Capítulo IV

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—Pasad — nos informa mi abuelo.

— Es...alucinante... — tartamudeo al  observar el amplio salón en el que mullidos sofás se agrupan e inmensas estanterías dejan ver el lomo de todos y cada uno de los viejos libros de cuero.

— Te enseñaría los libros que hay en estas paredes, pero primero tenemos que sentarnos a comer este exquisito pavo — contesta Dustin cuando se da cuenta de la forma en que miro los libros. Espera unos segundos y sonríe a su mujer, la que le contesta con una amplia y blanquecina sonrisa. 

Supongo que habrá cocinado ella, porque aún lleva puesto  un delantal de flores sobre el regazo.

Yo creo que  ellos se quieren mucho, sólo hace falta ver la forma en la que se miran o la forma en la que se rozan las manos por debajo de la mesa.

15: 24

  — Sí, viajaremos cerca de los Pirineos. — afirma mi madre. — ya solo queda meter un poco más de ropa en la maleta y partiremos.

Se me quita el apetito nada más de oír eso. No quiero que se vayan.

  — Seguro que os lo pasáis muy bien. No olvidéis llamarnos y contarnos la experiencia. — toma aire y continua—  a ver si el año que viene nos vamos con vosotros —  mi abuela mira a Dustin y ambos se ríen antes de que digamos todos que tristemente ya tienen demasiados años.

Me alegro de haber venido hasta aquí. Toda esta gente que me rodea es tan feliz...

 — ¿Les vas a echar de menos? —  Me pregunta Alice en un susurro. 

 — Supongo.

 — Yo también les voy a echar de menos.

 — Bueno, aunque tampoco van a estar tanto tiempo fuera ¿no?

 — No sé. — dice eso último y yo bajo la mirada, preocupada.

— ¿Qué pasa? — Me agarra la mano.

Mis familiares que hasta unos días no conocía nos miran por un instante , pero vuelven a su conversación " interesante" sobre casas de lujo en Milán. 

Vuelvo a mirar a Alice.

— Nada, solo  que, me da miedo. — digo por fín.

— ¿Miedo? 

17:26 p.m

Trevor camina cada vez más despacio y he perdido la cuenta de las veces que se le ha caído la pelota de la boca durante este paseo, que creo que ha sido el más largo y caluroso desde el día de mi nacimiento.

Sidney a estas horas de la tarde es precioso, incluso más que en el amanecer.

La gente es alegre, casi tanto como Melissa o Abie. Y yo, cada día que paso sin el "espíritu maligno", como he decidido llamarlo, me encuentro mejor.

Todos van unos pasos más adelantados que yo, que voy caminando con el bulldog al que Dylan y Melissa tratan como su propio hijo.

Voy pensando en él, en el espíritu que ha desaparecido y me parece raro. Es  como si no quisiera molestarme más, y bueno, obviamente me alegro, pero me pregunto si no se ha alejado del todo de mi, y si volverá para zanjar lo que un día empezó.
Me pasan por la cabeza preguntas a las que no sé cómo contestar :

«¿querrá seguir torturándome con los pensamientos oscuros que me produce? ; ¿volverá? ; ¿ y si prefiere atacar a otro, como a Alice?»

No lo sé, y prefiero no contestar porque me estoy volviendo loca.

27 de diciembre, martes, 7:09 a.m

Hoy hace ya una semana que llegamos a Sidney. Pero hoy, es también el día en el que una parte de mis peores pesadillas se desprende de mi ser para acompañar a mis padres, a su estúpida expedición de alpinistas.

Sólo puedo despedirles con un gesto de la mano y la sonrisa más falsa que creo que he puesto en mi vida.

Una voz bastante ronca suena a través de los megáfonos del aeropuerto, diciendo que el vuelo con destino a los Pirineos está a punto de despegar.

— Adiós Sarah, cariño. Pórtate bien — dice mi padre y me da un abrazo y a continuación otro a Alice.

— Adiós — me limito a decir.

Después del breve abrazo, le susurro a alguien, a quien quiera oirme, que por favor, que no les pase nada, que son lo único que tengo, y que cuiden de ellos.

Regresamos a casa en coche. El viaje transcurre en silencio y lo único que se escucha en el vehículo es la voz de Dylan tarareando por lo bajo las canciones que ponen en la emisora de música.

— Lo pasaremos mejor sin ellos — Melissa interrumpe el silencio y saca la lengua en un intento de hacernos sentir mejor.

Le respondo con una sonrisa y minutos más tarde aparcamos cerca del porche del chalet de ellos.

9:15 a.m

Después del viaje de vuelta a casa subí corriendo las escaleras hasta mi cuarto, me tumbé en la cama y olvidé que mis padres se habían ido sumergiendo mis penas en un libro.

Leer me traslada a otro mundo, donde la preocupación no existe y donde si algo no me gusta, solo tengo que cerrar el libro entre mis manos con un movimiento brusco.

— Uhmm — me digo en mi interior. — qué bien huele.

— Bajad a desayunar — dice Melissa. Estaba en lo cierto, el aroma a bacon no podria ser otro que el de la cocina de mi tía.

Alice corre por el pasillo al mismo tiempo que yo y ambas bajamos a empujones hasta la cocina.

Si el desayuno es así todos los días, estoy de acuerdo en que lo vamos a pasar genial.

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⏰ Última actualización: Apr 03, 2016 ⏰

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