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Capítulo 2

Por fin era lunes y cada uno se preparaba para el grupo psiquiátrico a su manera.

En casa de un viciado al Star Wars...

Alejandro empezó a vestirse cuando vio que eran las tres y media. Había acabado de comer una deliciosa pizza casera de su madre y estaba listo para irse. Estaba preparado para hablar con gente de su misma edad desde hace años. Nada podía salir mal.

Se puso una cazadora de cuero y metió su vieja Gameboy en su bolsillo derecho. Fue a la cocina y vio a su madre limpiando los platos.

-Me voy.-Dijo Alejandro, mientras miraba el reloj.

-Vale. ¿Estás seguro de que no quieres que te acompañe, cielo?

-No, mamá. Tranquila. Estoy bien.

Ella asintió mientras veía a su hijo salir. Estaba muy orgullosa de él, porque está intentando olvidar el pasado. Desde luego, su retoño no se merecía nada de lo que le había pasado.

Alejandro llegó cinco minutos antes y entró en la sala que le indicó una enfermera. Era enorme con unas sillas formando un corro. Por alguna razón, las paredes y el suelo blanco le inquietaban bastante. Se sentó en una de las sillas y sacó su consola para no aburrirse.

En la casa de unos gilipollas...

Rubén estaba jugando a un videojuego nuevo que le había regalado un sub mientras comía chocolate, tirado en el sofá. Desde el sábado, no había ingerido ningún tipo de droga, porque quería estar limpio para cuando fuese a la terapia a la que le había obligado su madre a ir.

Mientras, Miguel, pasaba con esmero la aspiradora por toda la casa. Su compañero era muy desordenado y cuando estaba sobrio, siempre intentaba recoger todo. Miró el reloj de refilón y se dio cuenta que si querían llegar a tiempo, deberían salir en ese mismo momento. Se dirigió al salón donde su amigo se encontraba jugando y le tiro la sudadera.

-Tenemos que irnos ya.-Le dijo con sequedad.

-¿Ya?-Miguel asintió.-Vale, ahora voy.

Salieron de casa y llegaron en diez minutos. Fueron a la sala que les asignaron y se encontraron a un chico más o menos de diecinueve años, jugando a la consola. Tenía el pelo negro y era muy bajito, además les miraba con miedo y curiosidad a la vez. Se sentaron con unas cuantas sillas de separación respecto al chico y se pusieron a jugar con el móvil.

En la habitación de un futuro youtuber...

Guillermo estaba jugando a un videojuego en el ordenador de su casa mientras oía de fondo la nueva canción de Coldplay. Se sentía bien y había conseguido apartar a Manu de sus pensamientos, pero seguía pensando en el transcurso de su vida. ¿Por qué tendrían que haber gustado los chicos? No lo entendía. Nadie le entendía. Sólo Samuel, quien le había ayudado desde que se conocieron un día por las calles de Barcelona.

Se vistió y llamó a su amigo para quedar para ir al centro psicológico. Se despidió de su familia y fue corriendo al portal de Samuel, donde le esperaba con una camisa morada y unos pantalones vaqueros. Fueron juntos y entraron en la sala correspondiente. Allí, había tres chicos. Uno de ellos bajito y los otros estaban hablando entre sí. Se sentaron con asientos de separación y ninguno se dirigió la palabra.

En un piso alquilado en el centro de Madrid...

Lana se despertó y miró a su alrededor. A su derecha, estaba Borja tumbado en la cama. Se levantó sin hacer ruido y fue a la cocina. Abrió la nevera y vio que estaba llena de comida. Al instante le entraron enormes nauseas, pero tenía que hacerlo. Cogió un trozo de beicon y dio un pequeño mordisco. Lo tragó con dificultad y se lo comió entero. Bebió un trago de su asquerosa bebida para adelgazar y se sintió pesada. Otra vez no. Corrió al baño y vomitó el trozo de beicon con parte de la bebida. Se sintió mareada pero volvió a meterse en la cama y abrazó a su novio.

Borja se despertó con la alarma que habían puesto en el móvil y se levantó con su novia Lana. Se dirigió a la cocina y preparó el desayuno.

-No hace falta que me hagas el desayuno. Ya he desayunado antes.-Dijo Lana mientras intentaba no respirar el aroma que desprendían las tortitas.

-¿De verdad? Muy bien, Lanita.-Respondió el chico, mientras le daba un apretón cariñoso en el hombro.

Ella sonrió con tristeza. Le sabía mal tener que mentirle pero le quería y no le gustaba preocuparle. Decidió irse a la habitación para maquillarse. Ya que es maquilladora experta consiguió un perfecto difuminado en los ojos y ocultar las pocas imperfecciones de su cara. Se vistió con un vestido rosa de flores y se reunió con su novio en la cocina. Llevaba puesta una camiseta y su habitual gorrito. Vieron que quedaba media hora para las cinco y cogieron un taxi para llegar al grupo psiquiátrico.

Entraron en la sala indicada y vieron a dos grupos de dos chicos cada uno y un chico solo jugando a la consola. Se sentaron entre ese chico y una de las parejas, formada por un chico bastante robusto y otro que tenía los ojos achinados. Se dedicaron a mirar a los que serían sus compañeros ese año.

Cinco minutos más tarde...

Se oyó la puerta abrirse y todos giraron para ver. Era el doctor que les iba a atender durante las sesiones.

-Hola a todos. Soy el Dr.Rivera. Voy a ser vuestro acompañante durante todas las sesiones. Como podréis ver, quedan dos asientos, pero no sobran. He hablado con otro doctor del centro y me ha dicho que se ha puesto en contacto con el internado psiquiátrico y nos van a traer a dos chicos de allí. Cuando lleguen, recibidles bien, ya que vosotros tenéis problemas, sí, pero los suyos son más graves. No sé nada de ellos pero no tengáis miedo. Me han dicho que son pacíficos.

Todos oyeron un leve susurro al otro lado de la puerta y alguien que picaba.

En el centro psiquiátrico de Madrid...

Frank y Alicia estaban eligiendo la ropa que iban a llevar para la sesión de grupo. Él se decantó por una sudadera sencilla y unos pantalones vaqueros con unas deportivas. Ella cogió una camiseta azul y unos vaqueros cortos. Cogió unas viejas vans y se las puso. S e miraron al espejo y Alicia tenía unas vendas en las muñecas que llamaban mucho la atención y Frank tenía la piel pálida a causa de los medicamentos. Pero les daba igual. Ambos estaban pletóricos, porque era la primera vez desde que llegaron al internado que se ponían ropa de calle, siempre llevaban el pijama del centro. Salieron de su habitación y fueron a la oficina de su doctora. Ella les recibió con un cumplido y los llevó a su coche.

En cuanto salieron del centro, Frank y Alicia se pusieron a correr por fuera y a reír. Eran libres. Pero la doctora los sacó de su ensoñación.

-Vamos chicos. Al coche. Queda un largo trayecto hasta Madrid.

Ellos se sonrieron mutuamente y subieron a los asientos traseros del coche. Después de media hora, empezaron a ver edificios y algunos lugares emblemáticos de Madrid.

-¡Mira Frank!

Alicia señaló hacia la plaza de Sol, donde había un montón de gente. Después de otra media hora, por el tráfico, llegaron al centro. La doctora paró el coche y ellos salieron.

-Preguntad en recepción dónde tenéis que ir. A las seis os espero aquí fuera.

Asintieron y fueron corriendo dentro, bajo la atenta mirada de la doctora, que los miraba con los ojos llenos de lágrimas. Les veía felices y eso era lo que la llenaba como persona.

Se pararon frente a la puerta, donde se oía una voz.

-¿Entramos?-Preguntó Frank, con notable nerviosismo en su voz.

-Sí, tenemos que hacerlo.

Ambos respiraron lentamente y Alicia picó suavemente. Después abrió la puerta de par en par y observaron la sala. Había un grupo de chicos y una chica. Les miraban fijamente y Frank se empezó a poner nervioso.

El comienzo (Youtubers)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora