2° Capítulo

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EL FINAL DE ESTE INFIERNO...

Después de aquel incidente volvimos a lo mismo, mamá parecía sentirse culpable y mermo un poco su agresividad.

Creo que es más que obvio la extrema pobreza en que vivíamos, todo era racionado, en lo mínimo de lo mínimo otra ves, leche en polvo de dos cucharadas se reducía en uno, las galletas cuando estabas por sentir el sabor ya terminaba y todo estaba guardado bajo llaves y no quedaba de otras que esperar la otra comida.

Al cabo de un tiempo mamá consiguió una pareja y lo llevo a vivir en casa. Y nuestra casa era una habitación de tres por tres y un corredor que seria la cocina y el baño estaba afuera en el fondo del patio. En la habitación había dos camas, la mía que compartía con Alberto mi hermanito y la otra ella con Dario su nueva pareja. Recuerdo que este hombre tomo posesión de mi casa como si nosotros no existiéramos, era mamá y él solamente, como no teníamos ventilador y mucho menos aire acondicionado dormíamos con la ventana abierta y con la luz de la luna se divisaba todo lo que ocurría en el cuarto . . .Cuantas veces veíamos a mamá teniendo relaciones sexuales y cada uno de los movimientos de los dos y debíamos mantenernos más callados que nunca, porque si por esas cosas de la vida se nos escapaba una tos e interrumpir el sagrado ritual sexual de los dos, quien sabe que consecuencias Sufriríamos, pero la verdad no se que dolía más el castigo si hiciéramos ruido o verle a nuestra madre así, que hasta ahora con solo recordarlo se me derraman a mares las lágrima.

Ahora teníamos un nuevo jefe aparte de mi madre, el cual era Darío y teníamos que complacerlo en todo, porque si mamá lo encontraba de mal humor, sufriríamos las consecuencias. Había veces que se le acababan sus cigarrillos a las once de la noche y con ese frío que congelaba hasta los huesos, despertaba a mi hermano de 7 años, sacudiéndole le decía.

-Vé a comprarme una caja de cigarrillos y tráeme una cerveza.- y él tenía que levantarse e irse, descalso y con apenas una camisa puesta,en un barrio donde todo era yuyales, barro y sin electricidad se iba sin reclamar le tomaba media hora en llegar hasta el almacén y otra media hora en volver a casa.

"Que dolor, que rabia empezaba a sentir por los dos"

Luego Darío se volvía cada vez mas exigente en todo y empezó a desear otras cosas, Yo, pero mamá estaba totalmente cegada por ese hombre y muy poco le importábamos nosotros, eso era ya mas que obvio. Y las cosas ya tomarón otro rumbo, el objetivo de ese hombre ya era yo. Tomé coraje y le conté a mamá, pero no me sorprendió su respuesta... No me creyó y se sintió muy humillada por mi, me hizo hacer pedirle disculpas por esa supuesta "gran calumnia" a Darío y encima me molio a palo y eso era para que nunca mas volviera a decir mentiras y me recalcó

-Por ti yo no voy a perder a este hombre !!- Me lo dejo bien claro -Si quieres puedes irte, la calle es tuya.

Pasaron muchas cosas por mi cabeza entonces, pero no podía irme, no podía dejar a mi hermanito con ellos a su suerte y además no tenia donde ir. Así pasamos un buen tiempo complaciéndolos y yo escabulléndome de ese hombre.

Un día encontré a unos amigos de la familia, allí donde vivía y les envié un recado, pero sin esperanzas de recibir respuesta alguna.

Pero un día cuando menos lo esperé alguien golpeó la mano, salí a ver, porque era media mañana y yo estaba cocinando y Dios!!, no podía creerlo allí estaba mi tío Sinforiano, cuan grande era mi emoción al verlo parado frente a mi, con voz aguda me dijo

- Eli junta tus cosas y nos vamos a casa!- Era una mezcla de sentimientos alegria por irme y tristeza por mi hermano,lo dejaría solo a merced de esta gente, pero no había de otras uno al menos debiamos salir para poder buscar ayuda para el otro.

Y así salí de aquella casa y sin pedir permiso, ya mi tío se encargo de hacerle saber donde estaba, me contaron que exclamó.

- Una boca menos.!!!

Desde entonces ví la vida de otro modo, sabía que tenía que poner lo mejor de mí para esa familia, aprender más y estudiar. Esta ves volví a la iglesia ya no por costumbre sino por necesidad, necesitaba hablar con un Dios si lo había, porque mi hermano estaba solo y sufriendo todo tipo de penalidades. Cumplí todos los sacramentos, sin dejar de pensar en mi hermano un solo día. Pronto supe que mamá lo enrolo a la milicia como cualquier cosa a su corta edad, debía tener 10, 11 años como máximo y me sentí muy feliz por él, porque sabía que en cualquier lugar el seria feliz y estaría mejor que en la casa de mamá .

Ahora necesitaba crecer, aprender más y seguir estudiando, puse más esmero en agradarle a esta familia, que si antes limpiaba el piso y lo dejaba brillando, ahora limpiaba las paredes y el techo, ellos notaron mi esfuerzo y me preguntaron.

- Que quieres?

-Iniciar la secundaria.- ellos cumplieron mi deseo.

Recuerdo que logre todo eso, pero también necesitaba ganarme un poco de dinero, entonces una de las hijas de mi tía vendía unos cosméticos muy famosos por su marca Avon. Me ofrecí en mis horas libres, salir a la calle y venderlos. Así lo hice, empecé a vender más y más, pero tenía un horario muy reducido para dedicarme a las ventas, pero no importaba tanto, tenía mi dinero, mi estudio y una familia con quien vivir, podía hacerme cargo de mis gastos personales. Para mi era como el sueño americano!!

Para realizar mis ventas de cosméticos había una regla muy sagrada de parte de mi tía y era la de "no salir jamás al mediodía", porque todos descansaban en la ciudad, era como una tradición y ella temía que corriera riesgos innecesarios por las calles.

Un día cualquiera una señora muy hermosa me compro varios cosméticos y me dijo.

-Tengo un hijo que le encantan estos cosméticos, te lo presentaré y de seguro te los compra todos.- dijo alegre.

Mucho le insistí a mi tía explicandolé que era un caso excepcional y ella acepto a regañadientes.

Era setiembre, el calor era abrumante, llegué al lugar donde vivía esta señora, muy amablemente me invito a sentarme

- Sientaté y ponte cómoda. -me dijo.- él no debe tardar en llegar.

Esperé y esperé, pero no llegaba, me sentía preocupada porque ya me pasé la hora fijada por mi tía y cuando estaba decidiendo irme, alguien abrió la puerta donde yo estaba sentada, era un joven de tez bronceada, de enormes ojos y una sonrisa perfecta, entonces su madre me presentó.

-Este es mi hijo Ricardo acaba de recibirse de abogado.

Me miró directo a los ojos, quedé inmóvil, pues nunca alguien me miro de ese modo, sentí que me ruborice y el seguía mirándome, y me dijo.

-Mi nombre es Ricardo.

***

Contigo hasta la EternidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora