Capítulo dos: Maldición.

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62 leídos. ¡Yay! Los adoro. ♡
Ya, subiré los capítulos más seguido.~
No se preocupen por el hard gggg, habrá mucho con el desarrollo de la historia. Lmao.

Ezio tras el regaño de la anciana, sólo se dedicó a cruzar los brazos de mal humor. Ni siquiera quiso contestarle. Pero la cuestión era... ¡¿por qué lo regañó a él, por qué?! Bueno, cosas normales que hay que aceptar sin quejarse después de todo.

Miró de soslayo a su antiguo amigo, quien obtuvo un cambio drástico en su personalidad al parecer. Éste simplemente miraba la hora en su brazo de la llegada del autobús, y en su semblante anunciaba desesperación. -Te lo mereces.- Musitaba Ezio para si mismo, estaba molesto, claro. Pero sus maldiciones no se mantuvieron en pie por mucho tiempo, ya que a él también le perjudicaba que el transporte llegara tarde. - Maldición...- Definitivamente hoy no era su día en absoluto, la mala suerte se esmeraba en seguirle. Estaba a punto de hacer una rabieta infantil que, gracias a Dios no alcanzó por ser llevado entre las personas apresuradas a subir y llegar a su destino.

Prontamente el castaño bajó de las nubes y se apresuró a tomar un puesto, al lado de una muchacha quien al verle, agachó la cabeza para ocultar su rostro por la timidez, o vergüenza talvez. El muchacho al notar esto sólo soltó una risa sutil y leve, atinando a mirar a los alrededores para no incomodarla. Era problemático, sí, pero no descortés. Incluso era bastante amigable. 

Encontró que en uno de los puestos de enfrente estaba Domeneco, leyendo un libro que se veía interesante. Hizo varios movimientos para ver las letras de la portada y entrecerró los ojos con ligereza atrayendo varias miradas divertidas. Terminó por hacer un puchero por no lograr su objetivo.

Suspiró, apoyando su columna al respaldo del asiento. -Oye...- Le habló a la fémina, tocándole el hombro derecho. - ¿Cómo te llamas? ¿De dónde eres? ¿A dónde vas? ¿En dónde estudias? -La bombardeó de preguntas mientras la chiquilla dio un brinco por tal acto repentino, titubeando al buscar respuestas al ataque.

Mientras tanto el estudiante de derecho estaba concentrado en las palabras plasmadas de forma hermosa en las delicadas hojas amarillentas de su libro, el cual sostenía con la diestra y cambiaba de página con la izquierda. Tan concentrado ahí, que cuando el transporte se detuvo de golpe, no lo sintió. Sino que, se percató de las puertas abriéndose dando paso a nuevos individuos. Pero, dos voces que reconoció de inmediato.

- ¡Domeneco! - Gritó un rubio exasperado a vivo pulmón, llamando la atención de todos. -¡Mal amigo, nos has dejado tirados!- Aleteó acercándose al de hebras marrón oscurecidas, casi llegando al negro brillante. El joven aludido realizó un ademán con la zurda, indiferente. Modales de siempre lo cual encabronó a su amigo. - ¡Domeeeee, creí que éramos amigos! -Gritó casi llegando al borde de las lágrimas. Gesto bastante infantil, causando las carcajadas del moreno que lo acompañaba. - ¡Antoine no te rías, esto es serio, muy serio, demasiado serio! ¡¿Y sólo cogiste el puesto con sólo dos espacios?! ¡¿Por qué no escogiste el de atrás?! ¡Anto, tendremos que separarnos! -

-No lo digas así, parecemos pareja, Alex.~ - Canturreó el azabache cariñoso. Ambos amigos eran muy divertidos. Cosa que hací contraste con el tercer joven de semblante rígida y estricta.

- Ambos deberían irse a algún otro puesto. No me interesa la compañía de ambos. Y, están haciendo el ridículo...De nuevo...- Tono cansado que emanó de su garganta, dejando el inerte libro cerrado sobre sus piernas comodamente. Dignándose a mirarlos al fin. Un contacto visual, en donde él demostraba su fastidio, y los otros dos muchachos eran intimidados.

- Si las miradas mataran... Estaríamos muertos desde un inicio...- Tragó saliva el blondo, tomando asiento junto a la ventana en uno de los últimos puestos junto a su mejor amigo. El cual tenía las mejillas infladas, acción digna de un infante.

¿Eres tú? (Yaoi.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora