Jack

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Un rayo de sol entró por la mugrienta ventana y aterrizó sobre la cara de un niño que dormía en un aún más mugriento dormitorio. El chico se revolvió, medio dormido, buscando cualquier excusa para no abandonar la seguridad de su cama y no enfrentarse al mundo.

Como si le hubiesen leído el pensamiento, la especie de puerta que separaba su burbuja del mundo real se abrió de una patada y un hombre corpulento, violento y borracho entró gritando.

-Vamos, pequeña rata desagradecida, ya es de día y tienes que hacer cosas para ganarte el pan de hoy. Arriba, vago asqueroso. - salió dando un fuerte portazo.

A través de las finas paredes, Jack pudo escuchar como el hombre gritaba a su madre y la sangre en las venas comenzó a arderle de odio.

-Algún día- murmuró para sí mismo, jurándose que, de alguna manera, alguna vez, se libraría de su padre y podría ser feliz junto a su madre.

Un grito de dolor interrumpió sus ensoñaciones y le recordó la amenaza que se cernía sobre él a menos que se diera prisa en estar en la cocina sirviendo el desayuno a su padre. Echó una última mirada por la ventana, hacia los rascacielos que dominaban la ciudad, añorando una vida mejor en uno de ellos, con una familia cariñosa y feliz.

Tras el desayuno, que pareció durar una eternidad, salió de casa. Ese era su momento favorito del día, porque podía huir de la triste realidad de su casa. Es cierto que tenía que trabajar, en lugar de reír, estudiar y gastar el tiempo libre en cosas divertidas como los niños de los colegios para ricos a los que tanto envidiaba, pero en su barrio las cosas siempre habían sido así, todos trabajaban para llevar algo de comer a casa, hasta los más pequeños.

Pasaron las horas y, acabada su jornada de trabajo, volvió a casa. Iba temblando de miedo, apenas había conseguido unas monedas y su padre estaría furioso con él. Solo de imaginar lo que se le venía encima le empezaba a recorrer la espalda un sudor frío y la vista se le ensombrecía.

No hacía mucho que un misterioso salvador recorría las calles de Gotham, salvando a los que estaban en apuros y, secretamente, Jack deseaba que apareciese en su casa aquella noche y se le llevase lejos.

Cuando no pudo retrasarlo más, por miedo a las represalias, cruzó el umbral de la puerta, dispuesto a encararse con el tirano.

-Llegas tarde - fue el único recibimiento que le brindó su madre.

A Jack no se le escapo el nuevo moratón que la mujer lucia en el ojo. Con el miedo atenazándole las entrañas, entró al escasamente amueblado salón, rezando porque la bebida no hubiese vuelto más violento a su padre.

-Ahí estás, alimaña, ¿qué es lo que has traído hoy a casa? - gruñó el hombre repantigado en el sofá desvencijado.

A Jack le llegó el olor a cerveza rancia que desprendía y, temblando, se acercó a él para entregarle los brillantes círculos metálicos que tanto esfuerzo le había costado conseguir.

El dolor tardó en llegar los pocos segundos que su padre invirtió en contar las monedas, considerarlas insuficientes y enterrarle un puño en el estómago. La pesadilla comenzaba de nuevo.

Jack cerró los ojos y apretó los dientes, intentando no llorar ni emitir ningún sonido. Sabía de primera mano que su padre no soportaba los llantos.

¿Porqué tan serio?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora