Domeneco abrió sus álgidos ojos a las nueve de la mañana este día Sábado, iniciando su rutina habitual: Ponerse en pie; hacer la cama, estirarse de forma gatuna, escoger la ropa adecuada para llevar al baño, ducharse, secarse, cepillarse los dientes; por último vestirse con lo escogido(remera sin mangas negra, camisa a cuadros en blanco y negro, pantalones oscuros.)
Tomó rumbo al comedor, bajando por las detalladas escaleras de madera clara.
Lanzó un largo suspiro al darse cuenta de que Alex y Antoine no daban señales de vida existente. -¿Será que no se han levantado?...-Recorrió el hogar.
Nada.
No estaban.
El chico cabreado fue hasta la cocina para hacer el desayuno, un delicioso Omelette, que consistía en unos huevos fritos en la sartén que por un lado llevaba jamón, el contrario queso, y para rematar tomate.
Al término sólo lo dejó en el centro la mesa de mármol de color agua situada en el comedor, y alrededor acomodó tres platos que sacó de la despensa, sumado a ello tazas de porcelana.
Tomó el hervidor para llenarlo de agua hasta el límite, y lo calentó.
-Tiempo suficiente les dí, malditos gusanos...- masculló el denuesto respirando hondo. Recorrió el camino, por suerte las habitaciones de todos estaban juntas. Alzó ambos brazos hasta las puertas tono salmón, y vehemente golpeteó con los nudillos de las manos.
Se detuvo para escuchar qué sucedía.
Un desaliñado rubio lo atendió con pijama, y un azabache que le gritaba sin moverse de la cama,-¿Van a salir, o quieren una carta de invitación?- con mirada altanera el de orbes pardos confrontó al ojiazul, quien se paralizó unos minutos.
- Ah este... Ya voy...-Tartamudeó nervioso observando la actitud del tipo amenazador.
-Apresúrense, el desayuno está listo.- Quería a sus amigos a su manera; poco se notaba pero de verdad los quería y apreciaba desde que los conoció. A veces podían ser unos idiotas, ingenuos, incluso unos fastidiosos. Sin embargo, a pesar del contraste de personalidades, siempre han estado ahí para apoyarlo en las buenas y en las malas. Cabe mencionar que son casi los únicos que soportan su carácter apático. Soportar... ¿Tanto le afectó separarse de Ezio, su ex mejor amigo, por las disputas entre ambas familias? ¿Cambió sólo por la falta del castaño? ¿Pero, no sólo él cambio, cierto?
"-¡¿Que no me puedo juntar más con Zio?! ¡¿Por qué?! ¡Es injusto, no, no, no, no se vale!- Entre sollozos le reclamaba el pequeño a sus padres."
Recordó ese momento sintiendo unas punzadas en el pecho como agujas de gran filo y por ende su nuca reaccionó moviéndose de forma negativa, con la intención de ahuyentar a las reminiscencias que le dolían tanto, lo obligaban a arrinconarse para no sentirse miserable.
Sirvió a sus compañeros, los que se veían bastantes soñolientos, lo que preparó. Antoine se dedicó a depositar el agua hirviendo a la taza de cada uno, conforme Alex se lamentaba por la exposición que ya debía entregar.
Una vez todos sentados, comiendo, charlaron sobre su semana. - Los de mi clase, realmente son unos serios. No se puede pretender que harán algo divertido. ¡Es un ambiente netamente tenso, donde el hielo es difícil de quebrantar! Si dices alguna palabra te miran molestos, con aires de desdén. Es como tener a Domeneco multiplicado por 92 o más- se quejó el pelinegro atrayendo la mirada asesina que le dedicó el nombrado en su parlamento, cosa que hizo que se atragantara con el pan blanco.
-No, mis compañeros son bastante simpáticos, pero siempre están pegados a los libros de química o física, pero cómo no, si ya tenemos una exposición- lloriqueó el de melena. -A todo esto... No les he dicho lo más importante.-