Academia de Cazadores de Sombras, 2008
El sol de la tarde estaba derramándose cálido a través de las ventanas con forma de flecha de su aula, pintando de amarillo las grises paredes de piedra. La élite y la escoria por igual estaban adormiladas por una larga mañana de entrenamiento con Scarsbury, y Catarina Loss les estaba impartiendo una lección de historia. La historia aplicaba tanto para la élite como para la escoria, para que todos pudieran aprender de la gloria de los Cazadores de Sombras y aspiraran ser parte de esa gloria. En esta clase, pensó Simon, ninguno de ellos parecía tan diferente del otro, no era que todos estaban unidos aspirando a la gloria, si no que todos por igual estaban velados por el aburrimiento.
Hasta que Marisol contestó una pregunta correctamente, y Jon Cartwright pateó el respaldo de su silla.
-Asombroso -siseó Simon detrás de su libro-. Ese es un comportamiento genial. Felicitaciones, Jon. Cada vez que un mundano responde mal una pregunta, dices que es porque no pueden elevarse al nivel de los Cazadores de Sombras. Y cada vez que uno de nosotros responde bien una pregunta, los castigas. Tengo que admirar tu consistencia.
George Lovelace se inclinó en su silla y sonrió, dándole a Simon su siguiente línea.
-No veo cómo es eso consistente, Sí.
-Bueno, es un idiota consistente -explicó Simon.
-Puedo pensar en algunas otras palabras para él -remarcó George-, pero algunas de ellas no pueden ser empleadas cerca de las damas, y algunas de ellas están en galés y no pueden ser entendidas por ustedes, locos extranjeros.
Jon se veía molesto. Posiblemente estuviera molesto porque sus sillas estaban demasiado lejos para ser pateadas.
-Solo creo que ella no debería hablar si no es su turno -dijo.
-Es verdad que si ustedes, mundanos, nos escucharan a nosotros, Cazadores de Sombras -dijo Julie-, podrían aprender algo.
-Si ustedes, Cazadores de Sombras, alguna vez escucharan -dijo Sunil, un chico mundano que vivía bajando el (limoso) pasillo de George y Simon-, podrían aprender unas cuantas cosas también.
Las voces estaban en aumento. Catarina estaba empezando a verse bastante molesta. Simon les hizo un gesto a Marisol y a Jon para que se callaran, pero ambos lo ignoraron. Simon se sintió de igual manera como cuando él y Clary habían prendido un fuego en su cocina para tratar de tostar uvas y convertirlas en pasas cuando tenían seis: asombrado y horrorizado de que las cosas se hubieran puesto feas tan rápido.
Luego se dio cuenta que eso era un recuerdo nuevo. Sonrió con el pensamiento de Clary con uvas explotadas en su cabello rojo, y dejó que la situación en la clase se intensificara.
-Te enseñaré algunas lecciones en los campos de entrenamiento
-espetó Jon-. Podría retarte a un duelo. Cuida tu boca.
-Eso no es una mala idea -remarcó Marisol.
-Oh, escuchen ahora -dijo Beatriz-. Los duelos con chicos de catorce años son una mala idea.
Todos vieron con desprecio a Beatriz, la voz de la razón. Marisol resopló.
-No un duelo. Un reto. Si la élite nos gana en un rato, entonces pueden hablar primero en clase por una semana. Si los vencemos, entonces se muerden la lengua.
-Lo haré, y te lamentarás de haberlo sugerido alguna vez, mundana. ¿Cuál es el reto? -preguntó Jon-. ¿Vara, espada, arco, ejercicios con dagas, una carrera de caballos, un encuentro de boxeo?
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Nada más que Sombras (4)
Short StoryEs difícil ser un cazador de sombras cuando tienes poderes demoníacos. Simon aprende sobre los problemas de James Herondale en la escuela y cómo él y Matthew Fairchild se hicieron amigos, en el preludio de Las Últimas Horas. Obra perteneciente a Ca...