Prólogo: Claro De Luna

19 2 1
                                    


Dejé sin contemplaciones la bolsa en el suelo, al lado del escritorio. Aquel día había vuelto pronto de las clases de esgrima, y, aprovechando que mamá todavía no había llegado, decidí echarme una siesta. Así que me tumbé boca arriba y cerré los ojos. Como siempre, antes de empezar a soñar, algunos pensamientos y recuerdos acudieron a mi mente. La mayor parte tenían relación con Owen, el chico con el que intentaba ''entretenerme'' para olvidar lo mal que habían ido las cosas con Allen. Pero por desgracia, he dicho intentaba.Y lo peor, lo que había empezado como una especie de distracción, creo que ya no es solo eso. Tengo dudas acerca de si me gusta o no.

Intenté alejar esos pensamientos y cerré los ojos con más fuerza, hasta ver puntitos de colores. Y fue entonces cuando el Guardián de los Sueños acudió a mí, para llevarme lejos de mi habitación. Volvía a estar de nuevo en la sala de esgrima, y era mi turno. Mi oponente, resultó ser Owen, quien, cabe decir, no ha practicado esgrima en su vida. Pero resultó ser asombrosamente bueno, más q yo, incluso. Me derrotó, y todos empezaron a reírse de mí así que salí de allí corriendo. De repente, me encontraba en unas pistas de atletismo. Ya no llevaba el traje de esgrima, sino unas simples mayas y una camiseta de tirantes térmica. Delante mío, volvía estar Owen, corriendo junto con otros chicos a los que no había visto nunca antes.Aceleré el ritmo, pero parecía que la distancia entre él y yo nunca se acortaba. Grité su nombre un par de veces, pero él no se giró. Me tropecé con algo fuera de lugar en una pista, creo que se trataba de un banco, como los que usan los pianistas. Me caí al suelo.

Y entonces me desperté. Habían pasado apenas ocho minutos desde que había llegado a casa, y unos seis desde que cerré los ojos. Me incorporé y apoyé mi espalda en la pared. Alargué la mano para alcanzar un pequeña libreta azul que había sobre mi mesita. De la espiral que unía las hojas colgaba un bolígrafo. Pasé las páginas deprisa, hasta encontrar la primer hoja en blanco, y allí empecé a escribir qué acababa de soñar.

Es algo que hago siempre. Escribir mis sueños en una libreta me ayuda a recordar los de la noche siguiente. Aquel, había sido un sueño más bien corto, así que no tardé demasiado en explicarlo.

Y fue entonces. Fue entonces cuando de repente, todo cambió. Todo lo que me pasó a partir de entonces empezó a causa de esa melodía. Si la hubiera ignorado y me hubiese ido a dar una ducha de agua caliente, si en vez de reconocer el timbre de la melodía como un piano hubiera cerrado las ventanas... Pero no podía hacer eso. Porque se trataba de Claro de Luna: mi canción favorita.  






Melodias de un psicópataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora