One-shot

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La detective Beckett respiró hondo, notando cómo su espalda se contraía a través del chaleco antibalas, y tocaba el frío cemento de la pared. Se permitió unos segundos de calma, apoyando la cabeza contra el muro que ahora mismo era lo único que la sostenía en pie, y eliminó de su mente cualquier cosa que la inquietara. Cosas como ese creciente miedo que se estaba apoderando de su pecho con cada paso, con cada movimiento que la aproximaba a su sospechoso. Las secuelas de su disparo seguían muy presentes, buscando cualquier sonido extraño, el reflejo del sol en una mirilla o una calma exagerada, para activar las alarmas interiores de la detective y hacerla creer que había un punto de mira apuntándola en cada esquina de la ciudad, como si llevara una diana enorme pintada en la cabeza y hubieran abierto la veda. El síndrome post-traumático llevaba su tiempo curarlo, tal y como le había repetido hasta la saciedad el Dr. Burke cuando ella se había presentado en su consulta con ganas de tirar todo el trabajo por la borda e irse corriendo junto a Castle.

¿Cuántas veces habían sido? Demasiadas para contarlas... Beckett sacudió la cabeza y se puso la coraza, dejando todo aquello fuera, cuadriculando su mente tal y como siempre hacía cuando estaba trabajando. Subía el puente levadizo y se aislaba en su castillo. Así es como resistía, como era fuerte. La detective había visto los planos del edificio antes de entrar, el de la comisaria 20 los había extendido encima del capó de un coche policía y le había indicado cómo iban a ejecutar aquella operación. El propósito era que todos llegaran a casa para cenar sanos y salvos, y que un asesino estuviera entre rejas para cuando eso pasara. Beckett asintió, estaba sola, pero sabía que había gente pendiente de ella desde los edificios cercanos. Cogió aire, cerró con fuerza las puertas del castillo, y salió de su escondite.

Caminó de lado por la puerta de entrada de aquel almacén. Giró sobre sus talones, notando su espalda protegida por varios francotiradores de su bando, con el dedo preparado encima del gatillo y listos para disparar en caso de emergencia. No era que Beckett no hubiera preferido otro tipo de armas custodiándola, pero en ese trabajo los sentimientos personales no cuentan. Se hace lo que es mejor para todos, y si a alguien no le gusta, pues se aguanta. Recorrió con la pistola todo el perímetro ante sus ojos, prestando especial atención a recovecos y rincones ocultos, o puertas disimuladas en la pared. La estancia era bastante grande y fría, era primavera pero Beckett podía ver el vaho de su respiración saliendo de su nariz. Eso le hizo recordar su infancia, cuando jugaba con su madre camino del colegio a que eran dragones o que iban fumando. La detective apartó todo aquello de su cabeza y buscó centrarse. Pero los recuerdos estaban ahí, a flor de piel, y la inquietud interior no hacía otra cosa que hacerlos más nítidos.

Rodeó el coche que estaba allí estacionado, en un lado del almacén. Era un viejo Peugeot, con la pintura marrón descascarillada y el cuero de los asientos levantados por varios sitios. Los envoltorios de McDonald cubrían el suelo y buena parte del salpicadero, acompañados de unas cuantas latas arrugadas de Budweiser y Red Bull. Parecía que alguien había estado comiendo allí. Una vieja manta de cuadros escoceses, bastante mugrienta, yacía hecha un guiñapo en uno de los asientos traseros. Vaya, su asesino también había dormido en el coche.

Con cuidado, se aproximó a una de las puertas delanteras, la que se encontraba abierta todavía. Alguien había salido precipitadamente del viejo Peugeot... Beckett se acercó la muñeca a la boca, encendiendo el pequeño micro que llevaba enganchado en la manga de la camisa. Oyó unos sonidos estáticos cuando el transmisor se encendió.

- Vigilad las salidas, parece que ha salido corriendo en cuanto nos oyó llegar - ordenó.

- Ya estamos en la parte trasera - respondió Esposito, con ciertas interferencias.

- Permaneced atentos. - dijo entonces Beckett, satisfecha por el trabajo de sus compañeros, pero siendo escueta. No era momento para felicitaciones.

Tocada. Hundida. RescatadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora