―Dime preciosa... ¿Cómo es qué una simple chiquilla del Distrito 7, no me lo tomes a mal, sabes que te adoro―Mi interlocutor suelta una risilla y de pronto baja el tono de su voz, simulando que habla solo conmigo en una charla casual y no teniendo a toda la nación como audiencia. Me mira confidente, con su sonrisa de un blanco perfecto resaltando en el intenso rosa chillón de su labial y entonces, su voz se dulcifica para volverse curioso y a la vez sumamente serio, cargado de interés por obtener una respuesta. ―Dime ¿cómo es qué esa niña, pasó de ser la temerosa joven de la cosecha a toda una guerrera feroz en la arena?
La pregunta de Caesar Flickerman retumba en mi cabeza una y otra vez en busca de respuesta. Lo miro fijamente con una sonrisa en los labios y entiendo la pregunta a la perfección: No me está preguntando como lo logré, porque es evidente que mi papel de la chica débil durante todos los juegos era una farsa. Me está preguntando el motivo de mi actuación: Hacerme pasar por toda una mártir quejumbrosa, atacada por mi propio compañero de distrito el día de la cosecha; una chica diminuta y temerosa el día del desfile inaugural; una tributo completamente inútil en los entrenamientos que se había dedicado completamente a aprender cosas que a todos les parecían inútiles, como construir redes, estiletes, dardos y sobre todo, a extraer el veneno de ciertas plantas como la Cicuta.
En resumen, mi actuación fue de una chica completamente patética con una de las calificaciones más bajas en mi sesión privada con los vigilantes. Incluso me vi insignificante con mis respuestas en la entrevista final. Estaba segura de que había conseguido no impresionar a nadie y, al final, solo era otro saco de huesos para lanzar a la arena, otro cadáver para cumplir con el número requerido de tributos; una posible candidata a morir primero en el baño de sangre. Todo eso era cierto pero al momento de la verdad logré convertirme en una asesina potencial para así lograr sobrevivir. Esa siempre fue mi estrategia en mente, y no me importó acabar con vidas inocentes... hasta ahora.
No hay que mal entenderme, no es que fuera una embustera, pero en el camino del 7 al Capitolio analicé mis opciones. Después de haber sido humillada por mi compañero de distrito, siendo empujada en la tarima frente al edificio de justicia, era difícil mantener un papel de guerrera invencible así que decidí seguir esa coartada y me mantuve sumisa para pasar inadvertida y no ganar enemigos, nadie me consideraba un peligro hasta que fue necesario que me defendiera.
La reproducción mental de recuerdos se detuvo inmediatamente cuando recordé que necesitaba responder. Una sonrisa se apoderó de mis labios, y es entonces que Caesar, me dedica una mirada complacida acompañada por una ceja teñida de rosa, levantada curiosamente; mientras inclina el cuerpo hacia mí, haciendo un gesto con su mano alrededor de su oreja como si esperase que le contara algún secreto. Su actuación desata carcajadas en la audiencia, incluso también me permito reír.
―Oh Caesar, ¿qué puedo decirte? ―Suelto una risita leve, provocando el interés del público y algunos vítores que me animaban a continuar.― Jamás existió la chica débil... desde el principio sabía lo que tenía que hacer― Sonrío a Caesar y dedico un guiño que desata la euforia en la audiencia.
―Aspen, me matas... ¡eres una pilla! ―Caesar se revuelve en el asiento, golpeándose el muslo mientras se carcajea. El Capitolio enloquece y de pronto estoy atrapada en un auditorio lleno de maniáticos que ríen sin parar vestidos de manera excéntrica. Caesar hace una pausa para tomar aire y espera a que todo mundo guarde silencio, entonces se gira hacia mí cruzando una pierna sobre la otra y tornando su tono serio de entrevistador profesional, aunque la sonrisa no se borra de sus labios. Sé que está jugando conmigo.
―Entonces... ¿nos mentiste todo el tiempo? ―Hace una mueca de falsa indignación que por un momento logra engañar a la audiencia, pero no a mí. Sonrío con suficiencia preparando mentalmente mi siguiente respuesta, debo actuar rápido o mi máscara de fortaleza se caerá revelando el sufrimiento que estoy sintiendo y el odio que le tengo a todas estas personas. Miró a Caesar con un deje de coquetería que hace que el público suelte grititos ahogados. No cabe duda que son solo un montón de monos entrenados para reaccionar exageradamente a cualquier estupidez que suceda en el escenario.
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<MATAR O MORIR, LA AGONÍA DE UN TRIBUTO>
Fiksi PenggemarLa rebelión perdió la guerra contra el Capitolio. Han pasado 30 años desde la revolución del Sinsajo y el terror de los habitantes de los Distritos de Panem continúa: aún existen los Juegos del Hambre. Más sádicos... ...