Se conocían de toda la vida. Habían sido el primer beso del otro cuando apenas tenían siete años; había sido un beso inocente y ambos se habían sonreído y continuaron jugando como lo habían estado haciendo antes. Ese fue el momento en que Danny se dio cuenta de que era diferente y que no sentía nada por las chicas, sin embargo nunca había sentido nada por Kian... claro, su cabello rojo y su rostro lleno de pecas siempre le habían parecido muy atractivos, y le encantaban sus ojos gris verdosos... en cambio sus ojos cafés obscuro y su cabello castaño eran aburridos en comparación.
–El color de tus ojos y tu cabello también son hermosos –siempre le decía Kian cuando Danny se quejaba de alguna de esas cosas y le revolvía el cabello.
Ahora que tenían dieciochos años, no muchas cosas habían cambiado. Estaban en su último semestre de preparatoria, y seguían en el mismo equipo de volleyball al que Danny había convencido a Kian de entrar en primer semestre. Ahora eran las estrellas y la mayoría de las mujeres estaban locas por ellos. Así fue como Kian obtuvo su primera novia a los quince años, el mismo año en que Danny le había confesado que era gay.
Hasta ese momento, los dos guardaban su relación en secreto, y, aunque ya ese día cumplían seis meses, nadie se había enterado de que eran más que amigos.
Cuando estaban en tercer semestre, sus compañeros habían empezado a burlarse de Danny por la forma en la que hablaba y lo empezaron a llamar nombres. Eso no duró ni un día, ya que Kian los hizo callar a todos, e, incluso en ese momento, Danny no sintió nada por su amigo más que una profunda amistad.
–Son unos idiotas, lo sabes –le dijo Kian aquella vez.
–Ya lo sé, Kei –le dijo Danny sonriendo. Nunca lo llamaba Kian, porque sabía que odiaba su nombre, así que desde que iban en secundaria, lo había dejado de llamar así–. Sabes que no me importa lo que piensen de mí.
–¿Estás diciendo que les vas a decir a todos sobre... ahm... tus gustos?
–¡Dios, no! –exclamó, haciendo un movimiento dramático con sus manos y abriendo sus ojos–. Se me armaría una grande si mis papás se enteran, tú los conoces. No. Igual no es importante que otros sepan, al menos de que vayamos a hacer algo –dijo bromeando, mostrándole la lengua a Kei.
–Menso –Kian rio–. Acerca de malas ideas... creo que terminaré con Andrea.
–Espero que con mala idea te refieras a haber salido con ella en primer lugar –rio–. Pensé que habías aprendido con Angie. Hasta pareces que sales con ellas sólo para ocultar algo más –le dijo Danny guiñándole un ojo.
–Aquí el gay eres tú –le había dicho aventándole una almohada en la cara–. Que tú quieras algo conmigo es tu problema.
–Ya quisieras que me gustaras –había dicho Danny, acercándose provocativamente a Kei, que estaba acostado en la cama, llevando su rostro justo sobre el de su amigo.
Se miraron a los ojos sin decir nada, hasta que Kian lo empujó con su brazo–. Me vas a terminar violando. Maldito Daniel –dijo completamente rojo, resaltando las pecas de su rostro, pero con una sonrisa en los labios.
Siempre habían actuado de esa manera, pero aquella vez algo había cambiado en Kian. Había salido con otra chica, intentando convencerse de que lo que estaba sintiendo no significaba nada. En las vacaciones de verano antes de pasar a quinto semestre, habían terminado y, como siempre, había ido con Danny a llorar en su hombro.
–No se va a acabar el mundo, Kei –dijo mientras daba golpecitos en la espalda de su amigo–. Tenemos diecisiete años y habrá muchas más mujeres para ti. Y quién sabe, quizá algún hombre –intentó bromear.
–No... no digas eso, Daniel –dijo seriamente. Danny sabía que cuando decía su nombre así, estaba pasando algo.
–¿Qué pasa, Kei? Sabes que puedes decirme lo que quieras –le dijo, poniéndole una mano sobre su hombro.
–No puedo decirte esto, Daniel –lo miró a los ojos un momento y retiró la vista rápidamente.
–¡Dímelo o tendré que sacártelo a cosquillas! –sus manos se estiraron hacia el estómago de Kei, pero las tomó antes y lo haló hacia él, tumbándolo de espaldas contra la cama.
El silencio que se hizo llenó de tensión el aire. El corazón de Kei latía tan fuerte que temía que Dan pudiera escucharlo. La tarde era calurosa, siendo el inicio de agosto. En medio del calor, algo hizo que Dan tomara el rostro de Kei entre sus manos, y juntara sus labios con los de su hasta entonces amigo. Ninguno supo cuánto tiempo pasaron besándose, pero cuando rompieron el beso, ambos estaban completamente rojos. Kei se sentó a un lado de él, en su cama matrimonial, en silencio.
–Ahm... ¿qué significó eso? –preguntó Danny, mirando sus manos, que empezaban a temblar, pensando en lo que acababa de pasar–. Lo siento, no debí de hacerlo –una lágrima escapó a sus ojos y la limpió rápidamente–. Fue un error, lo sé. No sé qué pensaba. Por favor, perdóname.
–¡Cállate un momento, Daniel! –dijo Kei. Estiró su brazo para limpiar otra lágrima de la mejilla de su amigo y levantó su rostro con la misma mano–. Quiero decirte algo... Creo... ahm... hace un tiempo que creo que siento algo por ti –dijo soltando el rostro de Danny.
–¿Sentir algo? ¿Como... algo gay? –dijo riendo un poco, secando sus ojos.
–¡Oh, cállate! –dijo, empujándolo con una mano–. Hablo en serio, no es momento para que te burles de mí.
–No lo hago, perdón –dijo Danny sintiéndose un poco mal. Se acercó a él un poco–. Nunca pensé en ti de esa manera, quizá porque pensaba que era imposible y que prefería tu amistad...
–Yo pienso lo mismo, y no quiero perderte, así que podemos fingir que no pasó nada y ser amigos como antes...
Antes de que pudiera decir algo más, Danny lo había vuelto a besar y aquel día habían empezado una relación que aún mantenían en secreto, pero cada vez que podían, volvían a estar en los brazos y labios del otro.

ESTÁS LEYENDO
Mejores amigos
RomanceSe conocían de toda la vida. Habían sido el primer beso del otro cuando apenas tenían siete años; había sido un beso inocente y ambos se habían sonreído y continuaron jugando como lo habían estado haciendo antes. Ese fue el momento en que Danny se d...