A lo largo de la vida podremos ver que las personas cambian; para bien, o para mal. Hay que aceptarlo, todas las personas cambiamos, tú, yo, ése mejor a migo que tenías... Siempre cambiarán.
Pero eso está bien —sólo una parte—, porque a final de cuenta la gente crece, y crecer es, con todo el uso de la palabra, cambiar. Como personas maduras que somos —algunas no tanto—, tendremos que enfrentar la vida, y, si tenemos las madurez que teníamos a los cinco años, es muy difícil poder hacer algo tan grande como eso. Siempre conservaremos algo de como éramos antes, obviamente. Pero hay ciertas personas que son irreconocibles.
No obstante, también hay una minoría que jamás cambia, ¿impresionante, no?, el caso es que, éste selecto grupo de personas, realmente, nunca se mostró como verdaderamente era. Quizás, mintió sobre sus gustos; podía sonreír cuando ponías ésa música que tanto creías que le gustaba, pero, ¿en realidad le gustaba?, cuando miraba un punto fijo, quedándose callado, ¿de verdad no estaba pensando en nada? Jamás podremos saber a ciencia cierta, si conocemos a una persona del todo.
Éste, es el caso de Arianne.
Aquella chica no se consideraba una persona hipócrita, por supuesto que no. ¿Pero, qué pasaría si las personas no se acercaban a ella por su forma de ser?
No era tanto por sus amigos, porque en realidad nunca los considero de ésa forma, sólo era un pequeño grupo de personas que reían y se divertían con ella.
Y por qué llegamos hasta aquí, se estarán preguntando, bueno, básicamente, porque Arianne le había mentido a Nathaniel.
Así es, ése rubio, que era delegado de su clase, en el instituto Sweet Amoris. Seguro sabrán quién es...
Arianne no lo había hecho con malas intenciones, lo menos que quería era mentirle a la persona que más quería, porque, siendo sinceros, la rubia estaba loca, sí, loca, pero loca por él.
Para su mala suerte, eran polos opuestos, en todo sentido.
Nathaniel amaba las novelas policíacas, y ella en su vida había leído un libro con ésa trama, lo consideraba aburrido. Él adoraba a los gatos, ella era más de sentir cariño hacia los perros.
Ni en sus más descabellados sueños sería tan responsable, organizada y... Perfecta, como lo era él.Tenía que reconocerlo, le había mentido; le había mentido sobre sus gustos, sobre su forma de ser, sobre las cosas que le disgustaban, sobre sus libros y películas favoritas, sobre la hora en que se despertaba, sobre sus pasiones y aficiones, sobre opiniones... ¿Le había dicho la verdad en algo?
Ella se sentía mal, pero se sentiría peor cuando descubriese que ése rubio se enteró de toda la verdad.
Él no sabía qué hacer, cuando la miraba y ella le regalaba una sonrisa, ¿estaría mintiendo tal vez?, ¿o ésa sí sería real?
Era un mentirosa, y él demasiado honesto.
Pero a fin de cuentas, fue muy tarde... Él ya se había enamorado, y para su mala suerte, de una completa desconocida.
Ésa mañana él se juró a sí misma actuar con naturalidad. A diferencia de Castiel, él no era una persona que actuaría de forma impulsiva, todo lo contrario, esperaría a el momento perfecto para intentar hablar con ella. Quizá, la rubia tendría sus razones.
Pero, lamentablemente, él no contaba con algo... Y es que no hay momento perfecto.
(...)
9:24 A.M
La rubia caminaba mirando el suelo; algo que pocas veces hacía. Solía caminar con la vista al frente, estando segura de sí misma —o vamos, que eso aparentaba—, intercambiando sonrisa, a quien le diera una y saludando a todos.
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Desconocida. Nathaniel, one-shot.
Fiksi PenggemarÉl nunca la conoció del todo, ella nunca se mostró del todo. Para su mala suerte, él se dio cuenta tarde de que se había enamorado... Pero de una completa desconocida.