-¿Qué mierda esta pasando Samantha?
Fue lo último que escuche antes de ser cegada con aquella luz, estaba segura de que el resplandor había sido tan fuerte que toda la ciudad lo había visto. Y ahí estaba yo, desnuda, tirada sobre aquel escritorio. Realmente estaba confundida, digo, no todos los días vas a tener tu primera vez con tu profesor de secundaria que te odia y además de eso una luz cegadora brota de tu cuerpo y lo deja inconsciente.
Todo esto me pasa por pecadora. "¡Arrepientete demonia!."
Mi profesor yacía en el piso, con su sexy cuerpo descubierto y esos labios que... ok no, ya tengo que irme, no me arriesgaré a que alguien me tome una foto así y después quiera extorsionarme con una suma exhaustiva de dinero.
Tomé mis cosas, me vestí y salí corriendo, todas la personas que estaban alrededor del colegio aún estaban atónitas por el resplandor de hace unos minutos, incluso parecen que estuvieran, congeladas.
Cuando llegue por fin a mi casa, abrí la puerta y vaya sorpresa que encontré. Para ser más precisa, imagínate que un tornado paso por mi casa. Si, así es, todo estaba revolcado y totalmente destruido y como premio extra no estaban mis padres.
-¡¡¡¡MAMÁ!!!! ¡¡¡¡ PAPÁ!!!!.
Nada, ni siquiera un respiro. Una lágrima estaba a punto de escaparse por mi ojo, y cuando por fin salió recorrió toda mi tersa cara llegando así hasta mis labios, que minutos antes habían sido besados tan apasionadamente. Que raro, la lágrima no era salada, más bien tenía como un extraño sabor a dulce, entonces la probé de nuevo, si, definitivamente era dulce. En ese momento no le di importancia y decidí empezar a buscar a mis padres en las calles. Me había alejado bastante de casa, no tenía ni idea de hacia donde estaba yendo, como casi no salia y si lo hacia papá o mamá me llevaban en el carro, no conocía muy bien la ciudad. Llegue a una pequeña y estrecha calle que estaba desierta, este parecía ser uno de los barrios "peligrosos" de la ciudad que me había contado mamá. Obviamente mis padres no estarían allí, no lo creo, la mejor solución sería ir directamente a la estación de policía a poner la denuncia, pero algo me hizo detenerme y adentrarme más a la calle, el sollozo de una mujer. Se escuchaba que estaba desesperada, la voz provenían de un callejón aún más estrecho y oscuro. Me acerque.
-¿H-hola?
El sollozó paró.
-Ayudame, por favor.
Me adentre en la oscuridad y de pronto sentí que unos brazos me sujetaban por detrás. No había ninguna mujer desesperada, sólo una pareja de ladrones. Eran hombre y mujer, de caras ovaladas y maltrechas, con una sonrisas de mierda y se podía observar que el brillo de sus ojos lo habían perdido hace tiempo.
-Vaya vaya, ¿que tenemos aquí? Liz.
-Al parecer una dulce y tierna niñita perdida en esta cruel ciudad.
-Y-yo... yo no estoy perdida ¡imbéciles!.
-¿Escuchaste eso Ronald? nos ha llamado imbéciles, creí que una chica de los barrios altos tendría más clase.
La mujer era la que me sostenía.
-Dinos, niña ¿que traes por allí?.
-Absolutamente nada, ratas. Al parecer hoy no es su día de suerte. -contesté molesta.
Era cierto, lo única cosa de valor que llevaba era ese estúpido sostén y eso que lo había comprado en cinco dólares.
-Es verdad esta limpia Liz.
-Bien, pues si no nos puedes dar algo de valor, tendrás que darnos algo de que nos podamos beneficiar.
-No tengo nada, ya sueltenme o empezaré a gritar.
-No te alteres mi niña, sólo vamos a jugar un rato.
Dicho esto empezó a amarrarme manos, pies y con un trapo sucio empezó a amordarsarme. Sabia lo que venia ahora.
El hombre, Ronald, empezó a besarme en el ombligo suavemente, mi piel se puso de gallina, la mujer introdujo suavemente su mano bajo mi falda y corre hacia un lado mi braga. Ahora sus dedos estaban masajeando suavemente mi vagina, que asco, soy una enferma ¿cómo es que esto me da placer?.
-Vaya y yo que creía que eras virgen, niñita. -dice la machorra.
Quede muy sorprendida, estaba segura que no había pasado nada con mi profesor, el no había alcanzado a penetrarme y nunca antes había tenido sexo con nadie. ¿Qué rayos significaba eso?.
Ronald ya se había encargado de quitarme la blusa, estaba lamiendo de una manera muy sexy mis senos aún en el sostén, entonces me voltearon y mi cara quedó frente a la pared, no podía ver que estaban haciendo pero si lo sentía. Liz estaba recorriendo mi espalda con su lengua, hasta llegar a mis nalgas, mientras que Ronald estaba haciéndome sexo oral. Otra vez estaba excitada. Sentí el pene caliente de Ronald a punto de entrar en mi, pero adivinen que, otra vez la maldita luz, creo que estaba vez, fue más intensa.
Todo se detuvo, hubo sólo silencio. Me voltee para ver que había pasado los dos estaban en el suelo, inconscientes por la luz. Esta vez no había quedado cegada ya que había cerrado los ojos de placer. Parecía estar a salvo, pero una camioneta llegó, se bajaron unos hombres vestidos de negro y me noquearon. Antes de quedar inconsciente sólo pensaba: que oso van a ver mi sostén.
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Maldita Pubertad
Short StorySam o Samantha, como la llaman. Es una chica de 16 años a punto de experimentar con la pubertad, algo muy normal ¿cierto? pero esta se verá consternada al descubrir que toda su vida ha sido una completa mentira. Ahora, su vida se dividirá entre el d...