5. Azul contra miel.

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Era Alexis que venía desde atrás, se sentó sobre el banco y cruzo un brazo por mi hombro

-tal parece que el que no me supera sos vos.- escupí esas palabras pensando en lo que me había dicho antes. El muy idiota podrá ser físicamente un dios griego pero ¿cree que me sigue gustando? Já. Le podre seguir el jueguito pero claramente sé que lo que paso con él se queda atrás. Lo que paso paso. Siempre creí que era su cenicienta pero me di cuenta de que era una de sus cien y cientas.

-vamos Ki, decime que todavía estas enamorada de mi- quite su brazo de mi hombro con cara de asco.

-No me digas Ki; y para que sepas nunca me enamore de vos.- me levante y con mi dedo índice lo empuje hacia atrás. –Que te quede claro -se levantó del asiento y me siguió.

-nunca vas a encontrar a alguien como yo-

-es la idea.-

-admitirlo, te gusto, Ki- puso sus manos en mi trasero. En un movimiento rápido me gire y estire mi mano para darle un cachetada, pero él fue más rápido que yo y la detuvo, estire mi otra mano para pegarle pero también la agarro; tiene muy buenos reflejos.

-¡no Alexis! Soltame o grito- forzó su agarre me acerco más a su pecho y unió nuestros labios en un cálido beso, no me importo que estuviéramos en el medio del patio todos viéndonos, la verdad extrañaba sus besos no mentiré; de todos los chicos que bese en mi vida este es el que mejor los da, son tan suaves, tan al ritmo, tan cálidos, tan expertos...

Finalmente se separó de mí y me miro, estaba completamente en shock. Necesitaba más, más de sus besos; el maldito hijo de puta al parecer había conseguido lo que quería. Dejarme con ganas de más.

Me tomo de una mano y me guio, estoy segura que es al baño; el sintió lo mismo que yo al besarnos. Los dos nos deseábamos mutuamente y nos quitaríamos las ganas.

Al llegar al baño de damas cerró la puerta con abrojo y me acorralo contra la pared, bajo mi pantalón ya que no traía la pollera y empezó a masajear mí genital mientras me besaba apasionadamente, rápidamente me quito la remera y yo la suya, veía en sus ojos lujuria y deseo, estaba muy excitado puesto que podía sentir su erección en mi pierna ya que estábamos tan pegados que ni una corriente de aire cruzaba entre nosotros, se alejó por dos segundos de mí y busco un preservativo en el bolsillo de su pantalón.

-¿siempre llevas eso?- pregunte.

-nunca sabes cuándo lo vas a necesitar- es un hijo de puta importante. Se colocó el preservativo en su largo miembro y bajo mi tanga rápidamente. Finalmente se colocó en mi entrada y penetro poco a poco, salía y entraba lento con cada penetración que daba aumentando la velocidad. Del placer no puedo evitar soltar algunos gemidos, me éxito más y más.

Entra y Salí de mí esta vez a una velocidad increíble, me penetra hasta el fondo y llegamos al orgasmo rápidamente, baja lentamente la velocidad hasta que sale bruscamente de mí provocando un gemido final. Nos corremos y nos colocamos nuestra ropa. Él lo hace más rápido a lo que sale del baño sin decirme una palabra ¡lo odio! Solo para eso me quería, para sexo, lo hubiera sabido antes y no hubiera permitido que pasara ¡soy una pelotuda de mierda! Ira y bronca sentí en ese momento, empecé a golpear la pared con mi puño cerrado, con enojo; no lloraría por él, no se lo merece pero quiero matarlo. Caí en su juego ¡lo odio!

Unas chicas entraron al baño y me miraron raro por el grito que di sin ver que estaban ahí, actué lo más normal que pude y me dirigí al lava manos, me enjuague un poco de sangre que había provocado con el golpe contra la pared en un pequeño rasguño y me dirigí hacia la clase de educación física.

(...)

Como ya se estaba volviendo costumbre decidí sentarme en el primer asiento para poder hablar con el chofer, pero lo más raro en esto es que todavía él no estaba aquí en el colectivo como se supone que debe ser, para llevar a los chicos a sus correspondientes casas puesto que ya era el horario y estaban todos aquí dentro del colectivo.

¡Quiero acostarme con mi chofer!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora