¿La cigüeña?

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Finalmente a la mañana siguiente los caminos estaban totalmente despejados para que las personas pudieran salir de sus casas o volver, como era el caso de Jeanne.

La castaña suspiró mientras se abrochaba, hasta el cuello, la chaqueta que Matt le había prestado y esperaba a un par de pasos de la puerta a su novio que se encargaba de asegurar la puerta principal. A pesar de que solo había estado ahí por un día sentía una profunda tristeza al dejar esa casa.

Se giró hacia el patio delantero que estaba cubierto por una gruesa capa de blanca nieve y agradeció el haber decidido llevar ese par de botas largas al antro aquella noche ya que ahora le permitía caminar cómodamente en el lugar. Caminó por lo que era el caminito hacia la salida y la nieve se hundió debajo de sus pies, sintió un enorme deseo de inclinarse y tomar un poco de nieve con sus manos para arrojársela a su novio pero si lo hacía debían volver a entrar a la casa para secarse y si volvía entrar a ese lugar probablemente no saldría por lo que simplemente observó la nieve.

Matt llegó a su lado y le tomó la mano, juntos se dirigieron hacia la salida, las manos de Jeanne estaban heladas mientras que las de él estaban más cálidas, cuando volteó a verla vio como en su rostro se reflejaba un poco de nostalgia.

—¿Ocurre algo? —le preguntó sin dejar de caminar tan lento como podían. Ella negó con la cabeza y volvió a lanzar otro suspiro.

—Es sólo… dirás que suena estúpido pero no quiero irme de aquí —se detuvo y señaló a su casa.

Matt sonrió maliciosamente, le soltó la mano y ahora con sus dos manos tomó a la castaña por la cintura, la atrajo hacía él y la besó, juntaron sus frentes y le volvió a sonreír.

—No es estúpido, me parece maravilloso. Yo tampoco quiero que te vayas —la castaña sonrió y de nuevo le dio un corto beso.

—Ya me siento mejor —dijo con alivio.

—Puedes quedarte en mi casa cuando quieras —le recordó.

Volvieron a retomar su camino.

—¿Te gustan las mascotas? —preguntó de repente.

Matt se encogió de hombros sin dejar en claro lo que opinaba de las mascotas.

—Tengo una mascota que quiero como mi vida —le dijo sonriente—. Me lo obsequió años atrás un chico al que quiero mucho —Matt le sonrió—. En realidad, todos en mi familia quieren a ese animalito pero por nada del mundo dejaría a mi pequeño alejado de mí por más de una semana. Cuando tenga que mudarme mi pequeño vendrá conmigo —dijo la castaña manteniendo su mirada hacia el frente pero su sonrisa aun seguía en su rostro.

—¿Sabes? —empezó el modelo y con un dedo rascó un costado de su cabeza—. Ahora que recuerdo soy excelente haciendo casas para perros. Tal vez podría hacer una para tu “pequeño”.

La castaña negó.

—No. Mi pequeño no duerme en casas para perros normales, le gusta dormir al final de la cama…

—Tú pequeño es un perro muy mimado.

Jeanne asintió animadamente.

Siguieron el camino hablando sobre la mascota de la muchacha, sus manos seguían entrelazadas mientras caminaban por las calles. Aunque podían haber ido en automóvil hasta la casa de ella ambos prefirieron ir caminando para alargar más su tiempo juntos. No es como si ya no se fueran a ver pero cuando se ama a alguien se quiere pasar todo el tiempo con ella.

Jeanne apretó con fuerza la mano de Matt y sonrió porque simplemente no podía dejar de hacerlo, era feliz de nuevo.

¿Jugamos a casarnos? (JASN Libro #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora