"En Tu Habitación"

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¿Quién puede asegurar qué fantásticos
espectros veremos en el instante de nuestra
muerte? La habitación carecía de los elementos
esenciales para los amantes del terror clasico.
Limpia, pulcra hasta el ridículo. Ella duerme, su
mente desconectada de toda realidad. La noche
es apacible, cálida. La luz de la luna se derrama
sobre la pared.
Pero a pesar de lo prosaico de la situación, lo
ominoso se hace presente.
Primero una corriente eléctrica recorre la
columna de la niña, algo que no tiene conexión
con su mente, algo físico; la sacude en un
espasmo violento que la arranca del sueño. Su
cuerpo supo antes que su mente lo que sucedía,
había algo en la habitación.
Cubierta con una manta permaneció inmóvil. Su
cerebro buscaba desesperadamente un
argumento que contradiga aquel miedo irracional
y absurdo; pero su cuerpo no respondía a este
llamado a la sensatez, se obstinaba en mantener
los músculos tensos. Las fosas nasales,
dilatadas para inhalar la mayor cantidad de
oxígeno posible, parecían las de un animal
acorralado...
"No hay nadie"...
Sus ojos recorrían la habitación con una
velocidad frenética. Su mente racional estaba
estancada repitiendo estúpidamente: "No hay
nadie. No. Nadie". Pero esa parte del cerebro
inaccesible para la mente racional estaba
determinada a mantenerse alerta. Hizo un
enorme ejercicio de la voluntad para tratar de
dominarse, pero fue inútil.
"Enciende la luz..."
Pensó en su padre, quién ahuyentaba sus
infantiles terrores encendiendo la luz del velador,
haciéndola sentir un poco tonta por temer algo
que sin duda...
"No la enciendas..."
Se detuvo en el momento en que su mano se
estiraba hacia el interruptor
"Si la enciendes, lo vas a ver..."
Paralizado su cuerpo, sus ojos se posaron en un
rincón de la habitación. Las sombras danzaban
alegremente sobre la pared, en algún lugar de la
noche ladraba un perro.
"Ahí está... en el rincón..."
Los segundos se estiraban en una angustia
indecible. El tiempo se convirtió en algo físico,
pegajoso. Ella miraba hacia el ángulo de la
habitación. No parpadeaba. En un último y
desesperado intento, su yo racional trató de
calmarla.
"Ahí no hay nadie. Son sombras y Luna, nada
más".
En ese momento le pareció que el bulto del
rincón se movía, acaso captando que se dudaba
de su existencia. El movimiento fué leve, apenas
perceptible, pero innegable. Lo que ella podía
entrever desde su posición era una figura, que
bien podía ser humana, de pie en el rincón de la
habitación.
En este punto algo sorprendente ocurrió en su
interior. El horror no cedió, pero dejó de bloquear
los procesos mentales, seguía en posesión de su
cuerpo en tanto la amenaza continuase; pero
liberó su consciencia para que analizara la mejor
manera de salir de aquella desesperada
situación. Intentó hablar, pero al principio solo
pudo producir un susurro que apenas si podía
oírse a los pies de la cama.
_ Marco...
Fue consciente de que había dicho el nombre de
su hermano, aunque desconocía porqué a pesar
de la enorme variedad de monstruos conocidos
había pensado justamente en su hermano, quién
siempre la había querido...
"Pensaste en él porque está muerto..."
_ Marco, ¿eres tu?_ alcanzó a decir.
La figura del rincón siguió inmóvil durante
algunos instantes, luego su cuerpo se inclinó
levemente hacia adelante, sacando el rostro de
las tinieblas; la luz de la luna alcanzó el rostro
de la figura, un segundo apenas. Lo suficiente
como para que ella sepa que no era su hermano,
sino algo infinitamente peor.
Toda resistencia se derrumbó. La figura
supuraba un odio negro e inhumano que era
palpable. La habitación se llenó de un hedor
insoportable. Aquello que estaba en el rincón de
la habitación dio un paso adelante.
Su boca se contorsionaba en una mueca que
intentaba ser una sonrisa; sus ojos eran pozos
negros dónde era imposible vislumbrar algún
rasgo humano. Imposible discutir, imposible
razonar con aquel ser que era más bien una
voluntad siniestra; sin pasiones, sin deseos; sólo
odio y espanto.
Ella se abandonó y se hundió en aquellos pozos
negros que eran sus ojos.
El cuerpo sin vida de la niña fue encontrado a la
mañana siguiente. Sus ojos miraban
estúpidamente hacia el rincón de la habitación.
Derrame cerebral, dijeron los médicos. Nadie
discutió un argumento tan razonable.
El mundo es misterioso. Después de todo, ¿quién
puede decir qué veremos en el instante de
nuestra muerte?......

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