MINE.

01. Rey

1. Rey.

Me duele la cabeza, ¿dónde estoy? Miro todo extrañada, no recuerdo haberme quedado dormida. Observo a mi alrededor, repito: ¿Dónde estoy? Nada se me hace conocido, todo es muy brillante, pulcro, pero al mismo tiempo oscuro. Me encuentro en una habitación totalmente blanca, pero con toques oscuros, y estoy sobre una cama grande –tal vez una King side-, antigua con una cortina-dosel para dar privacidad a quien duerma en ella. Además, la habitación es espaciosa –demasiada- para mi gusto. Posee una butaca con todo lo necesario para el aseo personal, tanto de hombre como de mujer. También, cuenta con dos puertas, y si no me equivoco una es el baño y la otra ha de ser un gigantesco guarda ropa y, por último, pero no menos importante hay una mini barra-cocina y una pequeña sala. Repito: ¿Dónde estoy? No estoy en mi casa, eso es seguro, pero por algún extraño motivo no siento miedo, me siento cómoda.

Sigo observando todo con detenimiento hasta que mis ojos caen en la figura que sale de una de las puertas –y si no me equivoco es el baño-, debido a que solo posee una toalla de la cintura para abajo. Mis ojos se abren de la impresión y mi cara arde: ¿Dónde me metí?

—Veo que ya has despertado. –suspiro, mi piel se eriza al escuchar su voz, ¿quién es? Sé que la he escuchado antes.

—Sí—susurré, me siento cohibida, no tengo miedo, pero él me resulta intimidante. Digo nada más por solo verlo da miedo, pero inspira respeto. Sino me equivoco ha de medir 1.95. Es musculoso, tiene una gran espalda, y ni hablar de sus bíceps y sus buenas tabletas en su abdomen, que en total son ocho. Es moreno con unos ojos de infarto color azul eléctrico. Su cabello es castaño cobrizo casi negro, se podría decir que él es la obra de arte más bella jamás vista.

Suspiro, esto es mucha tentación, pero aun así no sé cómo llegue aquí. — ¿Puedo hacerte una pregunta?

—Ya me la estás haciendo, lindura. –sonríe. Oh, mi Dios. Voy a morir. ¿De dónde salió esta yo? Siento calor, mucho calor, mi cara arde de vergüenza, nunca me habían llamada por un apodo... Bueno, sí hubo un tiempo en el cual me decían por uno pero... ¡No! Esa vida ya no existe, escapaste. ¡Olvídala!

—Uhm... yo... esto... — ¡Oh, por Dios qué vergüenza! Lo escucho reír; bajo mi mirada, ¡esta sí soy yo! Una chica tímida y con un horripilante pasado. ¡No me gusta esta yo! ¡Soy demasiado alocada! ¡En definitiva no me gusta!

—Oye, tranquila, no te asustes ni muchos menos te avergüences, eres hermosa así que no bajes la mirada, y mírame.

—Oh, bueno me gustaría mirarte, pero no tienes mucha ropa puesta. — ¡No! ¿Oh, porque no puedes cerrar la boca? No responde, creo que lo hice enojar, pero de momento siento su aroma en mi oído. — ¿Có-m-mo?

—Chss, tranquila. --¿Cómo llego tan rápido a mi espalda? ¿No se supone que estaba justo detrás de mí? Trago saliva, si antes no tenía miedo ahora siento pavor. —Quiero que escuches algo con atención—su aliento me estremece, pero se siente bien. Además, no es frio, ni gélido es cálido y amable, pero serio como si le molestara algo y quisiera hacérmelo entender, pero no sabe cómo. —Eres mía, ya te lo he dicho antes. –susurra, y por algún extraño motivo aquellas palabras en aquel extraño idioma llegan a mi mente: μπορείτε να μυρίζει ωραία –Eres mía, y de esa misma forma que tú eres mía yo soy tuyo. Todo lo que vez en mi es tuyo, te pertenece por derecho. Lo mío es tuyo y tuyo es mío. –Okeyyyy, cierro los ojos digiriendo todas sus palabras, cada una de ellas está llena de posesión y de... ¿amor? No lo sé, pero sinceramente no me importa. Se siente bien, el estar cerca de él se siente bien. — ¿Entendido? –asiento, lo he entendido y por algún extraño motivo sé que no son mentiras cada una de sus palabras fue sincera.

— ¿Ahora si puedo hacerte aquella pregunta? Bueno, creo que ahora son dos. –lo siento asentir antes de dejar un beso en mi cuello; me paralizo. Dios... se sintió bien. ¿Qué es lo que él me hace? ¿Quién es él? ¿Por qué me siento tan unida a él? — ¿Cuál es tu nombre? –musito antes de alejarme un poco, se siente bien, pero no puedo olvidar como ropa solo tiene una toalla, y ¡quién sabe!, podría ser un depravado.

Lo siento sonreír. ¿Por qué sonríe? ¿De qué me perdí? ¿Se siente orgulloso? ¿Algo le da gracia? Agh, eso no importa, lo que importa es: saber cómo se llama, por qué me salvo, y por qué me siento tan unida a él. —Mi nombre, lindura, es Aleksiev Romanov –trago saliva, ¿Romanov? Nunca había escuchado ese nombre.

—Romanov... —susurré, nunca había escuchado algo así, pero al decirlo se sentía bien. Como si me tocara decirlo, como si fuera mío. Lo escuche suspirar y tragar sonoramente mientras escuchaba un pequeño: "repítelo" de su parte. Discretamente decidí darle la satisfacción que pedía. — ¿De dónde viene el apellido Romanov? –pregunte, estaba intrigada, quería saber de él... bueno, no sé si del apellido o de él en sí.

—No es de aquí...

— ¡Espera! –chille; se asusto rápidamente apareció frente a mí, otra cosa que quería saber: su velocidad al correr. –Lo siento, lo siento... ¿Podrías vestirte...primero? –pedí bajando la mirada rápidamente, me gusta su cuerpo para que negarlo, pero no me gusta verlo tanto sin... ¿ropa? ¡Mentira! Su cuerpo es una obra de arte, pero por ahora con ropa está bien.

Lo escuché suspirar, pero no dijo nada y en cuestión de segundos sentí como una ráfaga pasaba por mi lado antes de ubicarse a mi lado tomarme en brazos y sentarme en el gran sofá blanco que se encontraba en la habitación.

—¿Sabes puedo caminar? –murmuré, sonrió. ¡Vaya tiene una sonrisa Colgate! –Ahora sí, contesta a mis preguntas, por favor.

—Bueno como te decía no soy de aquí, pero creo que eso ya lo sabes, ¿no? Algo aquí —señalo su corazón, refiriéndose al mío—, te lo dice. —Asentí, ¿Cómo sabia eso? Lo mire, creo que pidiéndole una silenciosa explicación de: quién era, qué eres, por qué estoy aquí. Suspiro, y asintió antes de comenzar a decir las palabras que cambiarían mi vida para siempre. —Soy un Vampiro, el Rey de los Vampiros para ser preciso, y tú eres mi Alma Gemela, mi igual.

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-Jane

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