Capítulo 2

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Me encontré con Lucía en la puerta del palacio, con dos maletas, una de cada una. Le enseñé los frascos con las pociones y sonreí victoriosa. Esperamos a que llegara el carruaje real que nos llevaría hasta el océano Mediterraneo. No pasaron más de quince minutos cuando llegó. El cochero nos abrió la portezuela e introdujo las maletas. Entré y me senté en el otro extremo, Lucía se sentó en los suaves cojines de enfrente, el cochero cerro la portezuela y ambas notemos cómo el carruaje comenzaba a moverse.
Me despedí con la mirada de mi preciado reino y su gente. En mi estancia fuera, les extrañaría a todos.
Lucía y yo nos dormimos la mitad del trayecto, pues tendríamos que estar descansadas. El carruaje se detuvo y nos despertamos perezosamente. Abrieron la pequeña puerta, tomamos las maletas y salimos, aspirando la frescura de ese océano. Nos despedimos del cochero y de los animales marinos que lo conducían. Por la luz que entraba al agua, debía ser de madrugada, sobre las cinco así. Llegar hasta la orilla nos tomaría cómo dos horas, ya que no podía detenerse muy cerca de la playa por si nos veían. En cuanto el carruaje se fue, le entregué un frasco a Lucía, y a la de tres, ambas nos tragamos el líquido que contenía. Asentimos en significado de que era hora de dejar atrás el agua, así que nos pusimos a nadar en dirección a las playas de Mairena del Aljarafe.

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