Luz, ese junto con el amor son de mis últimos recuerdos. Ahora estoy aquí solo en este lugar, y no queda más que recordar.
Las aguas de esta playa son tan azules, tan calmas y cristalinas a la vez que no puedo dejar de pensar en ella cada vez que el mar se impone contra las rocas o cada vez que el viento arrebata por las olvidadas arenas. Porque así la recuerdo, transparente, impredecible.
Comenzaré a contarles desde un principio, creo... Que es lo mejor, y no sé cuánto tiempo dispondré para hacerlo.
Soy Martín, por si les interesa; aunque ya no recuerdo mi edad exacta cuando todo esto sucedió creo que tenía veintiún años.
La vida es un regalo (el mejor que alguien pueda recibir si me lo preguntan) y pienso que si se nos regala algo tan extraordinario, tan único e incierto, al menos debemos aprovecharlo al máximo.
Y eso fue lo que hice: jugué, canté, bailé, lloré, y sobre todo; viví. Viví de la forma más loca, y divertida posible, viví amando. Tomé decisiones erróneas, otras no tanto. pero no me arrepiento de nada. Hay que saber estar en calma con la conciencia.Fue una tarde del mes de febrero que dejé mi casa. La tarde era cálida y llena de augurios.
Ese día no puede evitar pensar en Mateo y aquella simple carta de despedida tras su suicidio haciendo hincapié en que luchara siempre por mis sueños. Me sentí mal por él, por nuestra amistad. Sentía culpa y un sin fin de sentimientos encontrados. Tal vez si yo hubiese actuado de otra forma, si lo hubiese ayudado... todo sería muy distinto.
Tenía la esperanza de verlo aquí.
Ya sabía yo que hacer lo que hice tendría sus consecuencias, solo espero que no sea así siempre. Ésta es mi cárcel. Mi castigo por infligir las normas de la naturaleza. Pero estar a solas con mis recuerdos... Eso es realmente tortuoso.
Y en realidad me lo advirtieron. Sabía perfectamente que esto pasaría. Por eso les digo que hay que saber convivir con las decisiones. Y no, no me arrepiento de nada.
Retomando la historia (me fui por las ramas, perdón).
Aquella tarde fue todo tan raro. Las despedidas fueron justas y sobrias. No había mucho por decir mucho menos nada que hacer.Tomé mi moto y partí. Sucio de remordimientos.
Recuerdo aún las viejas arboledas que rodeaban la ruta; viejos álamos que parecían casi rendirse ante el viento; ante la cálida y fresca brisa de verano. Tenía todo un mundo ante mis pies. Todo era tan inesperado e intenso. Un sin fin de historias podían ser escritas de ahora en más.Vivía en un ciudad bastante llena de edificios y casas al por mayor. Cuando tomé la ruta principal (sin saber a donde iba a ir a parar) los miedos se intensificaron y las dudas llenaron cada lugar de mi mente.
Tomar un nuevo rumbo en mi vida no fue fácil. Me guié por una fuerza superior a mi.
¿Qué pasaba por mi cabeza esa tarde? Muchas cosas pero una era la que mas me emocionaba. Fernando llegaría en unos meses. La verdad es que terminamos peleados antes de que viajara. Otra vez, causa y efecto. Me gustaría haberle recordado más cuánto le quería.
Qué bello es recordar, pero como todo en la vida también tiene un precio. Recordar es un sentimiento que se paga muchas veces con nostalgia. Puesto que no importa el origen del recuerdo, son solo eso, destellos de memoria.
¿Por qué siempre pierdo el hilo de la conversación?
El sentimiento de libertad era tan nuevo en mí que me resultaba extraño. Desconocido. Se sentía bien tomar el control de mi vida.
Llegué a un pequeño pueblo; de esos que se describen como "perfectos" en los libros y películas. A pesar de lo tedioso del calor, era todo muy perfecto. Como las flores decoraban cada vereda, como los árboles contaban historias con cada una de las grietas de su corteza, como el sol se asentaba en cada viejo edificio. Increíble.
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Por Ti
Science FictionViajar, enamorarse, cometer estupideces. Son como un mantra en el cincuenta porciento de la población. Y Martin formaba parte de ese porcentaje. El podía leer a las personas, pero tenia otros dones un poco mas peculiares junto a el. Un día de ver...