CAPÍTULO 2.

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                                                                                                                                                                     Harry.

Enfatizo mi agarre en su minúsculo brazo presionando mis yemas contra su piel erizada. Puedo sentir la repulsión y el asco en sus pequeños ojos excesivamente maquillados de negro mientras recorre los tatuajes que decoran mi brazo con la mirada, para luego fijarla en la mía.

Conocí a esta tipa tan jodidamente rara hace dos años, cuando me metieron en ese estúpido internado. Nunca me molesté en preguntarle lo que hacía allí, tampoco me quitaba el sueño saberlo; me bastaba con conocer que estaba tan o más jodida que yo para saber que no debíamos entablar contacto.

Aún recuerdo la primera vez que la vi. Debo reconocer que no pude dejar de observarla durante un buen rato. Su ropa oscura se ajustaba perfectamente a su cuerpo prominente y contrastaba con su piel de porcelana y su pelo platino, ondulado y kilométrico. El lunar que decoraba la parte derecha de su labio superior contribuía a su facilidad para volver loco a cualquier tío. Pero era asquerosamente pretenciosa y la máscara de tipa dura e inquebrantable que llevaba se le caía a pedazos. Además, era tan estúpida que ni siquiera se daba cuenta. No crucé más de dos palabras con ella, pero me observaba continuamente y a la vez se escondía de mí. Era rara, rara de cojones.

He bajado la guardia y Alexis se ha deshecho de mi agarre alejándose unos metros de nosotros. Aparto con mis dedos los rizos salvajes que caen sobre mis ojos y miro fijamente el Clipper metálico que sus manos han depositado en las mías. Juraría que esta tía está loca, sólo quería que nos riéramos un poco; o reírme yo, al menos. Hacerla enfadar, pero no en exceso, como hacía todo el tiempo la gente del internado que conseguía acceder un mínimo a ella. Resoplo. Definitivamente, no hay ni ha habido nada que hacer con esta tarada.

-Eh, Louis. Tíos, vamos dentro, anda.- Mis tres amigos se miran cómplices, como diciéndose algo que ellos saben y que a mí me importa una mierda conocer y caminamos hacia dentro del mugriento bar. La música está a tope y hay un pequeño charco de sangre en el suelo. Medio sonrío. Esto realmente da pena.

-Joder, Harry, podrías haberme dejado a mí darle el mechero a esa tía... ¡¡Está tremenda!! Preséntanosla, joder.- Liam me mira con ojos de perro abandonado y se pasa la mano por el poco pelo que tiene, mientras posa un billete en la barra con delicadeza y Matt nos sirve una pinta y tres chupitos a cada uno.

Siento cómo el trago me quema la garganta y entrecierro los ojos; beber es una de las cosas que hago sin parar y que no me hace sentir como una mierda. Estoy seguro de que todo lo hago del revés y por qué no decirlo, también estoy hasta la polla de que la gente piense que la historia del "chico malo" siempre es válida, siempre mola y siempre termina acabando bien. Cuando tu familia y tu vida están rotas, ya nada puede sacarte del pozo de mierda en el que te encuentras. Ni siquiera la bebida, el sexo ni cualquiera de esas pamplinas.

Miro a Liam de reojo y sigue con la vista puesta en mí, esperando una respuesta por mi parte. Si quieren conocer a Alexis para echarle un polvo, la llevan clara. Es tan gilipollas que a los dos minutos de conocerla, huirían despavoridos.

Me río para mí y levanto la cabeza para encararlo.

-No queréis conocerla, hacedme caso.

•~•

                                                                                                                                                                    Alexis.

No sé cuánto tiempo llevo sentada en la acera, ni cuántos cigarros me he fumado ya y, sinceramente, agradezco que ninguno de mis supuestos amigos haya salido a buscarme. Maldigo para mis adentros y miro a mi alrededor con el codo apoyado en mi rodilla y la mano en mi mejilla.

No debería haber empezado a salir con ese grupo de tarados nunca. Cuando estaba con mis amigos de verdad todo era mucho más sencillo, me divertía de verdad, no me metía en líos y no tenía que estar todo el tiempo fingiendo ser alguien que verdaderamente no era. Entonces me asusté, pensé que ellos también podían hacerme daño, me sentía vulnerable e inferior y desaparecí. Desaparecí por completo. Soy tan estúpida... Los echo de menos a los cuatro, los echo de menos de verdad. Con ellos no era necesario ponerme una máscara, no estaba todo el día diciendo y haciendo gilipolleces y pasé los momentos más felices que he vivido nunca.

Saco el móvil de mi pequeño bolso, tecleo la contraseña de desbloqueo y me quedo mirando fijamente al icono de llamada. Quizás no me guarden rencor y pueda explicarme, o simplemente pueda decirles que les echo de menos y que he sido una imbécil durante estos dos últimos meses. ¿Estarán juntos ahora? Es sábado y son –me fijo en el reloj superior de la pantalla- las dos menos cuarto de la madrugada. Suspiro y marco casi sin pensar.

Tres tics que se me hacen interminables.

-¿Diga? - La voz de mi amiga suena confundida y ligeramente desubicada. Sonrío amargamente y niego con la cabeza. No creo que haya sido una buena idea hacer esa llamada, ¿qué le voy a decir? Me va a mandar a la mierda. -¿¡Quién es!? ¿En serio, estáis de coña?

Me aclaro la garganta y trago duro para eliminar el nudo que se ha formado antes de hablar. –Hola, Aisha. Soy yo, Alexis... Sólo quería saber cómo estabais y...- Tengo que dejar de hablar y enjugarme las lágrimas que han empezado a brotar de mis ojos. Menuda idiota. Suspiro. Qué le digo ahora. Echo una ojeada a mi alrededor y cierro los ojos durante un par de segundos. Lo mejor que puedo hacer es sincerarme, estoy cansada de callarme cosas y arrepentirme después. –Sé que no debería haber llamado, pero me arrepiento tanto de haberme portado como me porté... Y tía, os echo de menos y, y, y... -Me tiembla la voz. Debe estar riéndose sentada en el sofá. Casi puedo verla. –Lo siento.

-¡¡Alexis!! Lo sabía, sabía que ibas a volver. Más te vale tener una buena excusa y explicarnos a los cuatro qué demonios te había pasado... Espero que por lo menos, te hayas tenido que ir a Pekín a trabajar y por eso no nos hayas contestado a ni un solo mensaje. –Su voz suena entre alegre, aliviada y furiosa y tengo que oprimir una carcajada triste. Definitivamente los echo de menos.

-Ya pensaré en algo, pero creo que estaría bien que nos viésemos, porque sí que es cierto que os debo una explicación. –A medida que avanzo en la frase, mi voz se va diluyendo y me voy arrepintiendo de cada palabra. Probablemente piensen que me he vuelto loca.

-Eh, Alexis, no te preocupes. Estamos deseando verte de nuevo. Mañana concretamos, buenas noches. –Le regalo un leve asentimiento y finalizo la llamada. Paso mis manos por delante de mi cara con pesadez y me levanto.

Tengo ganas de pirarme, ninguno de los pringados que hay dentro de ese estúpido bar me van a chafar más noches. Arrastro los pies un par de metros aún con lágrimas en los ojos y me paro en seco.

Estoy a las afueras de la ciudad, son las dos de la madrugada y no sé cómo voy a volver a casa.

COLLIDE.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora