Cuento 1: Ruleta Rusa

1.7K 93 16
                                    

El hombre no se limita a existir,
sino que siempre decide cuál será su existencia
y lo que será al minuto siguiente.
VIKTOR FRANKL


Un revólver es un tipo de pistola que se caracteriza por llevar la munición dispuesta en un barrilete o tambor. El barrilete es un cilindro metálico localizado en el centro de la pistola que permite alojar las municiones en sus horadaciones. Este barrilete gira sobre un eje a medida que se disparan las balas para poder colocar el siguiente cartucho en posición de disparo, permitiendo en un revólver modelo Colt, efectuar cinco disparos sin recargar el arma.

El revólver tiene sólo una bala dentro, y se encuentra en la mesa al centro del triángulo que forman los tres amigos sentados. Las reglas son simples, el primero en tomar el revólver girará el barrilete, y contrapondrá la pistola a su sien, para intentar un disparo que pueda terminar con su vida. Si se salva, el arma pasa al siguiente en turno, quien, sin girar ahora el barrilete, intentará el disparo, siguiendo la secuencia hasta que uno muera, y repitiendo el procedimiento con una nueva bala cuando sólo queden dos amigos. No hay tiempo para girar el barrilete en cada turno, Mendicuti seguramente ya estará arribando al edificio.

Daniel es el primero en recoger el revólver; él es el que tiene la deuda más grande. Duda, pero no hay tiempo para dudar. Gira el barrilete, se lo coloca en la sien derecha, tira del gatillo y... nada.

Pasa la pistola a Jorge, cuyo monto adeudado es menor que el de Daniel, pero mayor que el de Andrés. Jorge toma la pistola sobre su sien derecha, tira del gatillo y ¡Clic! ¡Nada!

Es turno de Andrés. Coge la pistola, se la coloca sobre la sien derecha. Una gota de sudor resbala por arriba del cañón de la pistola y se pasea sobre él hasta caer al suelo. Andrés tira del gatillo y no pasa nada.

Daniel vuelve a tomar la pistola. Las posibilidades de que le toque el disparo han pasado del 20% al 50% en esta ocasión. La mano de Daniel tiembla al posar el cañón dentro de su boca. Jorge y Andrés intercambian miradas. El sonido del disparo retumba en toda la habitación y hace eco en la casa abandonada en donde se encuentran.

En el piso de abajo, Mendicuti ha escuchado el disparo; sabe que están ahí, no sabe qué es lo que ha pasado, pero sabe que están ahí, y más vale que tengan el dinero consigo, o no saldrán con vida de esta casa. Los novecientos mil de Daniel, los setecientos mil de Jorge y los seiscientos mil de Andrés, una deuda total de dos millones doscientos mil pesos que Mendicuti no piensa dejar pasar por alto el día de hoy. Ya no más. Mendicuti sube con sobrecogedora decisión por las escaleras acompañado de sus dos guarros, quienes portan armas que parecen tener muy buen calibre. Van a buscar la habitación en la que se encuentren los deudores.

Jorge toma la pistola del cuerpo sin vida de Daniel, que yace en el suelo con la mirada vacía junto a su maletín que dentro carga trescientos sesenta mil pesos, dinero que ahora está disponible para el sobreviviente del juego. Jorge se reincorpora en su asiento, toma la segunda bala de la mesa, la coloca en el tambor y lo hace girar. Jorge se apunta, tira del gatillo, y no pasa nada.

Andrés vuelve a coger el revólver, siempre sudando, tira del gatillo. Nada.

Jorge retoma el gatillo, tiene 33% de probabilidades de morir. Cierra los ojos, los aprieta, se apunta y tira. Sólo un clic, nada.

Andrés rompe en llanto. Tiene las mismas posibilidades que tenía Daniel en su último tiro. Toma la pistola, observa su maletín, que dentro carga doscientos ochenta mil pesos; insuficientes para pagar su deuda y no ser asesinado –o algo peor- por Mendicuti. Andrés escucha movimientos en el piso de abajo. Rápido, se coloca la pistola sobre la sien, aprieta los ojos y los dientes, y jala del gatillo... pero no pasa nada. Andrés vuelve a romper en llanto; la situación está decidida, el siguiente tiro tiene la bala dentro. Está en shock. Emociones encontradas. La rabia y odio que siente hacia Mendicuti por haberlos orillado a esto, el sentimiento indescriptible que lo embarga por saber que Jorge está a punto de morir, y lo peor, una felicidad retorcida que surge por saber que es él quien ha sobrevivido... felicidad encontrada con la rabia que siente consigo mismo por alegrarse de semejante barbaridad... vivir a costa de la muerte de sus amigos.

El corazón de Jorge palpita violentamente cuando toma la pistola de manos de Andrés, la mira fijamente, y comienza a sudar también. Empieza a levantar la pistola en su mano derecha en dirección a su sien. De pronto, se escuchan furiosos pasos sobre el pasillo de afuera. Un corto silencio. Las miradas de Jorge y Andrés están posadas sobre la puerta de la habitación.

La puerta de la habitación se abre de golpe. Mendicuti y sus hombres entran armados y observan la escena, cuyos protagonistas, a su vez, los observan a ellos. Un Andrés perplejo y un Jorge de mirada fúnebre, con la pistola formando un ángulo de 90° con su cuerpo, apuntando al techo, en un viaje rumbo a apuntar hacia su sien que resultó interrumpido.

Jorge está acorralado. Los trescientos diez mil pesos que él tiene en su maletín no le alcanzan para pagar su deuda. A ninguno le alcanzaba su propio dinero para saldar su respectiva deuda, había que juntar el dinero de todos para saldar la deuda de uno de los tres. Sería ahora Andrés quien saldaría su deuda, pues Jorge tiene que dispararse para acabar con su vida de una manera que, a su considerar, sería más digna que ser asesinado por un usurero.

Jorge tiene el arma. De pronto, en medio de la confusión, se ilumina. Matarse no es la última opción. Tiene el arma en la mano; hay otra solución. Puede... puede intentar matar a Mendicuti. Pero ese disparo tiene que ser certero, es el único que tiene. ¿Y si falla? Mendicuti no se tentará el corazón y lo asesinará antes de poder entender qué sucedió e, incluso, en el arranque de ira, también podría arremeter contra Andrés, matándolos finalmente a los dos.

Jorge no quiere morir. Las lágrimas se mezclan con el sudor. Jorge estira el brazo con la pistola en la mano. Los matones de Mendicuti le apuntan, pero el prestamista les hace seña para que bajen las armas. Jorge mira fijamente a su objetivo. Es su única salida, él no quiere morir. Todavía no, es muy joven. No piensa suicidarse con el revólver, pero tampoco piensa arriesgarse a intentar matar a Mendicuti, no. Se ha decidido por la tercera opción. Jorge apunta bien, y al mismo tiempo que aprieta los ojos lo más fuerte que puede, le dispara a Andrés en la frente.

¡Bang!





QuiebreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora