunto al cuarto día - o eso creí- pero desperté en medio de la noche con la canción en mi mente. 《Estoy enloqueciendo, de seguro》 pensé.

Salí así, en pijama, a dar una vuelta por el arroyo. Al llegar al borde, me senté cruzando una pierna por encima de la otra, y mire al cielo. Nunca brillaron más la luna y las estrellas.

-Acostumbrada a la vida en la ciudad, un cielo no era cielo desde que tenía 8 y había ido de campamento con el colegio. -Estaba realmente feliz, y recuerdo que pensé; que era muy afortunado. Los problemas parecían ser tan livianos como plumas, y desee poder volver a visitar ese arroyo alguna vez.

Fue en ese momento, que note que todo dependía del enfoque que nosotros mismos le damos a la vida. Yo la había visto como a mi enemiga, cuando podría haber visto lo bueno que tenía a mí alrededor.

Y entonces pasó.

Tan repentina como silenciosa, una gota siguió a otra, y deje salir todo lo que tenía guardado. Toda la frustración, todo el esfuerzo en vano, todo el tiempo perdido.
-Me sentía débil, y lo era, pero estaba dispuesto a aceptarlo, a comenzar de nuevo, e intentarlo una vez más. -
La brisa alborotada mi pelo y secaban las lágrimas en mis mejillas. El alivio llegaba al fin a mi alma.todo va estar bien ahora me jure.

Y de la nada, el vacío que me rodeaba desapareció al levantar la vista.

Lo primero que noté, fue su pelo anaranjado como el fuego flotando en el agua, sus ojos verdes, y su piel blanca y expuesta. -Supe al momento en que la vi que era ella, pero su belleza no era posible para una humana.

Una ninfa pensé.

Lejos de asustarme, extendí una mano a la joven que me estudiaba temerosa. Me sorprendió que luego de una breve indecisión, la aceptara, y se aproximará más en vez de huir. Extendió sus dedos hasta rozar mi mejilla, y secó una lágrima.

Probablemente nunca vio a nadie llorarsupuse al ver la curiosidad en sus ojos. Y le sonreí, para mostrarle que todo estaba bien.

•••

En cuando el padre de Asia abrió los ojos para ver el rostro de su hija, encontró los de ella cerrados y con una bonita paz en sus facciones.- Esta vez te dormiste antes, princesa. -Le susurró. Y como si su corazón tuviera la imperiosa necesidad de recordarlo una vez más, continúo la historia para sí mismo.

-Y nos enamoramos, Asia- como por arte de magia, ella nunca huyó de mí. -Aunque no estemos juntos ahora, todavía nos amamos. -Te amamos.- Algún día quizás entiendas, que mamá no puede alejarse de aquel arroyo, como nosotros no podemos permanecer ahí. El mundo humano, es tu hogar. El mundo de las ninfas, un secreto, que te observa crecer de lejos, muy de vez en cuando...

Fin

Un cuento para Asia #CuentosConEmylRadioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora