Capítulo II

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No puedo apreciar su rostro. Pero por el tono en el que me dice que baje de inmediato, sé que está sonriendo, como siempre.

Rápidamente bajo las escaleras y me encuentro con mis padres, sonrientes y cogidos de la mano.

Me quedo atónita ante su expresión sonriente, más radiante que nunca.

Me pasan por la cabeza varios pensamientos, como que mi madre está embarazada, pero descarto esa posibilidad de inmediato al recordar su edad. No es que sea vieja, ni mucho menos, pero creo que ya no tiene la edad que se necesita para ser madre.

Olvido mis pensamientos estúpidos y observo a Alice, que también sonríe. ¿Pero qué pasa aquí? ¿Qué me he perdido?

Creo que han notado mi expresión de duda porque de inmediato todos gritan a la vez: ''¡Feliz Cumpleaños Sarah!''

Ahora mismo me encuentro en shock, y no me puedo creer que hoy sea el día en el que cumpla mis deseados diecisiete años y haya perdido la constancia de ello.

Solo puedo sonreír y agradecer a todos la sorpresa.

10:04 a.m

―Y esto es para ti Sarah, ¡que cada día estás más mayor! ― Anuncia Dylan con una enorme sonrisa.

Cojo la caja de cartón envuelta en papel color carmín y la abro cuidadosamente. 

Pero Trevor se abalanza sobre mi y termina por destrozarla. Todos nos reimos mientras él mastica fuertemente lo poco que ya queda de papel.

Hundo las manos en la profunda caja y mis dedos rozan una superficie lisa, o, ¿curva? la verdad me cuesta distinguirla.

Y mis ojos se abren como platos cuando observo una gran cámara, esta vez se han superado.

 Oh, por favor, no puedo aceptarla, es maravillosa ― Digo sin parar de mirarla.

― Es lo que tiene cumplir los diecisiete ― responde mi tía con su habitual sonrisa.

― ¡Pues preparaos para tener las mejores fotos que hayáis visto jamás! — la sostengo entre mis manos.

Todos dicen a coro: "claro, claro" y no puedo evitar reír ante su respuesta.

Entonces, me levanto y les doy un enorme abrazo a cada uno. Son los mejores tíos del mundo.

Han acertado de pleno con el regalo. Siempre he querido tener una.

Mis padres y mi hermana me siguen pasando regalos y yo los voy abriendo uno a uno con cuidado, impaciente. Todos son geniales.

11: 22 a.m 

Es raro estar en la playa en diciembre pienso tocando la fina arena con la yema de los dedos.

Estoy tumbada boca arriba bajo la sombra que produce la sombrilla que está a mi lado, con el móvil sobre mi regazo, que no para de vibrar por causa de los mensajes de felicitación que me envían mis amigos.

Todos se han acordado y contesto uno a uno sus mensajes de forma cariñosa, y sé que no pueden verme, pero estoy sonriendo como una cría.

Dylan me atrapa y me sube en cima de su hombro de forma brusca  y yo me quejo y pataleo para que me suelte.

― Y ahora te vienes con nosotros al agua cumpleañera. ―Dice sin parar de reír.

―¡Socorro! ¡Socorro! ―Grito de forma juguetona. ― ¡Está loco!

Pero antes de que pueda decir cualquier otra palabra mi pelo se vuelve húmedo y un escalofrío recorre ahora mi cuerpo al sentir el frescor del agua.

Me impulso con los pies para salir a la superficie y noto el áspero tacto de la arena sobre mi piel.

El aire no alcanza mis pulmones.

Y por mucho que lo intente, estoy descartando las posibilidades de que eso pueda llegar a pasar, ya que , cada vez que mi cabeza choca con el gélido viento,alguien agarra mis piernas y estas se derrumban entre sus brazos y todo vuelve a empezar.

Empiezo a perder el conocimiento y puedo a notar cómo la arena ya no es sentida por mis manos.

11:40 a.m

―¡Sarah, Sarah, Sarah! ―Oigo que grita una mujer cuya voz me resulta familiar. Su voz es quebrada y hasta puedo decir que está llorando.

En ese momento mis ojos se abren y puedo apreciar dónde estoy. Estoy tumbada boca arriba sobre la arena fina, bajo la sombra de la sombrilla que se encuentra a unos centímetros de mi y con el móvil en la mano.

Veo una sombra a mi lado derecho que grita mi nombre, y como siempre desde hace unos días,noto la presencia de alguien con respiración cálida y seca. 

No puedo verlo pero sé que está ahí.

Siempre está ahí.

11:48 a.m 

Veo el rostro triste y cansado de mi madre. Pero él ya no está ha desaparecido. Ahora solo estamos la mujer que gritaba mi nombre y yo.

―Cariño, ¿qué te ha pasado? ― Dice con el mismo tono de voz que he oído hace unos minutos: voz quebrada y con llanto.

 Me levanto despacio de la arena y me apoyo en los codos.

―Gracias por sacarme del agua, mamá ― Digo aún asustada y agarrándome fuertemente a su cuello.

―Sarah, ¿sacarte del agua? ¿qué agua? ― Responde igual de asustada que yo. Y entonces al oír el tono en el que elabora la pregunta, viene a mi mente la pregunta tan parecida que me había preguntado Alice por la mañana: " ¿Qué regalos?".

 Y curiosamente también estaba él.

Vuelvo a cerrar los ojos una vez más y al abrirlos puedo ver que solo estoy en cima de una toalla, que mi pelo está completamente seco y que mis dedos están enterrados en la arena. Que todos están bañándose, en la templada agua color celeste, y me doy cuenta de que nada pasa como yo lo espero, que estoy viviendo una realidad distinta a la que viven todos los demás, que estoy atrapada en otro mundo paralelo, y que por mucho que lo intente nada puede ni va a cambiar, que no sé si me estoy volviendo loca o si  simplemente son pequeñas confusiones, pero pequeñas confusiones que quieren acabar con mi vida, que quieren que deje de respirar, o simplemente de existir, pero no lo sé, no puedo hacer nada, definitivamente, estoy atrapada, una vez más, en esta mentira que nadie entiende y que hace que me cueste diferenciar la realidad de lo que simplemente son sueños, sueños o cualquier otra cosa, porque son tan reales que parece que los que se confunden son ellos. Que yo sigo igual que siempre y que nunca ha pasado nada de esto. Me intento convencer de que es así pero no sé si funcionará, porque siempre, siempre, siempre está ahí esperando hacerme daño, tanto física como psicológicamente.

13:53 a.m

Dylan aparca cerca de unas piedras y todos nos bajamos del enorme vehículo de siete plazas.

Observo el paisaje, y mi fino cabello azota mi cara por la presión que ejerce el viento sobre él.

Es precioso.

Se puede ver todo desde aquí arriba, tanto los pájaros como todos y cada uno de los peces que saltan de ola en ola, con todos sus vivos colores, que hacen que el agua parezca un infinito arcoíris.  

Las vistas son alucinantes y el sol es mil veces más grande y brillante desde aquí arriba. Me concentro en el cantar de los pájaros, en la forma en la que las olas chocan contra el gran acantilado en el que nos encontramos, y en la forma en la que Alice me da la mano, con sus largos y finos dedos, de tacto rasposo sus uñas, y peludos sus nudillos, las arrugas que recorren sus manos son realmente profundas.

¿Qué? ¿Alice? Esta no es Alice.

Giro la cabeza para buscarla, y tras mirar desesperadamente por el gran lugar en el que nos encontramos, la encuentro.

Ahí está a unos cinco metros de mi.

Y si ella no me cogía la mano, ¿quién lo hacía?










Under My BedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora