Capítulo 8 Tratando de revivir

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-Rachel, te vas a casa de tus abuelos, yo me voy a quedar toda la noche con tu madre.-Dijo mi padre mientras salíamos de la habitación.
Me acompañó a la salida... ¿Se había molestado si quiera en acompañarme? Que raro resultaba todo...
Allí me esperaba un taxi, mi padre le dijo la dirección de la casa de mis abuelos, y me dio dinero para pagarlo.

El viaje se hizo largo, pues mis abuelos vivían en un pueblo de las afueras de París. Llegué a su casa y por un momento vacilé antes de llamar al timbre. Abrió la puerta mi abuela, que nada más verme me dio un abrazo.
-Cariño, sabes que nosotros estábamos haciendo lo posible por sacar a tu madre de ese mundo, pero ya era demasiado tarde... No se que demonios se le pasaría por la cabeza para coger el coche tan borracha...-Veía el dolor en el rostro de mi abuela mientras hablaba de su hija.
Que duro sería tener que hablar así de una hija.
-Abuela, no tienes la culpa de nada de esto, ¿Está bien? No te preocupes, solo podemos esperar y que el destino decida.
Yo le decía eso para animarla, pero en el fondo yo no pensaba eso, solo sentía llamas quemando mi cuerpo poco a poco.
Le di otro abrazo. Mi abuela era la persona que más quería en esta vida, ella siempre me había protegido de todo, me había entendido como nadie, nunca había dejado que mi padre me pegara cuando ella estaba presente, ella daba su vida solo para que yo estuviera feliz.

Entré a mi cuarto, me tumbé en la cama, y ahí estuve una maldita hora, solo pensando, dañando más mi mente, destrozándome más de lo que estaba.
Decidí salir a dar un paseo por el pueblo.

Ya era por la tarde, así que cuando salí, todo estaba nublado y húmedo, ya que poco antes había llovido. El frío se colaba por mi abrigo, la soledad invadía la zona... Solo era esto lo que faltaba para completar mi trágica historia...
Pasé delante de la iglesia del pueblo, y algo loco me vino a la mente. Pero... Yo no creía en Dios. Aunque esta era la única gota de esperanza que quedaba en mi interior. Me dirigí al interior de esta, y nada más entrar divisé la cruz con Jesucristo crucificado en ella. Me coloqué delante y... Empecé a rezar el padre nuestro.
Cuando terminé, pronuncié unas palabras, no podía creerme que estuviera haciendo esto.
-Señor, ya sé que ningún domingo vengo, que puede ser que haga meses que no haya pisado este sitio, puede que no dedique ninguna pequeña parte de mi vida en ti, pero ha llegado el momento. Solo necesito que salves a mi madre, sálvala de caer, no te la lleves. Si no te la llevas te prometo que cambiaré mi forma de ser, de vivir. Ella regresará a un centro de ayuda, pero esta vez saldrá curada, cuando mi madre cambie, mi padre y mi hermano también lo harán, seremos una feliz familia, viviremos juntos y felices, ellos cada día se irán a trabajar, ganarán el sueldo necesario para vivir, mi hermano y yo iremos al colegio, pasaremos un gran día, y por la noche, cenaremos todos juntos y entre risas, nos contaremos como han sido nuestros días. Todo eso pasará, pero solo necesito una cosa. Déjala descansar hoy, o una semana, un mes si hace falta, pero, prométeme que despertará.

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⏰ Última actualización: Sep 20, 2016 ⏰

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