Dichos, Lucy y Makarov
Makarov. (señalando vagamente). - La señora. ..., la otra señora..., el señor...
Lucy - Buenos días a todos.
Erza - Bienvenida a esta casa, señorita Heartfilia. Mi hermana Mirajane.
Lucy. - Encantada.
Erza. - El señor Silve, nuestro administrador.
Silver - Mucho gusto.
Erza - En cuanto a mí, considero inútil toda presentación ¿Me permite que la mire un momento más cerca?
Lucy. - ¿Por qué no?
Avanza. Erza se cala sus lentes y la contempla largamente en silencio. Frunce el ceño.
Erza. - Es extraño. Llevo una semana esperándola y nunca me la había imaginado así.
Lucy. - ¿Así... cómo?
Erza. - Así; tan joven, tan atractiva...Una verdadera muchacha.
Lucy. - Muy amable. En todo caso, espero que eso no será un inconveniente para mi trabajo.
Erza. - Quién sabe. También la imaginaba animosa y resuelta pero no tanto.
Lucy. - Perdón. ¿He hecho algo atrevido?
Erza. - He estado mirándola de frente con todas mis fuerzas y no he podido hacerle bajar los ojos ni un instante.
Lucy. - Es mérito suyo, señora. Mientras usted miraba mis ojos yo miraba los suyos, y no he visto en ellos más que un gran corazón.
Erza. - Gracias. ¿Quiere darme la mano?
Lucy. - Con mucho gusto. (Se la estrecha.)
Erza. - No está mal. Un poco fuerte, quizá; pero no está mal. (Sonríe al fin.) Me parece que acabaremos siendo buenas amigas.
Lucy. - Por mi parte, desde ahora mismo.
Mira (a Makarov, que está inmóvil). - ¿Qué espera? ¿Por qué no sube el equipaje de la señorita?
Makarov. - Por si no hacía falta. A lo mejor no se queda,¿y para qué andar subiendo y bajando?
Erza. - ¿Le ha pedido nadie su opinión? Súbalo inmediatamente.
Makarov - Disculpen. (Entra en la casa con el equipaje.)
Silver. - Makarov puede tener razón. Diplomáticamente la escena ha empezado muy bien; pero me gustaría ver el final.
Erza - No pienso darle ese gusto. ¿No tiene nada urgente que hacer en su despacho?
Silver. - Permítame por lo menos un consejo. (Mira su reloj.) Señorita Heartfilia son las once menos cinco a las once cuarenta pasa un tren de vuelta. !Tómelo!
Sale con la mayor dignidad por la derecha, donde se supone el pabellón. Lucy le mira salir sorprendida.
Lucy, Erza y Mira
Lucy. - No parece muy optimista el señor.
Erza. - No hay que hacerle caso. Es de esos hombres que, a fuerza de estar entre números, ha llegado a pensar que en la vida dos y dos son siempre cuatro. Un pobre diablo. ¿Quiere sentarse?
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La Tercera Palabra
Ficção AdolescenteExterior ante el porche de una vieja casa de campo con fondo lejano de montañas que asoman sobre el tejado. Una mesa sólida con algunos libros y cesto de labor, y algunas sillas rústicas. Quizá una parra o glicina. Quizá un nogal con arriate pero s...