Despertar
Estaba en un rincón, la oscuridad era como un manto que lo mantenía oculto. Las sombras siempre habían sido sus amigas, incluso en los mejores momentos de su existencia, siempre listas para envolverlo y darle seguridad. Ladeó la cabeza, una sonrisa escalofriante se dibujó en su rostro deforme. Contemplaba a la criatura inconsciente que yacía en el suelo, las pesadillas cambiantes hacían que se revolcara en la tierra como un animalillo huyendo de un depredador.Nunca había encontrado víctima tan perfecta, a pesar de que sus instintos jamás se equivocaban. Sabía que esta era fuerte, como el diamante recién encontrado, como el aire derribando todo en un tornado. Era una campesina flacucha y sin chiste, que a simple vista no llamaba la atención; pero Abadón era observador, para mala fortuna de la muchacha.
Trabajaba en una panadería, la población les tenía alta estima a los miembros de su familia, los Rinzley tenían fama de ser almas caritativas y solidarias. Sabían cuándo tender una telera de pan y cuándo brindar una mano. También trabajaba en la granja familiar, donde se dedicaba a ordeñar vacas y a limpiar sus jaulas con una pala que le creaba ampollas en su pálida piel. La podías contemplar caminando en la plaza principal con las manos vendadas con unos harapos sucios.
La vio retorcerse a causa de su pesadilla, él mismo estaba sembrando las semillas de lo que tanto la torturaba. Podía verlo aunque fuera un misterio para los ojos de cualquier humano común, era el autor de su sufrimiento. Él se metía en su mente, y permanecía en el exterior para ser testigo de sus actos crueles.
Un tumulto de alacranes la envolvió en el profundo sueño del que quería salir, animales que eran ficticios y creados por el demonio; pero que para Anne se sentían reales. Los piquetes perforaron su epidermis, uno tras otro sin consideración. Gritaba pidiendo ayuda, pero decidió no parar porque nadie se había detenido cuando él rogaba perdón.
Ya no quedaba nada de ese cuerpo que había tenido alguna vez, ya no era capaz de ver las marcas en su piel; pero todavía podía escuchar las risas y al fuego consumiéndolo como si hubiera sido ayer.
Nunca regresó la llave, la llevaba tatuada en el fondo de su pecho, seguía siendo el guardián de los seres infernales, de esos espíritus que buscaban venganza, de esas criaturas que se alimentaban del sufrimiento de otros. Iba a gozar mirando cómo la más perfecta creación de Señor de los cielos era destruida. Él mismo pisaría sus cráneos y costillas.
Estaba corriendo en un bosque, las ramas y las piedras se clavaban en sus plantas, pero no le importaba, sabía que estaba huyendo de algo y no debía detenerse. Cuerpos con túnicas negras se escondían detrás de los arbustos, entre los troncos, rostros amorfos se movían de un lado a otro. Mientras corría, no podía distinguir nada con claridad, todo se veía difuso.
De pronto, no pudo moverse, sus pies no le respondían por más que lo intentara. Agachó la cabeza y vislumbró los insectos, muchas patas ascendían por sus piernas, hormigas caminaban por sus brazos y se introducían es sus cuencas oculares. Se retorcía pues sentía los piquetes adentro, muy al fondo. Y dolía.
Tenía que concentrarse para salir de aquel pozo que parecía no tener fondo, siempre era así. Justo cuando creía que iba a morir, abría los párpados, como si vivir fuera el castigo. Deseaba que su corazón dejara de latir en sus sueños, pero eso nunca pasaba.
Al despertar, Anne profirió un grito que retumbó en su bóveda craneal, sus cuerdas vocales se desgarraron. Desde que era chiquilla había tenido pesadillas que helaban su sangre, la señora Finzley la había llevado muchas veces con la bruja del pueblo, una señora gordinflona con un lunar azul en el ojo, esta había pasado hierbas por su cabeza. El cura aseguraba que eran imaginaciones de la muchacha, que debía pasar más tiempo sanando sus pecados y ofrecer su alma al Todopoderoso.
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Infernum Gehena © ✔️
TerrorEn una arcaica cabaña, junto a un solitario pueblo, Anne abrió los ojos y se encontró a su peor pesadilla. Él juró vengarse por haber sido desterrado del paraíso celestial, no tendría piedad hasta exterminar aquello que provocó su destrucción. En...