SEGUNDA PARTE

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Dallen Clearwater venía del Distrito 4, fue mi aliado, mi amigo, mi protector y en mis últimos momentos de vida, cuando creía que todo estaba acabado. Fue el hombre que salvó mi vida.

Después del gran final en la arena, solo quedamos los dos. En la Cornucopia, agonizantes y envenenados por el suministro de agua de la arena, nos miramos el uno al otro. Sabía que el acabaría conmigo si trataba de atacarlo, así que me rendí. Una porque no tenía fuerzas ni para salir huyendo y dos, porque lo quería. En el corto tiempo de estar con él en la arena había apreciado su compañía y su amistad. No iba a traicionarlo. Si los juegos me habían transformado en una asesina, no dejaría que me corrompieran también para atentar con la vida de aquel que se había vuelto mi amigo.

Entonces me rendí.

Pero para mi sorpresa, él también se rindió. Fue valiente y me permitió vivir, no fue egoísta y decidió dejarse morir antes de dañarme. Solo podía existir un ganador.

    ― Vive, Aspen... vive y que contigo nazca la esperanza.―dijo Dallen señalando mi vientre antes de quitarse la vida. Convirtiéndose en tributo caído, y convirtiéndome a mí en tributo vencedor.

No entendería jamás los motivos que llevaron a Dallen a tener la determinación de quitarse la vida cuando tenía tanta vida por delante. Era dos años menor que yo, quizás no tan atractivo como otros vencedores, pero lo cierto es que pudo haber tenido una vida maravillosa llena de lujos y riquezas incalculables. En su lugar, decidió dejar todo eso para que yo viviera y también para que mi bebé pudiera vivir.

El sacrificio de Dallen no sería en vano. Protegería a mi bebé sin importar lo que ello me costará. Me aseguraría de llevarlo conmigo al Capitolio y sacarlo del siete para que jamás tuviera que enfrentarse al hambre, al miedo y a la cosecha... para que viviera en un mundo de fantasía, pero que estuviera a salvo. Después de todo los niños del Capitolio eran intocables.

Casi sin darme cuenta Caesar llega al final la entrevista, dirigiendo la atención en general a la reproducción de todo lo que había sido la centésima quinta edición de los Juegos del Hambre. El alma se me caía al suelo con cada repetición de cada muerte, con cada comentario y participación necesaria de mi parte.

Centro mi atención en la pantalla, sintiendo que lo que estoy mirando es ficción y que no fue mi realidad hace apenas unas cuantas semanas atrás. El vídeo avanza sin que yo sea consciente de la mayor parte de las escenas. 

Cuando Dallen aparece en la pantalla mi corazón se detiene por un instante y las lágrimas, traicioneras, empiezan a brotar de mis ojos sin piedad. El momento en el que le confesé a Dallen mi embarazo dejó muda a la audiencia. Entonces me fijo en la mirada que Dallen me da en la pantalla. Una mirada que en la arena no había sido capaz de interpretar pero ahora que veía la repetición lo entendía. En él había añoranza y tristeza, una profunda melancolía retratada en las noches que hacía guardia mientras yo dormía. Me vigilaba constantemente y siempre trataba de protegerme y a mi al bebé. No puedo seguir mirando más aunque tengo que hacerlo. El llanto me toma por sorpresa haciéndome parecer una viuda mártir descontrolada. Caesar se sienta a mi lado y me abraza tratando de reconfortarme, me tranquilizo porque sé que si continuo llorando no podré detenerme y entonces, empezaría con un espectáculo nada agradable para la gente del Capitolio, gritando cuanto los odiaba por haberme metido en esto y por haberme quitado a todas las personas que alguna vez habían sido buenas conmigo.

Panem era un lugar en donde reinaba el egoísmo y el miedo; y donde la nobleza era masacrada junto con la esperanza, pulverizada hasta volverla cenizas.

<MATAR O MORIR, LA AGONÍA DE UN TRIBUTO>Donde viven las historias. Descúbrelo ahora