Capítulo cuatro: ¿Por qué no?

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Las horas se hicieron cortas, ni cuenta se dieron al ver la noche caer junto con sus compañeras: Las estrellas.

Ximena con inmenso nerviosismo les pidió a sus compañeros que la esperaran en algún sitio cerca de su hogar, era la única que vivía en la ciudad, mientras que ella pedía permiso para ir a la casa de la muchacha que alababa más la noche y con ello la oscuridad azur que impregnaba con su frágil pero notoria esencia a la ciudad.

La respuesta fue positiva, pero una cliché hora de llegada fue jurada la cual se cumpliría al pie de la letra escrita por los padres amanuenses de la muchacha.

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Polette metió la llave en la cerradura e hizo peso con su cuerpo contra la puerta para abrirla y dejar pasar a sus invitados obsequiándoles una sonriaa agradable para seducirlos a pasar, lo cual funcionó al pie de la letra.

Era un hogar agradable, acogedor. No era algo inmenso, sino que algo pequeño lo cual bastaba para cinco personas o seis. Emanaba olor a canela proveniente de un incienzo encendido. El domicilio no tenía a nadie más ahí albergado en su espléndido interior.

-Así que... Ésta es tu casa...- dijo Alexander sando vistazos por todos lados, a cada rincón del sitio.

-¿Sabes que lo que acabas de decir es estúpido?-Interrogó Antoine incrédulo. Lo apoyaba en todo, pero esta vez admitió que aquello fue idiota.

-Ya, ya. Traeré unas cervezas- dijo la dueña del domicilio conforme se encaminaba a la cocina.

-¡Hace mucho no te veía, neko neko! Extrañaba pasar tiempo contigo...- Dominica se sentaba en el sillón, dando palmaditas en el espacio restante indicándole al nombrado a acompañarle.

—Sí... Yo con ustedes sinceramente... —soltó de forma amigable sentándose al lado de la fémina de nombre similar al de él — extrañaba hablar... Porque ambos me conocen mejor que nadie... — dijo con aires tan nostálgicos. Ezio al escuchar aquello sintió cómo la sangre le hervía a leguas, tanto que hasta sus mejillas se acaloraron. Sólo pensaba en darle un par de golpes a Domeneco con toda la fuerza, pero como hombre civilizado como el que quería actuar se aguantó las enormes ganas que no se deshicieron tan fácilmente. Ni siquiera fue a gritarle o reprocharle al menos.

Al menos Polette llegaba suavizando el ambiente. Entregó una cerveza a cada uno, menos a Ximena, quien más bien se negó a aceptarle.

—Pero esto es demasiado suave...You're very soft —sumado con un puchero enunció Jared. Inflando las mejillas con menuda tranquilidad.

—Con unas cuantas tienes suficiente como para emborracharte — le contestó la proveedora de las latas —tengo más, incluso ron —.

—¿Qué esperas? Trae, trae —.

La muchacha volvió a irse, llegando en lo que canta un gallo.

—¿Feliz? —

Asintió Jared.

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Todos disfrutaban, menos la pelirroja, quien intentaba calmarlos a todos. Algunos tomaban una personalifad un poco distintas.

Además estaban "pasados de copas" algunos. Menos las mujeres, éstas intentaron no tomar demasiado alcohol para divertirse y no tener aquella resaca de los mil demonios, al menos que esta se amortiguara un poco, ¿no?

—¡Se le ocurrió al... algo! — Se tambaleó Antoine al decir aquello, siendo sujetado por su mejor amigo, el rubio, quien no ayudó mucho porque estaba en un estado similar, sólo que un tanto más controlado.

—Qué cosa —preguntó la rubia más baja, alzando la mirada para verle claramente. Prontamente tomó asiento en el suelo tibio.

—¿Juguemos a ese juego cliché de los retos? —

—Me agrada la idea — dijeron al unisono Ezio, Domeneco, y Dominica, siendo el motivo de la risa del resto.

—Mejor a la botella, ¿no? —murmuró Alex.

—¡Sí, sí! — gritó emocionado Jared, teniendo la aprovación de toda la "manada".

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Una vez todos sentados en el suelo formando un círculo, tomaron la cerveza vacía de ron que yacía en el medio ahora. La primera en girarlo fue la tímida Ximena, apuntando a Sophia la ápice de cristal.

—¡¿E-Eeeeeeh?! —chilló la de hebras anaranjadas.

La rubia sólo se levantó, fue hasta la muchacha esotérica y juntó sus labios con los de ella en un corto beso que ni dejaba fluir la imaginación de los pervertidos.

— Ya —. Giró la botella la rubia, apuntando a Antoine el cual se sonrojó hasta las sienes sin siquiera haber comenzado el reto. Alex lo miró de soslayo, una mirada algo acerva que luego cambió hacia el suelo hábil.

Anto gateó hasta la muchacha, dejando un beso en esa llamativa boca rosada. Los labios del moreno se apoderaban de los de la muchacha la cual no sabía cómo seguirle el ritmo amenazador. Al término el varón volvió a su puesto tan radiante, que hasta el rubor se esfumó. Todos con la boca abierta simplemente se murmuraban unos con otros.

El azabache giró el objeto inerte y brillante, el cual apuntó a Polette. Vaya, si tal parece que hoy es su día de suerte. Pol sonrió de manera coqueta preparada para lo siguiente. Un beso. Cuando pasó la joven hizo lo que debía hacer tocándole esta vez a Domeneco el cual sonrió de forma ladina, casi lasciva. La borrachera lo cambió un poco...

— No — tajante Ezio detuvo a Neko desde el hombro — a ella no —.

—¿Por qué no? —

—Sus labios son mucho para ti —.

—¿Y? ¿Qué, acaso quieres que te bese a ti, estúpido? —

—Ni en mis pesadillas... —

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Hola gente.~
Sé que demoré,y que el capítulo está asquerosamente malo... Sin embargo, trataré de hacer un tipo especial para recompensarlo. ♡
Yolo.~
#Losquiero.
#HolaMari.
El de la imagen, es Domeneco por si las dudas.~

¿Eres tú? (Yaoi.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora