No supo qué ponerse.
Se vistió lo mejor que pudo.
Se maquilló un poco.
Llegó a la escuela.
En su butaca estaba un ramo de rosas con la nota:
P.D Te amo.
Austin.
Sonrió y, sin contener más, salió en busca del chico.
Lo buscó hasta que lo halló junto con su grupo de amigos. Corrió hasta llegar a él.
Se tiró en sus brazos.
—Yo también te amo —le susurró frente a todos.
—No sé de qué me estas hablando... —dudó el chico —. Disculpa pero ¿Quién eres?
Ella rió bajo.
—Esto —le entregó la nota que venía con las rosas —. De esto estoy hablando.
De pronto, todos en su círculo de amigos estallaron en risas.
—¡Qué idiota! —dijo alguien —. ¡Enserio se lo creyó!
—¡Qué ilusa!
Austin frunció su ceño.
—Perdona —dijo él —, ¿De qué hablan todos? —se dirigió hacia sus amigos.
—Ella —una chica de ahí le señaló —estaba total y completamente enamorada de ti, Austin. Así que...
Ella estaba destrozada por dentro y demás a su alrededor sólo eran murmullos incomprensibles.
Levantó la mirada con la esperanza de que Austin dijera "También te amo ", pero en cambio dijo:
—Disculpa, ellos son unos imbéciles. Y, enserio perdón por todo esto, pero tengo novia.
Y Ella corrió hasta que se encontró un poco segura.
Lo único bueno, o al menos lo que pensó así, se esfumó. Era una mentira.
Ella nunca volvió a la escuela.
Nunca volvió a sufrir.
Había acabado con eso aquella noche, antes de que su hermano subiera a su habitación a hacer lo de siempre.
Su madre tenía algunos analgésicos, demasiados. Así que los tomó.
No sintió demasiado dolor.
Y eso, eso fue todo.
