Eran las cuatro de la madruga y Harry se había levantado agitado, podía jurar que aún en la oscuridad el rojo intenso de sus mejillas se notaba, al igual que sus labios. Había sudado tanto debido a aquel sueño érotico que su camiseta le quedaba tan pegada a la piel de la espalda que pensaba que iba a pasar a formar parte de él.Ahora un poco más despierto había olvidado que clase de sueño fue para causar esa excitación en él, pero podía jurar sentir aún las manos de esa persona recorrer su ser.
Levantó la sábana, la cual formaba una casa de campaña en su entrepierna, y miró que aún se encontraba erecto, incluso después de haberse corrido, lo podía asegurar por los restos de semen adheridos a su bóxer.
Sabía que su familia se encontraba domida pero dentro de dos horas sonaría su alarma he iba a volver a estar rodeado de ellos. Caminó torpemente hacia la puerta, después de asegurarse de que no hubiera nadie por el pasillo, la cerró con cuidado y pasó el pestillo.
Lo que quería era estar solo. Porque para hacer eso, Harry se sentía más cómodo en la intimidad de su habitación.
Solo en la amplia habitación, ante el inmenso espejo.
Era difícil conseguir intimidad cuando sólo había dos baños sin pestillos para varias personas, y también era complicado que Harry pudiera poner en práctica sus preferencias sin que alguien (su hermana habitualmente) entrara en el cuarto de baño de repente, sin llamar.
Porque Harry disfrutaba viéndose a sí mismo mientras se tocaba.
Ni siquiera se había molestado en preguntarse por qué o en buscarle explicación.
Suponía que también le gustaría si no estuviera solo, si estuviera haciéndolo con otra persona mientras se reflejaban en un espejo; pero había algo en ver su propia expresión de placer que lo excitaba aún más si cabía.
Por eso agradecía tener una erección ahora, a esta hora y con su gran espejo. Era el lugar perfecto.
Abrió su cajón de la mesita de noche, sacó un pequeño bote de lubricante y bajó las luces hasta que la habitación quedó en penumbra, y entonces se sentó en el suelo, muy cerca del espejo.
Sólo con pensar en lo que iba a hacer ya se estaba excitando, así que se acarició suavemente con la palma de la mano, sintiendo cómo su erección empezaba a presionar contra la parte delantera de los pantalones de chándal. Soltó una bocanada de aire que no sabía que estaba reteniendo y sus dedos se colaron por dentro de la goma de su ropa interior; había estado sudando a mares mientras dormía, pero ahora él estaba quieto, el aire acondicionado empezaba a notarse.
Las puntas de sus dedos estaban frías y se le escapó un suave gemido cuando rozaron su piel.
Se bajó los pantalones hasta que quedaron a mitad de muslo y la postura ya no le resultaba tan cómoda, pero todo eso le daba igual si podía verse en el espejo. Vio sus pupilas nubladas por el placer cuando envolvió su miembro con los dedos, cómo sus labios se entreabrían al empezar a acariciarse de nuevo.
Desvió la mirada hacia la puerta durante un segundo, y después abrió la botellita de lubricante y se puso un poco en la mano derecha.
Siempre que podía utilizaba lubricante, le gustaba que las caricias fueran suaves y sentir la ligera humedad al deslizar su dedo pulgar por la punta.
Su mano aceleró un poco el ritmo, pronto se unió la mano izquierda y sus caderas empezaron a embestir a la vez casi por inercia. Harry no despegaba la mirada de... sus propios ojos en el espejo.
Y eso era lo raro, porque el espejo debería haber estado devolviéndole la misma mirada de lujuria, pero no.
Los ojos que había en el espejo, ni siquiera eran verdes, eran de un negro profundo, reflejaban su expresión de placer, desde luego, pero estaban fijos en sus manos, siguiendo sus movimientos arriba y abajo. Entre sus labios se veía cómo se mordía la punta de la lengua.