La Vecina

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          Siguiendo el orden de ideas anterior, debo señalar que vivir cada día significa no preocuparse poco ni demasiado por las cosas que pasaron o las que aún no han ocurrido; y como una vez me dijo mi madre: "cada día tiene su afán". Recuerdo un día en el que llegué a casa tarde del colegio y no se encontraba nadie, yo no tenía las llaves para entrar al apartamento en el que habitábamos y no recuerdo claramente porque no estaban pero me preocupe y a la vez me moleste porque ese día mi apetito era inmenso. Una vecina del mismo piso se percató de mi situación y me invitó a comer en su casa. Me presentó a sus tres jóvenes hijas, de las cuales la mayor (10 años) era contemporánea en edad conmigo. Fue un momento realmente ameno, y para cuando regresó mi mamá ya estaba realmente despreocupado y satisfecho (risas), todo fue un percance que se le presento.

          Basándome en lo anterior concluyo que tengo razón cada vez que pienso que todo sucede por algo; si ese día hubiese llegado unos minutos antes, mi madre hubiese estado para abrirme la puerta antes de salir, por lo que yo no habría entrado en el apartamento de la vecina (la señora cocinó muy sabroso ese día) y al cabo de un tiempo su hija mayor se volvió una amiga muy cercana para mi, tanto que aún hoy que hemos tomado diferentes caminos, seguimos en contacto. Lo que creo es que todo en la vida busca su equilibrio, como en una carrera en la que debes mantener un equilibrio y concentración casi perfecto tras cada movimiento que das; pero eres tú el que tienes que aprender a entender ese equilibrio. Hoy te puede pasar algo malo pero quizás mañana la felicidad toque tu puerta, solo tienes que abrirla. Yo ese día estaba amargado y con hambre, pero fíjense, hice una nueva amiga.

          Con ella pase momentos maravillosos, el hecho de que eramos vecinos significaba que no tenía que dar mas de diez pasos para tocar su puerta y frecuentemente jugar con una pelota, un juego de mesa, la computadora, ajedrez (yo estuve en un club de ajedrez pero aún así no era muy bueno) o hablar de nosotros. A esa edad, recuerdo conversaciones despreocupadas e inocentes con momentos que parecían no acabar y además, a mis ojos la vida era muy sencilla; ambos eramos muy buenos y comprometidos estudiantes y aún así teníamos todo el tiempo que queríamos para (como aprendí de un libro que leí) tener "momentos humanos", es decir, esos momentos especiales en los que nos comunicamos y compartimos de una manera profunda y abierta con nuestros seres queridos, en los que se disfruta de su compañía y nos relacionamos con afecto; algo que me parece importante para afianzar y mantener el buen trato con los amigos e imprescindible de compartir con la familia. Recuerdo al esposo de mi mamá llegar del trabajo y verme tan despreocupado para decirme "ombligo verde", refiriéndose a esa falta de problemas y ausencia de preocupaciones que tiene un pichón de once años.

          Retomando el tema de mi vecina, recuerdo que cuando yo iba al colegio saludaba a mis compañeros con algún juego de manos bien rebuscado, y que además,  cada quién se inventaba el suyo con el compañero que más concurría, pero con las chicas (incluso con mi ya renombrada vecina) la cosa era de un "hola" agitando la mano. Quizás el cambio surgió luego de estar una tarde en su casa mientras ella me enseñaba un juego nuevo que tenía instalado en su computadora (era una especie de aventurero en busca de tesoros por la selva) y la cosa fue que logramos pasar rápido unos niveles muy emocionantes, con lo cual, a modo de premio me clavo un beso en la mejilla entre toda la euforia. En ese momento sentí que el tiempo se detuvo solo para que mis nervios estallaran y mis sentidos asimilaran toda la emoción que sentí; parecerá un drama o una exageración de mi parte, pero era muy jóven y la verdad sentí paz, confianza, gratitud y un amor a una amistad que no había sentido antes y que en estas limitadas líneas de mis pensamientos no podría terminar de explicar.

          Para entonces, un tío vivía con nosotros en el apartamento, agradecido de que el esposo de mi mamá lo ayudo a conseguir trabajo. Mi tío era como un hermano, ya que aún era bastante joven y siempre bromeábamos, me aconsejaba, y por supuesto, era imposible que dejara pasar por alto el tema de las chicas. Yo no era un "casanova" a diferencia de él, que el tema de las mujeres casi forma parte de su resumen curricular; era imposible que él no tuviera una novia y si terminaba con una yo no me terminaba de enterar cuando "como imán al clavo" ya atraía a otra. Solía decirme: "tienes que saber hablarles, no puedes andar con pena todo es labia, fíjate que yo en el liceo era un flacuchento y aún así mi novia era la más bonita y popular". La gran diferencia era mi timidez, me faltaba madurez en eso de las relaciones con una chica, así que prefería jugar despreocupado con mis amigos. Mi tío por su parte empezó a preguntarme si me atraía mi vecina, pero le dije que prefería una amistad antes de incomodar la cosa con ideas locas (me evite un discurso inútil para conquistarla).















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