Septimo dia

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Nunca nada es como uno esperaba. Soy dios, soy un maestro, pura voluntad. Subí cerros, visite lagos, nade en aguas nuevas y conocí mucha gente. Nada existe hasta que yo lo conozca y todo lo que no conozco aun no existe. Arriesgar el alma y el cuerpo en cada pisada para llegar a darle mi vida a todo hogar. Aun no puedo desprenderme de muchas cosas y solo duermo 5 hs por día, pero si ha cambiado algo es mi mentalidad. Todo se puede. Sufro igual, pero ya se puede. Ahora si, a contar cosas concretas:

Él aún esperaba que lleguen, se sentó sobre una roca, saco la botella de agua y sólo esperaba. Tal vez nunca llegasen, pero el esperaba igual. El sol quemaba. Sus piernas temblaban. Se sentía como aquella vez que había estado todo el día pensando sobre la existencia y lo falso de su esencia, pero esta vez la sensación era física. Ya ni la cabeza quería andar. En un momento vio una cabeza aproximar sobre la base de la montaña, no distinguía quien podía ser, pero alguien era. Llegó.

-¡¡Que cansancio!!, ¿no?- el señor lo mira y no responde. Parecía estar enojado. Tenía muecas extrañas y cada tanto suspiraba violencia.

-Disculpe, ¿se siente bien?- insistió él sin respuesta nuevamente.

Pasó un tiempo hasta que el hombre finalmente decidió atinar a mostrar síntomas de humano. Arrojó una piedra, lo miro, y tiró:

-¿Qué harías pibe por ser feliz, por tener un amor, una vida digna?...- el silencio de la montaña se sintió aún más profundo luego de esa pregunta. Los pensamientos volaban por el aire, ya nada quedaba luego de esa inquietante interrogación. Nuevamente...

-¿Pactarías con el diablo?, te arriesgarías a tener un contrato cínico, extraño, de lógicas infrahumanas- el hombre río y de inmediato comenzó el descenso sin dejar tiempo de respuesta. Él, pasado mucho tiempo, aún no podía digerir lo que acaba de vivir.

Pasado los 10 minutos, finalmente llegaron. Allí arribaban aquellos con los que había empezado a subir esa eterna montaña. Él los había dejado atrás porque quería estar sólo un rato y además iba más rápido y no quería frustrarse por la lentitud del resto. No contó lo sucedido. Se rieron un rato, comieron unas migas que habían sabido ser galletas y luego de un mínimo descanso decidieron bajar de aquellas inmensas alturas. Lo que aún él no sabía era que la conversación con aquel extraño señor no había quedado en una misera anécdota, sino en algo que lo afectaría de por vida. 


Cronicas De Un Viajero SolitarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora