CAPÍTULO 1.

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  “La vida de Alexis pasaba sin pena ni gloria, todo estaba perfectamente calculado, perfectamente medido; sin dar lugar a sentimientos ni emociones, a nada que se saliese de sus planes. Sólo vivía rodeada de lo que quería vivir, de lo que le interesaba vivir. La vida de Alexis era una vida de apariencias. Una vida mediocre, triste y absurda hasta que llegó él".                                                                                                                                                              


          Alexis.

Cierro la puerta del garito en el que suelo pasar los fines de semana desde hace un par de veranos tras de mí mientras miro a mi alrededor con el ceño fruncido. No sé por qué últimamente, cuando llevo un par de copas de más, la sensación de paranoia se apodera de mí y me hace temer todo lo que me rodea; incluso me parece que las papeleras que se encuentran a lo largo de la calle solitaria están allí colocadas estratégicamente para hacerme daño. La sensación de pesar está instalada en mi pecho y en la boca de mi estómago y juro que pagaría por poder irme de aquí sin que mis amigos se diesen cuenta.

- Hey, Alexis, ¿pensabas irte sin tus tesoritos?- Mi amigo Aaron clava sus ojos verdes en los míos y agita con picardía el paquete de tabaco con el mechero morado que me dejé en la barra. Es extremadamente alto por lo que tengo que estirar los brazos para alcanzar mis pertenencias pese a medir cerca de un metro setenta y tres. Le regalo una sonrisa forzada y niego con la cabeza mientras me llevo uno de mis cigarros a la boca y lo enciendo sin ninguna dificultad.

Realmente odio el tabaco, odio su olor y odio el sabor que me deja en la boca, y lo que más me repele es que ni siquiera soy capaz de recordar la primera vez que inundé mis pulmones con ese asqueroso humo tóxico. No paro de engañarme a mí misma diciéndome y prometiéndome que el del momento será el último cigarrillo que me fume. Como si no me bastara con engañar a todo el mundo, intento caer yo en mi propia trampa. En una palabra: patético.

- Tía, te estoy hablando, ten la decencia al menos de fingir que te interesa.- Aaron me mira con el ceño fruncido y cruzado de brazos, simulando un enfado. Acaricio mi larga y rubia melena y la echo hacia atrás haciendo énfasis en un pestañeo exagerado que marca aún más mis pequeños ojos ahumados con un exceso de pintura oscura después de tirar los restos de mi cigarro.

-Vamos dentro, gigante.- Me dirijo a mi amigo y abrimos la puerta del bar sin ningún cuidado dejando que los altavoces que proyectan un fortísimo disco de rock duro se apoderase de nuestros oídos.

Aaron se abre paso entre la gente y alcanza nuestros sitios chocándole las manos al resto de nuestros amigos, como si hubiese ganado un campeonato o algo por el estilo. Yo les regalo una sonrisa y hago un comentario sarcástico que saca alguna carcajada.

-¡¡Ponnos otras dos pintas y un chupito de tequila a cada uno, Matt!!- Jake, otro de los chicos que sale con nosotros se acerca a la barra tambaleándose en dirección al camarero, y se sacude el pelo color ceniza con pesadez dejándose caer encima de Aaron. No puedo evitar sonreír levemente. Es de altura media, quizá me saque dos o tres centímetros y tiene los ojos muy azules. Todo lo contrario al castaño de ojos verdes que intenta zafarse de él con todas sus fuerzas.

Pronto, la voz de mis amigos y la música estridente se meten en mi cabeza y me revuelvo en mi asiento antes de darle el último trago a mi cerveza.

•~•

Llevamos tres horas entrando y saliendo del bar y los efectos del alcohol ya han empezado a hacer su trabajo. Paso por el estrecho camino abarrotado de gente que lleva a la barra tambaleándome sobre mis plataformas negras bajas y suelto una carcajada irónica cuando veo a Jake sentando en mi taburete. Le doy un toque suave en el hombro y se voltea bruscamente haciéndome notar que su mirada se posa en mi escote. No me siento en absoluto atraída por él, pero le tengo un gusto especial a que me miren, a sentirme deseada; así que no me aparto, doy un paso hacia él y le muestro una media sonrisa cuando su mano libre acaricia mi trasero y me sienta encima suyo agarrándome por la cintura.

¿Sinceramente? Siempre he tenido una autoestima de mierda; las circunstancias me han hecho tenerla. Sólo consigo sentirme relativamente bien conmigo misma cuando me entallo en un vestido ajustado y hago que los babosos de esos cabrones se giren para mirarme cuando paso por delante de ellos.

Salgo de mi ensimismamiento cuando los labios cálidos de Jake rozan mi hombro y se deslizan hasta el canto de mi cuello haciendo que me estremezca. Me encantaría poder empujarlo y salir corriendo de este sitio que me ahoga cada vez más, pero no me conviene que sepan la clase de niña perdida y asustada que se esconde detrás del maquillaje, la poca ropa, la frialdad y la aparente seguridad; así que me limito a acariciarle el brazo y sonreír.

-Pero bueno, qué sorpresa, ¿ya tienes capricho para esta noche, cielo?- Aaron está en frente de nosotros, ligeramente encorvado hacia delante, con los ojos inyectados en sangre mirándome fijamente y una hedor a whisky que me revuelve el estómago. – Oh y Jake, tú cómo no... Cómo te gusta calentar bragas, ¿eh, hijo de puta?- Miro a mi amigo con la mayor inexpresividad posible. Realmente no sé si quiero golpearlo por hacer esos estúpidos y absurdos comentarios o abrazarlo por sacarme de esta horrible situación.

-Tío, estás borracho.- Jake habla mientras me levanto del taburete para que tenga más movilidad y beberme los restos de la copa que pedí antes de salir por última vez y se acerca al moreno que lo empuja con una mueca de asco.

-No se lo tengas en cuenta, es un capullo que no sabe lo que dice.- Le murmuro mientras le acaricio la espalda. Pero el puño de Aaron colisiona con su mejilla derecha y lo hace caer. Todo el bar se pone patas arriba con la situación, pero el rubio no hace nada por defenderse, se levanta y suelta una carcajada sarcástica.

-No tienes ningún derecho de hacer esto, ¿qué coño te pasa por la cabeza? ¿Eres idiota o qué te pasa? ¡¡Le podrías haber hecho daño, por el amor de Dios!!- Niego con la cabeza frenéticamente y escupo a su lado. Me giro para coger mi cazadora de cuero negra y salgo a toda prisa del local.

Cuando por fin estoy fuera y puedo respirar un poco de aire fresco, saco de mi bolso el paquete de tabaco y me llevo un cigarro a la boca. Mierda. He debido dejarme el mechero dentro, busco entre mis tetas, ya que muchas veces los guardo ahí, pero no tengo éxito. Así que decido girarme para pedirle fuego a alguno de los chicos del grupo que tengo justo detrás.

-Hey, ¿alguno de vosotros tiene un mecher...?

Se me cortan las palabras cuando una de sus grandes manos me ofrece un precioso clipper metálico. Levanto la mirada guardando la inexpresividad que me caracteriza y enciendo mi cigarrillo deseosa de darme la vuelta. Le regalo una mueca a modo de sonrisa a modo de agradecimiento, pero cuando estoy dispuesta a girarme, la misma mano que me había tendido el mechero de gas agarra mi pequeña muñeca obligando a que me diese la vuelta.

- Alexis Meyer... Menuda sorpresa encontrarte por aquí.- Su tono sarcástico me pone nerviosa y sus ojos verdes esmeralda clavados en los míos me hacen sentir como el ser más pequeño del mundo. Es tan jodidamente intimidante y me da tantísimo asco, que tengo que esforzarme por no escupirle en el entrecejo.

- Harry Styles... Toda una pena no poder decirte lo mismo.

COLLIDE.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora