TERCERA PARTE (FINAL)

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Yo no quería ganar los Juegos del Hambre y cuando llegué a la etapa final comprendí que solo había prolongado mi agonía, que debía de haberme dejado morir en el baño de sangre a manos de un tributo despiadado. Había perdido a todos aquellos a quienes amaba, ¿por qué seguir viviendo entonces? 

Dallen me dio la respuesta: Esperanza.  Tenía que seguir viviendo por la esperanza que crecía dentro de mi, porque tarde o temprano Hope daría esperanza a otros que como yo, la habían perdido.

 Ahora que era vencedora, mi único deseo era salir viva de ahí para ir a llorar a mi casa de la Maderera, para desahogarme de todos los horrores que había presenciado, de ver morir a tantas personas ante mis ojos, de asesinar a quien pude. Era responsable de tres muertes, tres tributos que habían muerto a manos de mis dardos venenosos. Tres hijos que habían abandonado a sus padres, tres chicos que no volverían a sus casas...tres niños que jamás volverían a ver la luz del sol o un atardecer. Dos chicos, una chica que jamás volverían a respirar, todo ello por permitirme seguir un poco más la agonía que suponía vivir en Panem.

Aunque pensándolo bien, en realidad era responsable de 23 muertes, ya que yo era la ganadora. Si bien, no los maté a todos, ellos no podían vivir porque yo lo había conseguido. Veintitrés muertes era un número demasiado grande de asesinatos cuando apenas se tienen 18 años.

Y de pronto me pongo a pensar ¿qué habría pasado si las cosas hubieran sido de otro modo? Si yo hubiera muerto y alguno de esos 23 tributos muertos viviera en mi lugar, ¿pensaría en mí de la misma forma? ¿Habría culpabilidad en su alma o sentiría regocijo por vivir a cuesta de otros?

Si, ganar los Juegos del Hambre te llenaba de todo aquello cuanto quisieras, pero el triunfo conllevaba a tener la conciencia manchada toda la vida, a torturarse mentalmente con pensar en lo que las familias de los tributos vencidos sentían. Nadie era tan desalmado como para no cavilar en los asesinatos que le habían permitido vivir. Ni el asesino más experimentado, ni siquiera los profesionales, nadie estaba libre de atormentarse por haberse dejado llevar por el egoísmo puro.

El egoísmo que te orillaba a decidir acabar con una vida tan valiosa como la tuya para solo así seguir viviendo, era sencillo hacerlo si se veía desde un punto: "A que lloren en su casa a que lloren en la mía, pues mejor que lloren en la suya" pero en si ¿cuál era el punto de sentirse con el derecho de privar a alguien de vivir?

No matábamos por sobrevivir porque escaseara la comida o estuviéramos en guerra, matábamos porque un ser humano desalmado pensó que la mejor arma para intimidarnos era el miedo. El control de los distritos por medio del terror y la incertidumbre y que con el mínimo atisbo de rebeldía, su suerte sería la tortura y la humillación pública, el asesinato de aquellos a los que amabas y una vida controlada y diseñada para entretener a los cerebros vacíos de los capitolenses; claro, ellos no sabían lo que significaba ver a alguien a quien amas caminar hacia una tarima porque llamaron su nombre para ir a morir, ellos no comprendían el dolor que sentía una madre al ver a su hijo asesinado por otro chico de su edad.

La gente del Capitolio no comprendía el dolor, la angustia y el temor de las familias en los Distritos, para los extravagantes habitantes de la capital de Panem. Los Juegos del Hambre no era más que un evento digno de celebrarse con fiestas excesivas, banquetes rebosantes, desfiles de moda, apuestas, mercadotecnia y mucho, mucho lujo y excentricidad. En sus cabecitas huecas llenas de tanta fantasía y colores estrafalarios, no podía existir un sentimiento tan negativo como el miedo, para ellos todo era felicidad y llenarse de comida hasta vomitar para después seguir comiendo; mientras que en los Distritos, los niños se mataban de hambre y conseguir una mísera hogaza de pan, era la tarea más difícil del mundo.

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⏰ Última actualización: Jan 05, 2016 ⏰

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<MATAR O MORIR, LA AGONÍA DE UN TRIBUTO>Donde viven las historias. Descúbrelo ahora